El público ovacionaba a los peleadores desde las butacas mientras Sett, el jefe, observaba el combate desde la tarima más alta. La copa en su mano rebosaba de uno de los vinos más finos, importado desde tierras lejanas.
Ser el jefe traía consigo muchos lucros, pero por alguna razón, Sett no se sentía del todo pleno.
Nuevamente los gritos del público se hicieron presentes, y el hombre bestia se inclinó hacia el frente para ver como uno de los gladiadores caía al suelo, derrotado por uno de sus campeones, y él suspiró un tanto aburrido.
—La casa gana esta noche, jefe — uno de sus hombres habló, y Sett sonrió al escucharlo, mostrando sus largos colmillos.—¿Cómo va la caja registradora?— preguntó Sett, mirándole por encima del hombro.
El hombre no mostró ni un signo de nerviosismo al contestar. Las apuestas estaban a tope ese día, el dinero no dejaba de llegar y había cuatro hombres asignados para cuidar las ganancias; Sett de alguna manera se sentía satisfecho con ello, pero era una satisfacción superficial.
La idea de regresar a casa y mentir una vez más a su madre le carcomía por dentro, pero aquella era la única forma de conseguir dinero suficiente para pagarle todo lo que ella hizo por él, la única manera de ganar el respeto de aquellos que se burlaban e insultaban cuando era pequeño.
Sobre su muslo sintió un ligero peso extra, y él regresó la mirada a ese lugar. Los oscuros ojos rasgados de su femenina acompañante, la cual había recargado la barbilla sobre él, parecían penetrar hasta lo más profundo de su alma.
—¿Siempre tienes que poner esa cara cuando sobrepiensas las cosas, jefe?— preguntó la mujer, levantándose con la gracia de un cisne negro. Ella era hermosa, pero ambos sabían que no eran tal para cual, solo podían ser jefe y subordinada. —Puede ser malo para el negocio que estés tan distraído.—¿Cuándo he hecho algo malo para el negocio?— Gruñó Sett, sacudiendo su claro pantalón con el dorso de su zurda. —Desde que estoy al mando todo ha sido mejor.
—Desde hace días has estado ausente mentalmente— dijo ella, alzando la ceja por aquel gesto de rechazo. —No soy la única que se ha dado cuenta, y sabes que muchos estarían gustosos de aprovechar que estás así.
—Recuérdame que fue lo que le pasó al último que tuvo el coraje de retarme.
La mujer le dio la espalda, volviendo la vista al campo de batalla. No era necesario contestar, las manchas de sangre del último hombre que quiso enfrentarle aún llenaban las paredes.
—Eso imaginé...— Sett murmuró, poniéndose de pie antes de sujetarle los hombros. —Pero tomaré tus comentarios a consideración, por ahora iré a contar las ganancias.
Dicho eso, Sett se dirigió directo a las cajas y permaneció ahí la hora siguiente, mientras los últimos combatientes peleaban por intentar ganar más fama y fortuna.
El espíritu de los novatos era bien conocido para él, pero con los años y las cicatrices ganadas ya no se sentía igual. Ahora era un lobezno viejo, luchando por mantener su supremacía por encima de aquellos nuevos talentos. Una parte de él extrañaba sentir aquella olvidada emoción con la que los nuevos combatientes se acercaban a pedir su paga tras pelear en la arena.Terminó de contar las ganancias totales y guardar su generosa parte del botín, entre los pliegues de su abrigo de piel, antes de salir del coliseo, alzando las orejas por si acaso algún ladronzuelo cometiese el error de querer robarle. No sería la primera vez que tumba dientes o rompe los huesos de algún pícaro para enseñarle una lección acerca del respeto, y aquellas veces anteriores le habían enseñado que, a veces, las noches tan tranquilas como esa eran las favoritas de los ladrones para intentar salirse con la suya.
Un sonido metálico se hizo presente, seguido del inconfundible sonido de una oz cortando el viento. ¿Una pelea callejera? No recordaba la última vez que había sido partícipe de una, por lo que su curiosidad le llevó a acercarse cautelosamente a la fuente del sonido, acercándole a las fronteras del poblado, donde los árboles empezaban a reclamar lo que por derecho les pertenece.
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El silencio de la Luna
FanficSolo una noche bastó para unir el destino de dos guerreros de distintas convicciones. Uno supo que solo a su lado recobraría la pasión que creía empezaba a desvanecerse, el otro entendió que con él no debía ser únicamente un arma. Sett y Aphelios...