3.- Carta 483

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Querido Paper...

Estoy feliz. Si feliz tal como lo has oído.

Ayer cuando te conté que me escabullí al cuarto de Martin y desperté antes que todos para ir a dormir a cuarto sin que sospechara, resulta que si me vieron.

Alejandra, la enfermera que me revisa los brazos y el cuerpo me vio. Me ha dicho que guardara él secreto, que irá al cuarto de Martin para examinarnos a ambos y llevarnos al desayuno. Se encargara de nosotros dos, dice que he tenido una gran mejoría con él.

Creo que está loca, que estar tanto tiempo con gente como nosotros le está afectando. Yo me siento igual, solo que menos sola.

Bueno, Bueno lo que te quiero contar es que... por fin le he contado a alguien por que estoy aquí. Lo hice por que quise y sentí que podía confiar en él, creo que no me equivoque.

Estábamos acostados Paper. Yo estaba acurrucada a su lado sintiendo su respiración subir y bajar. Martin me rodeaba con su brazo y me acariciaba las cicatrices de mi cintura. Además sentí que en varias ocasiones me beso mi pelo. ¡Y no me molesto Paper!

Me escribió algo simple "cuéntame princesa, dime tu historia"  y luego de unos segundos le conté.

Le dije todo Paper. Que nuestros padres eran separados, que vivía con mi hermana mayor y mi mamá, que todo iba bien... hasta que ella murió.

Que me había ido a vivir con mi padre porque aun era menor de edad. A diferencia de Constanza que ella pudo vivir sola mientras trabaja en una tienda para mantenerse.

Puta justicia que no me dejo irme a vivir con ella. Todos los días me lamento eso.

Nuevo colegio, nuevas personas, una nueva madrasta y un nuevo hermanastro. Esa mujer se empeñaba en que le digiera mamá, pero no podía Paper, sentía que le estaba fallando a la mía.

Luego de dos meses de calma, comenzó lo peor.

Aquellas tres personas que vivían en la casa se habían coludidos para reírse a posta mía. Me llamaban gorda, chancha y otras cosas haciendo hincapié en mi aspecto.

Esa mujer que nunca me perdono no poder llamarla mamá, me empezó a pegar y a dar cada vez menos comida.

Su hijo, mi hermanastro al mismo tiempo me violaba y pegaba.

Recuerdas cuantas veces trate de hablarle a mi padre lo que pasaba y cuando por fin me escucho todo empeoro.

Que me golpeo varias veces en su oficina, que me llamo una perra mentirosa. No me creyó. Siempre decía que lo quería torturar, echar a perder su vida, su felicidad. Tenía 15 años Paper y estaba sola.

Con Constanza no hablábamos y siempre que me hablaba tenía tantas cosas buenas que contarme que calle para que no se sintiera mal.

Entonces todo se dio — sonreí al darme cuenta que no estaba tan sola como pensaba — que esa mujer me diera poca comida abrió las puertas a Ana mi primera amiga, silenciosa e inocente me hacia olvidarme de todo cada vez que venían los calambres producto del hambre.

Eso era lo que más deseaba, hasta el día de hoy Paper... olvidar.

Ser una princesa logro que cada día mi cuerpo cambiara. Así podría olvidar el tacto del horrible animal que me tomo a la fuerza.

Cuando descubrí las cuchillas, cada borbotón de sangre era des ahogador, era celestial. Podía olvidar por completo el asco que me tenia, el dolor, el hecho de ser invisible. Cada día, cada filo, cada marca era un te quiero o una comprensión.

Luego vino el alcohol y fumar. Cualquier cosa serbia si quería olvidarme de todo.

Solo así pude soportar, los insultos, los golpes, la violación, él maltrato. Simplemente busque desesperadamente sobrevivir. Ahora me doy cuenta que fue absurdo, debí buscar la muerte.

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