Hora del Show

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Sumario: A dónde fuera que esos dos estuvieran siempre armaban un gran alboroto.

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Si no fuera por el griterío que hacían esos dos, cualquiera pasaría tranquilo por esa transitada calle de la ciudad. Pero no, eso sería un imposible para ellos mantenerse sin discutir por tan solo unos segundos. Ya un pequeño grupo de personas se aglomeraban en círculo alrededor de ellos, que ni pendiente de aquello por estar tan absorto en su tonta disputa.

― ¡Podrías hacer algo alguna vez bien en tu vida! ― Lanzó una de las personas implicadas en la discusión. Un chico rubio de lentes que trataba de ayudar a levantar a una joven de largas hebras oscuras.

― ¿Perdona? ¿Yo? pero si fuiste TÚ quien hecho todo a perder genio. Yo estaba muy bien si tu presencia, ahora lo arruinaste ¡todo!―La chica se quitó de su agarre, con los ojos jades centellantes de furia. Por culpa de ese torpe, toda su ropa se había estropeado.

― Claro que no. Deberías agradecerme ¡te salve la vida! un gracias al menos sería lo justo― Se cruzó de brazos, soberbio, esperando las palabras de la chica que furibunda estaba lista para abrir su boca y decirles una serie de atrocidades.

― Deja de indicarme qué o qué no debo hacer becerro, hijo de per...―

―¡Ya basta ustedes dos! Dejen de comportarse como si fueran unos niños, están en un lugar público ¡y ustedes, largo no hay nada que ver por acá! ―Se interpuso ante los espectadores una joven de tez morena y ojos caoba quien acompañaba a los dos chicos implicados en el disturbio. Tomando con sus manos al rubio y a la otra morocha caminó a grandes zancadas hasta perderse de vista de aquellos que fisgoneaban desde la multitud.

Se detuvo justo cuando habían llegado a un lugar apartado, una calle sin salida con pequeños puestos de comercios un tanto antiguos y desolados. Sin mucha presencia de transeúntes que molestar.

 ―Verga coquito, deja lo azarada. Me dejaste el brazo adolorido ―"Coquito" la reprendió con la mirada- ¿Y esa cara de pronto? pues.- enarcó una de sus bonitas cejas.

― ¿Cómo que por qué? Parce, ustedes dos ―la de acento colombiano los señaló a ambos- no son unos chinitos para que estés peleando por nada. ¡Son adultos! Vea pues...

– No fue por nada, este pendejo me empujó, Catalina. Mira como dejó mi ropa, es más ni lo hubieras invitado- Ese comentario causó que el chico la mirará ofendido.

―Un carro casi te aplasta y ni un gracia das. A ti fue quien no debieron invitar Mary ―La chica se estremeció al escuchar su nombre en ese repúgnate inglés. Sí, porque todo lo que ese chico hiciera ante sus ojos comenzaba a ser desagradable.

―Eso no hubiera pasado, si no hubiera visto de pronto tu horrorosa cara ―

Catalina suspiró, esos dos empezarían de nuevo. Sería ella la que debería preguntarse qué hacían esos dos ahí. Apenas había salido de su clase y María ya se encontraba pegada a ella como garrapata, mientras que Alfred apareció de la nada. Todo estaría bien si es que no fuera por el sencillo hecho de que los dos, no se llevaban bien. Sí seguía así no podrían cumplir el objetivo por el cual habían venido, buscarle un regalo a Rodrigo por su cumpleaños.

―Ya basta ¿sí? ya saben el porque vinimos. Por lo visto estamos un poco lejos del centro, por obvias razones ― rodó lo ojos al recordar el pequeño show montado hace rato ― así que veamos qué cosas hay por acá. ¿Así que traten de llevarse bien?

Tanto Alfred como María se miraron aunque no muy convencidos para estrechar sus manos como tregua momentánea.

― Coste que solo lo hago por Rodrigo ― Dijo María después de haber desecho el agarre de sus manos, chocando con su hombro a Alfred para seguirle el paso a Catalina. El rubio siseó unas palabras por lo bajo antes de llegar hasta ambas chicas.

La Reina y EL héroe  | UsaVene《 Latin Hetalia  》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora