Siempre tan callado, eso nunca cambiaría de el. Pero si ese brillo y expresión de su rostro.
Cuando lo conocí su mirada estaba tan perdida, que realmente pensarías que estaba loco como la gente a su alrededor susurraba.
Más de una semana con nosotros y no hablaba, solo hacía caso a Urokodaki-san. No había mas remedio que ser yo quien ser yo el que hablara.
Eso pensaba.
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Sabito había sentido ser jaloneado de su futon, parecía algo desesperado pero lento. Este pequeño se había alarmado demasiado. Sus ojos violeta mostraron su asombro al ver al azabache con una expresión tan dolorosa, tal vez una pesadilla.
—Puedo...dormir– ni siquiera podía hablar, no tartamudeaba pero alargaba demasiado sus palabras. El de cicatriz no quiso esperar a que terminara para ofrecerle un espacio en su futon.
Pudo escuchar y sentir el alivio del joven con un suspiro entre cortado el cual parecía que lloraría más no fue así. Podía sentir el pesar del joven por que el también pasó por lo mismo y quizás la única diferencia entre ellos fue el como están superándolo.
Recordó un gesto que su madre le hacia cuando era un bebe y lo veía llorar, no importaba que su corazón volvía a la calma.
Un beso en su frente, y eso hizo. Ese fue el primer beso de Sabito, sin que Giyuu lo supiera y con el paso del tiempo el naranjo entendió el significado de su acción.
Su mayor y primer tesoro de tantos que obtuvo gracias al pelinegro.
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Primer beso tras una pesadilla