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Muchas veces hacer la vista gorda era algo difícil, pero cuando empleas años de tu vida en hacerlo termina siendo pan comido. El ignorar la moralidad y la ética no era algo digno, pero ¿quien dijo que la dignidad era algo que se necesitará en el ser humano? El no era digno, nunca lo había sido y vivía perfectamente, de hecho, vivía mejor que el promedio.
El ser abogado de aquellos que hicieron horrores le daba un sueldo aún mayor que el del abogado promedio y más aún cuando era considerado de los mejores en la ciudad y no solo en esta, sino de exteriores.
A ver, se iba a ir al infierno por defender a tales escorias y más si ganaba absolutamente todos los casos.
Pero bueno, había intentado ser bueno y no le fue muy bien que digamos.
La maldad e ilegalidad paga más que seguir las reglas al pie de la letra.
Como ahora, por ejemplo.
- La corte falla a favor del acusado. Se levanta la sesión. - El juez golpeó el martillo y la sala se comenzó a llenar de murmullos y llantos de la madre de la víctima. La miro sin ningún tipo de expresión y se puso de pie, se acercó a su cliente y le puso una mano sobre el hombro.
- Espero la paga que me prometiste para mañana mismo, sin excepciones. - apretó su hombro con fuerza y se fue.
Fuera del tribunal encendió un cigarrillo. Acababa de defender a un hombre acusado de homicidio y de robo y no sentía ningún tipo de remordimiento, a veces le sorprendía la basura que se había convertido al pasar los años y se preguntaba dónde había quedado ese joven con intensiones de llevar a los culpables a la cárcel.

Murió cuando le ofrecieron miles por defender a un pobre diablo.- se recordó con una sonrisa.

A lo lejos observo como la madre del fallecido, un muchacho de tal sólo veinte años, lo miraba con odio mientras era abrazada por el padre de la víctima.
Le restó importancia, ¿qué culpa tenía él? Al que tenían que mirar feo era aquel que aún seguía dentro abrazándose a su familia, él solo hacía su trabajo.
Camino hacia el estacionamiento y se subió a su auto. Marcó el número y llamó.
- Ya le salve el culo a tu niño. - espetó a penas le atendieron. - quiero mi dinero esta misma noche.
- Lo tendrás.
Cortó y volvió a encender otro cigarrillo.

Se dirigió a su casa, necesitaba un poco de paz, darse un baño o tomarse una copa de vino, quizá ambas.
Al llegar al hotel fue recibido con un saludo de su secretaria, si, su secretaria. Aquel edificio era suyo y por ende tenía a su secretaria con él, Nieves.
En la única persona que confiaba plenamente era en esa muchacha.
- ¿Cómo te fue? - le preguntó mientras lo seguía hasta el elevador.
- Excelente.
- Vale, tienes un nuevo cliente ¿quieres oír de él ahora o mañana?
- Mañana, estoy cansado. - respondió con un suspiro y encendió el tercer cigarro en una hora. - tomate el resto del día Nieves.
- Solo quedan dos horas de mi turno pero, gracias de igual forma. - respondió con risas.
Mangel se carcajeó un poco.

Una vez llegado a su cuarto que era del tamaño de una casa básicamente, se sirvió una copa de vino y se sentó en la isla de la cocina. Miro el lugar al que regresaba día si y día también.
Era gris, sin duda. Las paredes blancas no ayudaban en nada, de hecho le agobiaban más.

Quizá deba pintarlas de amarillo... - pensó. - Es un color brillante, vivo, bonito... si, bonito... muy bonito como...

- ¡Lolito! - gritó y comenzó a teclear en su teléfono.
- ¿Diga? - La voz del muchacho sonó y el ritmo cardiaco de Mangel saltó un segundo.
- Hola, Lolito ¿cómo estás?
- ¡Mi niña! - le llamó y Mangel río. - ¡No me había dado cuenta de que eras tu!
- No pasa nada. - le contestó mientras jugaba con la copa ya vacía.
- ¿Pasa algo, mi ñiña? Porque si ese es el caso me dices quien te molesta y te juro que lo mato.
Mangel se carcajeó como hace mucho tiempo no lo hacía. - tranquilo Lolito, solo quería hablarte.

Oír tu voz...

- Ah... bueno, ya lo estás haciendo. - soltó con una risa nerviosa. El pelinegro casi se derrite ahí mismo.
- ¿Quieres salir a comer algo? - le preguntó mirando la hora, aún era horario para cenar.
- ¡Si! - le contestó con emoción. - pero necesito como una hora para arreglarme...
- Si, yo también. Te paso a buscar como a las 8:30, ¿okey?
- Bueno, mi niña.
- Hasta dentro de un rato, Lolits.

Inmediatamente corrió como una quinceañera a buscar su ropa y se dirigió al baño. ¡A la mierda la bañera y las velas, él se tomaría una ducha rápida!

Decidió ir simple a pesar de que le encantaría llevar un traje para impresionar al chico. Mangel se sentía en una nube desde el día en que Lolito se cruzó en su vida, esa vez que decidió ir a una cafetería a pedir un café y el chico lo atendió.
Lo veía como el destino el hecho de tener ganas desesperadas de un café cuando es su bebida menos favorita y que la cafetería más cercana es donde Lolito  trabajaba.

Se colocó perfume y partió treinta minutos antes, debía comprarle flores al chico.
Su chico. - pensó.

Llegó a casa de lolito. Río recordando la primera vez que fue, cuando acompañó al pelirrojo a su casa, este le había dicho que parecía una casa de anciana y ambos estuvieron un rato riéndose de eso. En verdad lo parecía, mucho más con la inmensa cantidad de flores que está tenía fuera.
Toco el timbre y espero a ser atendido. Lolito salió luciendo una camisa verde y pantalones negros.
- Absolutamente precioso. - le dijo con una sonrisa mientras le entregaba las flores.
El pelirrojo se sonrojó y le regaló una sonrisa. - ¡Tu si que estas guapo, mi niña! Gracias por las flores, las dejare en un jarrón y vuelvo.

Lo espero pacientemente mientras su ansiedad y nerviosismo lo comían de a poco. No lo demostraba o al menos no ahora, pero era una persona muy poco positiva consigo mismo, recordaba que antes se saboteaba cada vez que intentaba hacer algo. Afortunadamente con el pasar del tiempo, fue cambiando pero a veces, como en estos casos, volvía a sentirse como en el pasado.
- ¿Vamos, mi niña?
- Si. - contestó con una sonrisa.
Se dirigieron en auto hacia un restaurante, fue uno normal, para nada excéntrico pues Mangel evitaba hacer sentir incómodo a Lolito. Comieron unas hamburguesas con papas fritas y tuvieron una charla amena entre risas y coqueteos.
Una vez dejó al muchacho en la puerta de su casa y se despidió con un beso cerca de la comisura de la boca del chico, Mangel se dirigió a su casa.
En el trayecto y después, sentado en su sillón, se sintió en una nube.
Misma de la que cayó estrepitosamente con un solo mensaje.

- ¿Estás?

Era Rubén. Su amigo y esporádico amante.
Se había olvidado completamente de él.
- Estoy trabajando, otro día. - le respondió.
Tenía una charla pendiente con él. Sabía que no volvería a estar de manera sexual con el chico, pero no quería perderlo porque lo consideraba un amigo pues Rubius había sido la única persona a la que le contaba sus problemas e inseguridades y él siempre lo había apoyado. Pero sabía que si le decía lo de Lolito, se enfadaría y sabiendo lo infantil que podía llegar a ser, este podría enfadarse a pesar de no tener ningún tipo de sentimiento por Mangel.
Suspiro, se le pondría complicado pero debía hacerlo si quería estar seriamente con Lolito.

- Mmmm Vale. - le contestó.

Y Mangel se encendió otro cigarro.

Ilegal {AU Karmaland} [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora