4. El dios, la marioneta y la flor PARTE 2

435 39 29
                                    

Hace 4 años atrás...

Aquella tarde otoñal llovía a cantaros y parecía que el transporte público que la llevaría a casa nunca aparecería. Había llamado a su madre, quien por suerte tenía días libres, para que la recogiera y recibió como respuesta que iba a su encuentro. Pero los minutos pasaban y no había señales ni del bus ni del auto de su mamá.

— Ojalá no decidan abandonarme bajo esta lluvia. — Comentó para sí en su idioma natal, el español. — No quiero volver a ser un perro callejero.

Decidida a matar el tiempo, sacó de su roja mochila uno de los pocos libros que pudo traer del orfanato. Sentada en la banca y bajo techo, retiró el marcador para seguir con la lectura. Sus orbes verdes recorrieron las viejas páginas del libro como si fuera la primera vez y con hambre de saber que otro detalle podía exprimirle que hubiese pasado por alto las millones de veces que lo leyó. Tan sumergida estaba en su lectura que no reparó que ahora ya no estaba sola en la parada del fin del mundo.

— Es bueno ver que aún hay jóvenes interesados por los libros. — Se sobresaltó al escuchar la gruesa voz a su costado.

Despegando su vista de las hojas amarillentas, miró al hombre que ahora le acompañaba en aquel lugar. Sus ropas recordaba haberlas visto en revistas y películas británicas que su querido amigo en alguna ocasión le mostró. Mantenía el porte de un lord y mayor distinción le otorgaba el bastón en el que se apoyaba. Su cabello era una confusión para su cerebro. Marrón oscuro y blanco atrás y un mechón castaño claro cubriendo uno de sus ojos marrón dorado. Le recordaba en cierto punto a un gato calicó.

— Muchas gracias, señor. — Habló en japonés, aunque se notaba que no lo manejaba del todo bien. Ante ello, el hombre rió enternecido por el intento de la niña. Había notado a simple vista que provenía de algún país latinoamericano.

— Vaya lluvia que decidió caer ahora. — Opinó, viendo el cielo pintado de gris. — ¿Puedo preguntar que hace una pequeña extranjera en esta parada olvidada por los dioses?

— Mi madre dijo que vendría por mí. La estoy esperando. — Guardaba esa esperanza. Todavía le faltaba saber mucho sobre la cultura japonesa y sus tradiciones.

— Eso es bueno. Los padres siempre corren cuando uno de sus polluelos necesita ayuda. — Si bien no tenía hijos, quería como tales a las personas que adoctrinó. Sabía de lo que hablaba. — Tu tranquilidad es perturbadora para una niña de tu edad, considerando que estás sola con un desconocido en medio de una tormenta.

— Si usted quisiera hacerme algún daño, me hubiese dado cuenta hace mucho. — Aclaró, logrando sorprender al mayor. — He visto personas con verdaderas malas intenciones. Sus miradas son capaces de helar la sangre y cuestionarte si de verdad son humanos. Usted no tiene ese tipo de mirada conmigo.

El sonido de lluvia reinó en el ambiente por unos minutos, cuando el hombre del bastón quiso de nuevo entablar conversación.

— Debiste tener una vida dura en tu país. Recuerdo haber escuchado que en Latinoamérica no tratan muy bien a sus dotados. — Cerró su libro inmediatamente y giró para ver sorprendida al señor a su costado, quien mantenía una expresión amigable. — Me alegra saber que tú pudiste conseguir tu libertad.

Sacudió su cabeza para alejar los recuerdos que evidenciaban el costo que tuvo que pagar para ganar su libertad y perseguir su más grande sueño.

Heraldos Negros (Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora