Nuevo comienzo

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    Pasaron un par de semanas desde aquella vez. Clark se había recuperado de la herida física, más no de la que causó revelar la verdad sobre Bruce. Se sentía como un terrible imbécil, haber creído todas sus palabras, todas sus citas, pensar que de verdad era alguien que tenía sentimientos verdaderos hacia él ¡Ja! Saber que estuvo todo ese tiempo enamorado de Batman, intentando quitarlo de su cabeza y corazón, al final las dos personas que más había querido, le causaron mucho daño. Lo peor de todo fue dar con la realidad de que los perdió a ambos al mismo tiempo. Sentía vergüenza al pensar que desnudó toda su personalidad frente a alguien que quizá no lo merecía, seguro que Bruce se divirtió mucho con él. Podía pasar ahora a ocupar un puesto más en su larga lista de amantes. 

    Tomó la determinación más madura que se le ocurrió: No volvería para ver a Bruce e ignoraría a Batman todo lo que fuera posible. Funcionó, el hombre murciélago tampoco había hecho demasiado empeño en hablarle en la siguiente junta de la Liga, Bruce ni siquiera se tomó la molestia en llamar. 

    Allí sentado mientras escuchaba de fondo la voz de Diana sobre nuevas medidas para quién sabe qué o de qué sabe qué, Clark miraba detenidamente a Batman, su corazón latía a toda prisa, quizá porque la presencia del superhombre no le agradaba ahora o por el simple hecho de que sabía que llevaba mirándolo inquisidoramente un buen rato y no apartaba la vista. Ni siquiera se dio cuenta que Flash y Linterna lo miraban o que su actuar estaba poniendo el ambiente tenso, no se enteró ni cuando Diana paró de hablar para llamarlo, solo reaccionó cuando Bruce en su traje de héroe le devolvió la misma mirada iracunda que él le estaba lanzando. 

    —¿Qué te pasa, Kal-El? —La amazona estaba cruzada de brazos, mirando a Batman y luego a él. 

    —Nada —La respuesta salió más bien entre dientes que algo tranquilo. 

    —¿Nada? 

    —Vas a matar a Bat con esa mirada, amigo —Flash habló, ganándose un codazo de Linterna que estaba a su lado, no era una pelea en la que quisieran meterse, porque claro, ¿Quién de los presentes no escuchó la discusión de hace algunas semanas? ¡Todos! Pero hicieron de cuenta que nada había pasado. Aunque para ser sinceros, nadie terminó por entender demasiado. 

    —Lo siento —Se disculpó. No estaba seguro de por qué lo decía, pero por un momento se dio cuenta de que no era esa la mejor manera de actuar, menos frente a todos, nadie tenía que verse inmiscuido en eso. Sin decir una sola palabra más, y actuando contrario a lo que hacía generalmente, se levantó y se fue. 

    Siguió con su vida. Se replanteó toda su actitud ¿Realmente valía la pena todo el drama que estaba haciendo? A lo mejor estaba actuando de más. Ni siquiera debería sorprenderle tanto, teniendo en cuenta la actitud de Bruce, en cierta parte, sintió que fue culpa suya creerle. Aun así, pensaba que podría haberle dicho lo de sus identidades, todo pudo resultar diferente, pero sentía que la mentira era algo que no podía soportar, aunque no es que él fuera muy sincero respecto a su verdadero yo la mayoría del tiempo. En cierta parte, también estaba ocultando algo de él a Bruce antes de saber toda la verdad que se ocultaba detrás. 

    Fue aquella mañana, mientras tecleaba en su computadora con desinterés un artículo sobre la última gran hazaña de Superman que recibió una visita inesperada. Allí estaba el joven Richard, con esa sonrisa que encantaba a todos y una energía, que pensaba, era demasiado positiva para su propio bien. 

    —¿Quieres tomar un café? —Había sido su petición, y, sinceramente, no podía decirle que no al niño, porque en el poco tiempo que estuvieron compartiendo juntos, el cariño que le tomó fue suficiente como para pasar el hecho de que era el hijo de Bruce. 

El latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora