Por un simple bostezo

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Lo sensual o erótico no era algo ajeno para Sousuke Yamazaki.

En su pubertad, conoció las revistas pornográficas. Gracias a esas imágenes de cuerpos desnudos, tanto de hombres o mujeres, descubrió que se sentía atraído por ambos, pero con determinadas características especiales. Le gustaba la voluptuosidad en un cuerpo femenino, así como un cuerpo masculino moldeado por el ejercicio, pero ambos debían tener un rostro decidido con un toque de ternura y ojos inocentes con ferocidad escondida.

Como todo joven de su edad con acceso a internet, ya había visto bastantes videos pornográficos, pero sólo los que cumplían sus expectativas. Lo vulgar, excesivamente exagerado, fetiches extraños u orgías no eran lo suyo. Incluso podía decirse que algo "recatado" al escoger que material ver.

En su vida diaria podía ver algunas cosas que calificaba de sensuales. Como alguien llevaba un mechón de cabello detrás de su oreja. Un estiramiento de músculos antes de correr o nadar. Una gota de sudor o agua recorriendo una espalda desnuda o las clavículas. Cuando una corta camiseta dejaba la piel del abdomen expuesta. Incluso entendía el encanto de la lencería, de las orejas de gatos, juego de roles, etc. No podía negar que le atraían.

Por eso no entendía porque veía sexy un bostezo.

¡Un bostezo! El mecanismo fisiológico involuntario más absurdo y menos atractivo. En sí, no le molestaba que la gente bostezara, pero como detestaba cuando veía a alguien hacerlo sin taparse la boca, separando todo lo que podían sus maxilares, exhibiendo sus dientes, encías, hilos de saliva, úvula. Era desagradable.

Ah, pero eso era antes de verlo bostezar a él, a Makoto Tachibana.

Reconocía que le gustaba verlo durante las prácticas del club en el último año del instituto. Ese traje de baño tan ajustado a los músculos de sus largas y fuertes piernas más las gotas de agua recorriendo su cuerpo, era un agasajo para su vista; sin mencionar la vez que lo vio jugar con un gatito en la calle, y se sonrojó ante esa sonrisa y deseó tanto que lo mirara con esa dulzura. Eran una mirada tan distinta a la que ponía en las competencias.

Pensó que era una atracción natural, que le gustaba verlo con poca ropa y ya. No significaba más. Pero se equivocó.

Ya en la Universidad, cada uno tomo su camino, pero las llamadas que se hacían mutuamente le erizaban la piel. Su suave voz preguntando por su bienestar y asuntos diarios, lo encandilaba tanto. Sin mencionar que en cada reunión de amigos descubría cada detalle que le llamaba la atención. Y eran detalles ínfimos.

Cuando lo vio sacar, por un breve segundo, su lengua para lamer delicadamente su pulgar manchado con un poco de crema, imaginó durante semanas, lamiéndose su propio pulgar, como se sentiría esa lengua sobre su piel.

La vez que lo encontró en una biblioteca, usando sus gafas para leer, vio cómo se los ponía y quitaba, lo que por alguna razón le estremecía. Deseo ser quién se los quitará o verlo sólo usando sus gafas, con nada más puesto.

Y ahora, verlo bostezar... pues, podría decirse que lo encendía de cierta forma.

No sabía el porqué, pero ver como su boca se abría a toda su capacidad dejando a relucir esas brillantes perlas que eran sus dientes, exhibiendo esa rosada y húmeda cavidad que siempre lo dejaba con la duda de qué tan profunda era, además de esas pequeñas lágrimas, efecto del esfuerzo, le provocaba gracia y cierto morbo... como si quisiera ver más de ellas.

Se sentía un pervertido por excitarse por ver bostezar a alguien, pero no podía evitarlo. Todo lo que Makoto hacía parecía ser un acto para seducirlo, y lo estaba consiguiendo.

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Intentaba mantener su mente fría, alejada de pecaminosos pensamientos, mientras estaban en la salida grupal semanal que Rin había escogido: ir a un acuario.

Por un simple bostezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora