Maybe, you don't have to smile so sad, laugh when yo're feeling bad.
Todo empezó un frío quince de octubre, en el cruce de la calle Oslein con la avenida Te Leire, en el barrio de las sombras y las almas perdidas, de una ciudad sin nombre, construída con cenizas de viejos amores.
Ella era una chica alta, de algo más de 1 metro con 72, pero que siempre llevaba tacones. Ella pertenecía a las almas perdidas, con su cabellera como una cascada azabache, sus ojos, verdes como la esperanza, cosa de la que ella carecía, y sus labios carmesí, capaces de hacerte olvidar hasta tu nombre.
Él era un chico que sobresalía en todos los aspectos; inteligente, apuesto, mujeriego, etcétera. Podía hacerte hacer lo que él quisiera con tan sólo mirarte con sus ojos del color de la plata, o agitar su pelo del color del oro al sol. Él pertenecía a la clase de almas aventureras que se atrevían a entrar en el barrio de las sombras, el pecado y la desesperación.
Aquel quince de octubre, anteriormente mencionado, ella estaba sentada en el borde de la acera del cruce anteriormente mencionado, con un cigarro manchado de pintalabios entre sus finos dedos, con sus uñas pintadas de negro.
Él iba junto a su mejor amigo, ambos vestidos con trajes de Armani, compartiendo risas y una botella de Bourbon escondida en una bolsa de papel marrón.
Los ojos azules del chico recorrieron la esbelta figura de aquella chica, con sus labios rojos y su mirada verde sobre él, con un media sonrisa, que dejaba ver unos perfectos dientes perlados.
Él le susurró algo a su amigo y se acercó a ella, se sentó a su lado y perdió su vista entre las sombras y la distante música de la discoteca de la que acababa de salir.
-Fumar mata, ¿sabías? -dijo él, dando un sorbo a su botella.
-Oh, espera, que beberse una botella de Bourbon es buenísimo para la salud, y sobretodo para el hígado -dijo ella, con una sonrisa arrogante, dando una calada a su cigarro.
-¿Cómo sabes que es Bourbon? -preguntó él, arqueando una ceja.
-Reconocería ese olor a viejo borracho sureño a dos kilómetros -respondió ella, quitándole la botella de sus manos y dando un largo sorbo sin inmutarse.
-Sí que sabes beber, chica -dijo él, con una pequeña sonrisa.
-Si quieres sobrevivir en este barrio hay tres cosas que tienes que saber hacer; beber, fumar y...-Ella dejó la última palabra sin decir, ya que ambos conocían lo que seguía.
-De acuerdo -dijo él, quitándole el cigarro de sus manos, dándole una larga calada y soltando el humo, con una risa.
-Veo que sabes beber y fumar, pero no te dejaré demostrarme lo tercero -dijo ella, levantándose.
Él pasó la mirada desde sus tacones rojos, por sus piernas que parecían infinitas, su ajustado vestido negro, hasta sus ojos verdes como la esmeralda, pasando por sus labios escarlata.
Él se levantó, quedando un poco por encima de la chica.
-Bien, ¿al menos puedo saber tu nombre?
Ella se acercó mucho a él y pegó sus labios rojos contra la oreja del chico.
-Soy como el humo de un cigarro, como una ráfaga de viento; intensa, dañina, pero fugaz. No tengo nombre, ya que no tengo identidad. No puedes nombrar a algo que no te pertenece, porque es como enjaular a un tigre; un crimen contra la naturaleza.
-¿Y si quiero llamarte?
-No puedes llamarme, como ya he dicho, soy como el viento, que viene cuando quiere, pone todo patas arriba y se marcha por donde vino.
Acto seguido, la chica dio un paso hacia atrás, y con una última sonrisa, comenzó a caminar, con sus tacones de aguja rojos repiqueteando contra la acera.
Se fue, dejándolo ahí, sin saber si aquello había sido real o solo un sueño maravilloso, dulce y breve.
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Red Lipstick.
RandomÉl no sabía nada de ella, pero tampoco le hacía falta para quererla. Sus nombres cayeron en el olvido hace ya tiempo. Pero lo que jamás caería en el olvido era las marcas de pintalabios rojo en sus camisas, en su cuello. Eso era lo que le quedaba de...