Yo sabía lo que significaba vivir con mí abuela "una temporada", desde pequeña me enviaban al lúgubre, húmedo y para nada divertido pueblo de JellyStone dónde ella vivía con sus gatos, al principio me hacía ilusión y hasta me gustaba estar allí, pero con el tiempo mis prioridades fueron cambiando y ya hace años que no me causa emoción visitarla, eso no significa que no la quiera, sólo prefiero que me visite ella a mí, por eso intenté todo lo posible para no irme con ella, desde fingir tener amnesia, pasarme dos semanas sin hablar y lanzarme del tejado. Sólo conseguí un esguince y una psicóloga.
Ahora es más improbable que mí madre cambie de opinión.
Después de estrellar el auto deportivo clásico de mí padre contra una patrulla de policía, he tenido que pasar al menos dos noches en la estación.
Y por ser menor de edad me condenaron a doscientas horas de servicio comunitario, mi madre prometió que las cumpliría en el pueblo de JellyStone, dónde vive mi abuela Aurora.
Ella es una anciana con personalidad amable, ya está un poco demente pero es muy astuta y le gusta preparar tartaleta de frutas.
Allá las sábanas huelen a viejo, y mi habitación tiene goteras, Aurora no se preocupa en arreglar esos detalles por qué ella no tiene que dormir escuchando el sonido del agua contra la cubeta de aluminio.
Y llueve mucho, casi a diario. Es un lugar muy pequeño, nunca pasa nada interesante y tiene bosques inmensos y profundos, podrías perderte fácilmente en uno.
Existe la leyenda de que Baba Yaga vive en uno de los bosques de JellyStone.
O al menos eso me contaba la abuela para que no saliera a explorar, la verdad es que con mi gran sentido de orientación me hubiese perdido rápidamente.
Mi abuela es costurera, hace ropa muy bonita, y también daña ropa muy bonita, cómo cuando empecé a crecer y me compré vaqueros desgarrados en las rodillas.
Una noche mientras yo dormía mi abuela los remendó, jamás volví a ser la misma después de eso, me creó un trauma psicológico.
Había ahorrado todo el año para comprarme esos vaqueros, eran muy caros, una edición limitada, y mi abuela los había destrozado en unos minutos.
Podría pasarme horas hablando acerca de mi vida en JellyStone, pero no hay historias divertidas.
—¿Terminaste de empacar?
No la escuché venir, pero mi madre estaba parada en el umbral de mi puerta, dudando en sí debía entrar o no.
—Pasa. —dije con un suspiro—. No, aún no comienzo, tenía la esperanza de que-
—Ya hemos hablado Cherry. —me interrumpió tajantemente—. Irás a JellyStone con la abuela. Te vendrá bien un cambio de aire. Estás muy... muy-
—Insoportable. Lo sé. Pero puedo cambiar a partir de este momento, si me dejas quedarme en casa te juro que voy a ser buena. —prometí.
Debía haber un modo de entrar en su cabeza y manipularla.
—No sé que pasó. Pero antes te gustaba ir a JellyStone. —expresó suavemente mientras se sentaba en mi cama. Dió palmas en sus piernas para que yo colocara mi cabeza allí.
—Cuando tenía diez años quizás, pero ahora tengo dieciséis. —respondí colocando mi cabeza en sus piernas, inmediatamente me pasó las manos por el pelo—. Es aburrido estar allá.
—Cherry, trabajar en el centro de rescate animal de JellyStone te hará bien, sé que te gustan los animales, por eso decidí que fuera allá.
—Me gustan mucho mamá. Pero no quiero ir. —contesté seriamente.
—Tú abuela también necesita compañía. —contratacó.
—Vale, ¿Por qué no vas a verla entonces?
BOOM.
—No tengo tiempo. —la excusa de siempre.
"No podemos ir al parque Cherry, no tengo tiempo."
"¿Por qué me llaman de la escuela Cherry? Sabes que no tengo tiempo."
"¿En que demonios te metiste Cherry? ¡No tengo tiempo para tus tonterías!"
—Nunca tienes tiempo mamá. —dije levantando mi cabeza y poniéndome de pie, con los brazos cruzados.
Siempre he querido que me dé atención, que me dedique un espacio. Pero no. Nunca puede. Nunca tiene tiempo.
—Cherry no empecemos. Empaca las cosas. —ordenó señalando mi armario.
Suspiré con cansancio.
—Vale, pero cuando termine esas doscientas horas volveré a casa y no me podrás impedir nada. —la señalé, enojada.
—Serán sólo veinticinco días entonces.
—Exacto.
—Vale. Cariño. Comienza a empacar.
Y salió de mi habitación.
Miré a mí alrededor con lágrimas en los ojos, al parecer nadie me entiende.
—Al paracer nadie me quiere... ¿Cierto Michael?
El poster de Michael Jackson no podía responderme, pero deseaba que sí pudiera.
La impotencia me estaba consumiendo, pero aún así tuve que empacar mis cosas y llamar a Conan para decirle lo mucho que lo extrañaría, y que volvería en un mes.
Conan es mi novio. Estaba conmigo el día del accidente pero de algún modo logró librarse de los cargos, yo no tuve la misma suerte.
Mi madre dice que es una mala influencia para mí, pero la verdad es que Conan me da todo el amor que necesito.
Es una luz al final del túnel.
***
Yo me imagino a Cherry así:
Pero ustedes son libres de imaginarla cómo quieran :)¡ Gracias por leer amores !
ESTÁS LEYENDO
Espacios Vacíos ©
ChickLit¿No es gracioso cómo todo puede terminar en un segundo? Es cómo soplar un castillo de cartas. Lo que tardaste, puede que años en construir, se destruye en un minuto de descuido. ** Espacios Vacíos es una historia de reflexión, de crecimiento persona...