Capítulo I

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Ciudad Gótica.

Hospital General de Gótica. 11:30 am.

—No es ni medio día y ya está como agua para chocolate —. Una de las enfermeras veteranas hojeaba aburrida una revista sobre muebles.

—Uff, ni lo digas, hoy está más insoportable de lo normal —. Respondió otra de las enfermeras, su tono quiso sonar fastidiado, pero en el interior estaba que temblaba peor que maraca.

—Agh —gruñó el intendente. —Qué fastidio, hoy será un día de esos en los que nos hará la vida un infierno.

—Y eso, ¿qué tiene de novedad? —rezongó uno de los enfermeros más jóvenes, no llevaba ni medio año y estaba tan harto y amargado como sus compañeros.

—Ese niño necesita conseguirse una novia —dijo la enfermera de la revista entre risas.

—Oh, ¿tú crees? —Se burló el enfermero. Todos comenzaron a reirse a carcajadas hasta que oyeron los gritos de furia, y fue cuando se atragantaron con la risa.

—Oh diablos, ¡ahí viene! —alertó el enfermero con horror.

—¡AaaaAAAAH! —a una de las enfermeras nuevas se le escapó un chillido de terror, la pobre ya estaba tan traumatizada que con solo oir el nombre se le bajaba la presión.

—¡Yo me largo! —gritó el intendente recogiendo sus cosas y huyó del lado contrario a los gritos.

—¡¡ROBERTSOOOON!!

—Que Dios nos ampare. —Se persinó la enfermera de la revista que había botado, por el susto, su revista afuera de su escritorio y se apresuraba a recogerla y volver a sus deberes.

—¿DÓNDE DIABLOS ESTÁN LAS MEDICINAS QUE TE PEDÍ HACE MÁS DE MEDIA HORA?

—Mucha suerte —. Le susurraron lastímeramente sus compañeros al enfermero y siguieron con lo suyo.

—Yo-yo, a-aún no las en-en-cu-cuentro, doctor —el pobre enfermero tartamudeaba y temblaba, sin querer, del miedo.

—¿Y tú crees que chismeando con tus amigos lo vas a encontrar....? —El joven doctor estaba a punto de explotar.

—No-no Doc-Doctor Wayne.

—Entónces, ¡¡LÁRGATE A BUSCARLAAAAS ANTES DE QUE TE DESPIDAAAA!!

—S-sí doc-doctor Wayne — asintió mientras seguía temblando para luego salir corriendo por las medicinas.

—¡¿Y ustedes qué miran?! ¡A TRABAJAR! Que no se les paga para estar holgazaneando. ¿Y tù? —dirigiéndose hacia la segunda enfermera. —¿¿DÒNDE DIABLOS ESTÀ EL RESIDENTE?? ¡DEBIÓ ESTAR HACE HORAS AQUÍ! —gritó rojo del coraje.

—No lo sé, doc-doctor, no se ha presentado aún.

—¡MALDITA SEA! ¡¿ES QUE TENGO QUE TRABAJAR CON UN MONTÓN DE INEPTOS SIEMPRE?! —se fue hecho un huracán directo hacia la oficina del director.

Una vez que desapareció del pasillo una de las enfermeras nuevas se desmayó de la impresión. Los demás estaban blancos como el papel. Definitivamente iba ser un día de esos.

En la oficina del director del hospital,
Damian Wayne entró hecho una furia a la oficina.

—Lucius, ya he tenido suficiente castigo al tener que trabajar con tantos incompetentes, no quieras agregar otro a la lista.

—Como siempre, es un gusto verte, claro que puede pasar, Doctor Wayne—, comentó con sarcasmo. —Y, ¿te refieres al residente?

—Sí —, contestó indignado, —debió haber llegado desde la 9, y no está aquí, no creas que le tendré consideración. Es más, avísale que ni se le ocurra poner un pie en este hospital —dijo sin más miramientos y con tono terminante.

Lucius carraspeó haciendo caso omiso a su amenaza.

—Lamentablemente, para tí, joven Wayne —, Lucius le dió unos golpecitos a la placa en su escritorio. —Aquí claramente dice "Lucius Fox, director general", no "Damian Wayne". Así que el único que puede despedir, en este caso, prescindir de un trabajador, soy yo.

Damian estaba rojo de la vergüenza y la rabia contenida.
—Si es así como un residente toma su trabajo, ni me imagino como lo hará cuando tenga pacientes.

—Damian —, dejando de lado las formalidades. —Lo que me pides, no lo haré —. Damian estaba a punto de protestar y Lucius levantó una mano para hacerlo callar. —En primer lugar, porque yo mismo le pedí que se presentara al medio día, él no viene a trabajar hoy... —Damian de nuevo iba a discutir y de nuevo Lucius lo hizo callar —... la intención de su visita es para conocer este establecimiento y se familiarice con él, lo que menos queremos es que un residente se pierda por los rincones de este hospital y, como tú bien sabes, eso sería grave y perjudicial, ¿estarás de acuerdo?

Damian se relajó solo un poco y a regañadientes asintió con la cabeza.

—Bien, ahora aclarado to- —se interrumpió dándose una ligera palmada en la frente. —Lo olvidaba, en segundo lugar, no puedes, bajo ninguna circunstancia, sacarlo de tu zona, en el caso de que cometa un error, de todas formas es nuevo.

—No prometo nada.

—Oh, no te estaba preguntando. Simplemente te está prohibido.

—Tú a mí no me dirás lo que es bueno o malo para este hospital...

—De hecho, sí puedo, ya que yo soy ahora el director. No puedes despedir al residente simplemente por el motivo de que fue tu padre el que lo prohibió.

—Que mi padre, ¿qué? Él no tiene que- comenzó a discutir.

—Oh, vaya que lo tiene, él es ahora el dueño de la mitad del hospital y su más antiguo beneficiario. Asi que sí, tiene todo el derecho de mandar sobre este.

—Bien, en ese caso, yo tampoco prometo que lo trataré bien o que no lo presionaré al límite solo porque sea un favorito de mi padre.

—Hmm —. Lucius ahogó una risa. —El señor Wayne tiene muy fuertes motivos para ayudar a este joven, así que si no quieres verte envuelto en una discusión con tu padre, te sugiero que te lo pienses dos veces antes de tratarlo mal.

—Ya veremos... —dijo con tono afilado y se dirigió a zancadas hasta la puerta de forma violenta, estaba a punto de azotarla hasta que Lucius lo llamó. —¿Qué? —Lo voltea ver y lo encontró viendo sus papeles por debajo de sus gafas.

—Si te dijera el nombre del residente... muchas cosas cambiarían —. Sin previo aviso, Lucius soltó el nombre del nuevo residente. Damian se tensó perceptiblemente para luego en menos de un segundo volver a recuperar la compostura.

—No —. Susurró. —No cambiaría nada.

Ahora sí que Lucius lo observó y antes de que Damian cerrara, sonrio y dijo:
—Sí, sí que cambiará.
Damian alcanzó a escucharlo, no dijo nada, y cerró la puerta con un leve chasquido.

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