SINOPSIS

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El sol quemaba como nunca antes sobre la parte superior de la increíble fortaleza que poseía Merida Dunbroch. Era imponente, roja resplandeciente, y con formas que asombraban a cualquiera en el mundo y en el universo mismo. La chica adoraba su creación, y por ello mismo para las típicas reuniones de The Big Eight siempre insistía para que todos asistieran a ese lugar y pasaran un buen rato.

—¡Por Dios, Merida! ¡Engordaste demasiado en estos días! —gritó asustado un chico de pelo blanco pasando al lado de la llamada, entrando a la sala amueblada de varios colores y texturas.

—¡Cierra la boca, Frost! Que sólo porque Hiccup lo pidió fuiste invitado —le ordenó la chica dándole una palmada en la nuca a su amigo—. Además queríamos que Elsa viniera. ¡Hola, Elsa querida!

Entró una chica rubia— Hola, Merida. Me alegro mucho por verte otra vez. No pienses en lo que Jack dijo, te ves más maravillosa que nunca —decía todo alegre, aunque con su toque de educación.

—No, no te preocupes. Le haré caso, Elsa, sólo por ti —fingió una cara de dolor emocional—. Sé que ser novia de un necesitado de atención es una gran carga para ti.

—¡Hey! —se escuchó el reclamo del peliblanco desde el sillón principal— ¡Necesitado de atención tu caballo!

—¡No metas a mi mejor amigo en esto, anciano! —gritó Merida, a punto de ir a golpearlo, pero una mano la detuvo.

—¿Mejor amigo? ¿Y yo qué soy entonces? —hizo la pregunta un castaño alto, con una tristeza en broma.

—Eres Eugene, y por consiguiente, la segunda persona que peor me cae, después de Jack —le contestó con una sonrisa.

—Eres demasiado malvada conmigo, pero aquí entre nos —se acercó a su oreja—, concuerdo en que Jack es el peor.

—Te escuché, ladronzuelo de pacotilla —alzó la voz el mencionado.

Elsa ya se había introducido por completo a la casa, después de saludar a todos, se sentó al lado de Jack. Eugene hizo eso mismo, pero en lugar de sentarse al lado del de pelo blanco, lo pateó y finalmente se sentó en un sillón de dos, esperando a Rapunzel.

—Veo que sigues odiando a mi esposo —comentó Rapunzel después de darle un beso en la mejilla a Mérida.

—No lo odio, así muestro cariño. —respondió después de una carcajada limpia.

—Fingiré creerte —y así la chica se acercó a su marido, sólo para sentarse junto a él.

Un enorme torbellino entró a la sala, haciendo caer a Merida de la impresión, ese torbellino tenía nombre y apellido: Anna Arendelle.

—¡Hola a todos! —gritó, sobre los hombros de su esposo, Kristoff.

—¿Kristoff, qué haces cargando a Anna de esa manera? —le preguntó Eugene, señalándolo.

—Ella me lo pidió —contestó con vergüenza.

—¿Y eres su sirviente o qué? —se entrometió Jack.

—Tú cállate —exclamó Anna—. Si yo quisiera con un par de oraciones, Elsa te dejaría. Soy muy convincente.

—¿Cuándo lo entenderán? ¡No somos nada! —dijo la platinada, roja como una manzana del árbol que tenía en el jardín Merida.

Jack la miró significativamente, pero no dijo nada, además, Elsa no le devolvió la mirada, pues estaba demasiado avergonzada.

—Realmente, no es su sirviente, pero es su marido —siguió Jack—, que es básicamente lo mismo.

Torneo del Poder - The Big EightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora