Capítulo 2: Chica Rebelde

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Kiara

Iba corriendo por los pasillos del instituto, de camino a la clase del profesor Augusto. Ese hombre no me soporta y ya me había dado un ultimátum claro y preciso como la verruga que descansa sobre su labio superior: a la próxima falta o tardancia que tuviera, detención no sería mi destino, sería la expulsión permanente de su clase.

Literalmente jadeaba mientras atravesaba pasillos, esquivaba puertas de casilleros abiertas y subía escaleras. Me parecía que semejante maratón era pedirle demasiado a alguien que había desayunado solo media tostada.

A pesar de todos mis intentos, acabé llegando tarde de todas formas. El Instituto Styles se ubica en el centro de la ciudad, sin embargo yo vivo en las afueras de esta, así que las tardanzas durante la primera hora de clases poco tenían que ver con que se me pegaran las sábanas. Dicho sea de paso, en mi barrio no abundan los autobuses y para llegar medianamente a tiempo tendría que despertarme a las cuatro de la mañana. Genial, ¿no creen? Nótese el sarcasmo.

Irrumpí en el aula, jadeante y algo sudada y, como siempre, interrumpí el inicio de la clase, por lo tanto todos me miraron para luego volver a sus asuntos. Con asuntos me refiero a cualquier cosa menos prestarle atención al cuarentón gruñón que nos imparte la asignatura.

—Srta. DeRavin ¿estas son horas de llegar? —me reprendió el larguirucho profesor tan pronto reacomdó sus anteojos sobre el puente de la nariz aguileña.

En serio, ¿cómo es que no hay un solo rasgo de ese hombre que sea rescatable? Dios, qué feo.

Augusto McCann, mi versión personal de Hitler, aunque aquí se le conoce como el profesor de Historia de segundo año. Es estricto, malhumorado y cruel. Para sacar un diez en su asignatura solo tienes cuatro opciones: ser nerd, copiar, averiguar las preguntas del examen o hacer un pacto con el diablo. Nunca me ha tolerado y juraría que se prometió a sí mismo hacerme la vida imposible hasta que me gradúe. Según se comenta, escoge a un alumno "favorito" cada año y, como si mi mala suerte habitual no fuera suficiente, esa alumna acabé siendo yo.

—Sr. McCann, por favor, solo déjelo pasar por esta vez —supliqué, con lo que me jode hacerlo, juntando ambas manos. Después de todo lo que corrí sería una hijeputada no dejarme entrar.

—Usted sabe la respuesta incluso antes de hacer la pregunta —zanjó cortante y supe que no habría nada que lo hiciera cambiar de opinión.

Ojalá le dé un ataque de diarrea en su próxima primera cita.

Dios, ¿a quién engaño? ¿Quién en su sano juicio iría a una cita con ese esperpento?

Me fui resignada —y maldiciendo internamente a la versión académica de Gargamel—, ese idiota me odia.

Me marché directo a la dirección, pensando en el camino los argumentos que emplearía en mi defensa basados en mis notas generalmente buenas, excepto en Historia, claro. No era precisamente la chica con mejor conducta y mucho menos la más educada, pero procuraba que académicamente me fuera bien.

La directora se encontraba sentada tras su escritorio, con las manos entrelazadas y la barbilla reposando sobre el dorso de las mismas, como si me esperara. Para ser sincera, ambas lo veíamos venir. Suelo pasar mucho tiempo en la dirección y en detención, incluso más que en clase. Soy lo que llaman "chica rebelde". Ok, quizás sea contestona, mal hablada y deteste acatar órdenes estúpidas, pero no soy una criminal juvenil.

—Toma asiento, Kiara —me invitó la directora, observándome como si estuviera harta de verme la cara. Por cierto, el sentimiento era mutuo.

—Sra. Directora, yo...

Gemela Secreta [RESUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora