Capítulo 1.

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NOTA DE LA AUTORA: Al principio siempre va a estar el número de capítulo, el nombre del narrador y en algunos casos, la fecha y la hora.

CAPITULO 1.

ALAN.

Nadie hace caso a los compromisos de hace años. Normalmente dicen que lo cumplirán en un futuro, pero no sucede. Ojalá se pudiera decir lo mismo de mi caso.

Recuerdo vagamente cuando volví a casa luego de un emocionante campamento de verano para niños de 10 años y le conté a mi madre que habíamos planeado volver a encontrarnos seis años después, el 14 de enero, durante el inicio de las últimas vacaciones de verano antes de terminar la secundaria. Se emocionó tanto de que había hecho amigos, que lo anotó y me lo recordaba constantemente.

Hoy, 14 de enero, se acerca una semana de campamento con personas casi desconocidas que no vi por seis años.

Mi madre chillaba de la emoción cuando bajé del auto y ahí estaba: el bosque sin nombre que recorrimos a los diez años, y en memoria a los buenos tiempos, lo recorreríamos durante una horrible semana.

Al llegar, ya estaba la que era más estúpida y pretensiosa de todo el grupo (y tenía pinta de seguir siéndolo): Victoria González. Llevaba su cabello castaño corto en una cola y sus simples ojos marrones me miraban analizándome, como si no pudiera recordar quien era yo.

-¿Matías? Casi no te reconozco, estás mucho más alto. Al menos viniste, creí que no iba a venir nadie. Pero ahora apareciste tú.- dijo. No le repliqué que aquel no era mi nombre, quería ver cuánto tardaba en darse cuenta de que yo no era Matías.

La verdad es que si había cambiado mucho en los últimos años. Crecí unos cuarenta centímetros como mínimo y cuando tenía diez era un flacucho enclenque. Mi madre le decía a todo el mundo que tenía un hijo muy guapo. Suena terriblemente patético, siempre me lo comenta mi mejor amigo, Trevor (sí, tengo amigos, aunque no lo parezca).

Yo no me consideraba una persona fea, pero no era el dios griego que mi mamá presume. Mido un metro ochenta, soy rubio con algunos mechones marrones, y tenía unos sencillos ordinarios ojos color café. No soy musculoso. La verdad es que no hay mucho para presumir.

-Em, sí. Me alegro de que hayas venido, Victoria.

Pasó una buena media hora de escucharla hablar de estupideces hasta que llegaron casi todos juntos. El primero en llegar fue el verdadero Matías, y fue muy gracioso ver su cara cuando se dio cuenta de quién era yo.

-Hola- dijo Matías al llegar- perdón si llego tarde, había muchas cosas para hacer y muy poco tiempo durante la mañana- sonrió.

-¿Y tú eres…?-dijo Victoria mirándolo con desagrado. Seguramente creyó que era yo, Alan Velmont, al que nunca suportó en toda su patética vida. La verdad es que nosotros si nos parecíamos bastante, aunque no éramos iguales. Yo era más alto y él se cortaba de manera distinta el cabello, que no tenía mechones marrones. Obviamente no somos gemelos de cara, pero solo alguien medianamente cercano a nosotros puede notar las bastante visibles diferencias. Él tiene ojos grises y nariz más recta. Ahora que pienso no nos parecemos tanto.

-Matías.- Victoria me comienza a mirar con asco y fascinación a la vez; como si no pudiera creer que delante sus ojos estaba yo: seis años más, altura y ya no parecía el chico rubio flacucho que no sabe agarrar una pelota. Yo también habría estado asombrado.- Oh, vamos Tori, no me digas que lo confundiste conmigo. Otra vez.-

Ella me miraba atentamente.

-¿Cómo no me di cuenta? Dios, Alan, eres tú. No séqué decirte, te ves… diferente.-

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