Desvelos

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   Harry estaba parado en el Gran Salón. Era de noche y no había ruidos. Miró a su alrededor y vio que Remus y Tonks se acercaban a él; se los notaba cansados pero felices. Lupin llevaba un bebé de cabello turquesa en sus brazos. De pronto levantaron la vista y miraron a Harry con terror. Este había levantado su varita sin darse cuenta y los estaba apuntando con un gesto amenazador. Tonks tomó al bebé y lo dejó en un colchón de mantas en el piso.
Miró a Harry, que seguía apuntándoles y le rogó "cuídalo". Se hizo una pausa larga en la que Harry luchó con todas sus fuerzas por bajar la varita; se retorció, gritó y les suplicó que lo perdonaran. El silencio de la noche terminó de romperse cuando se escuchó a sí mismo pronunciar "¡Avada Kedavra!". Sin poder evitarlo, un chorro de luz verde salió de su varita hacia Lupin y Tonks, y Harry despertó.
      Se incorporó con dificultad y tanteó en la oscuridad buscando sus lentes. El sudor frío y pegajoso que le empapaba la frente lo obligó a levantarse y prender el velador.
   Habían pasado casi dos meses desde la Batalla de Hogwarts y las pesadillas le eran recurrentes. Ya no eran visiones, ni advertencias. Se limitaban a aparecer en su cabeza los recuerdos tormentosos de las muertes de sus amigos y familia. Los veía morir ante sus ojos de formas distintas todas las noches, pero había algo que nunca cambiaba: él siempre era el culpable de que sucediera.
   Tomó el desiluminador de la mesa de luz de Ron y apagó el velador para que la luz no molestara a su amigo. Fue hasta el baño y vio por una pequeña ventana que estaba aclarando. Decidió bajar y hacerse un desayuno. Intentando hacer el menor ruido posible fue hasta la cocina de La Madriguera, encendió un par de velas y puso agua a calentar. Un minuto después lo sobresaltó un ruido seco. Escuchó los pasos sigilosos de alguien que caminaba hacia donde estaba él. Sin pensarlo dos veces sacó la varita y se colocó alerta a cualquier movimiento. Una silueta voluptuosa y desconocida emergió de la sala de estar. Harry aferró aún más fuerte su varita y...

   -Bueno, Potter-dijo Ginny, con una sonrisa sórdida dibujada en su cara-. Debo decir que esperaba un mejor recibimiento.

   Estaba envuelta en una manta gris. Harry bajó la guardia y guardó la varita avergonzado.

   -Lo siento. No te vi cuando bajé y tu sombra era espeluznante, pensé que podrías ser cualquier cosa.- Intentó forzar una sonrisa pero desistió rápidamente.

   Ginny fue a sacar la pava, que había comenzado a silbar, y echó el agua caliente en dos tazas para preparar café.

   -Qué formas más extrañas tenemos de encontrarnos. Casi pareciera que quisiéramos hacerlo- dijo, llevando el café a la mesa y comenzando a cortar tajadas de pan para tostar.

   Harry entendió a qué se refería. Durante todo este tiempo él y Ginny se habían cruzado en los momentos y lugares menos esperados: en las oficinas del Ministerio de la Magia, en la -ahora restaurada- heladería Florean Fortescue, saliendo de ducharse, yendo y volviendo de visitar a Hagrid, o incluso anotándose en el equipo de reparación del campo de Quidditch de Hogwarts sin saber que el otro también lo había hecho. Aunque vivían bajo el mismo techo, compartían pocos momentos y siempre muy casuales cuando estaban en la casa. Todavía no había encontrado la forma de retomar su vínculo, y le costaba formular conversaciones interesantes cuando charlaban. Parecía que toda la confianza que se habían tenido en algún momento se había esfumado en el tiempo que habían estado distanciados, y Harry odiaba pensar que quizás jamás la recuperarían.
   Ginny, por su parte, tampoco parecía muy dispuesta a revertir esta situación. Solía responderle de un modo distante, o forzar una sonrisa cuando lo veía. Estaba muy lejos de ser la muchacha divertida y habladora de hacía un año. Ahora, en cambio, se mostraba callada y pensativa la mayoría del tiempo y cuando se dirigía a las personas lo hacía de forma seria y concisa. Esta era la primera vez que Harry la escuchaba hablar con ironía en mucho tiempo, y había sido para burlarse de él. Ignoró el pequeño dolor que eso le producía y pensó que se debía solamente al absurdo de la situación, y que pronto volvería a tratarlo como lo hacía siempre últimamente.
   Pero Ginny siguió hablando:
   -Lo siento, no quise ofenderte. Pensé que visto y considerando que somos los únicos que estaremos aquí durante todo el día, podría ser bueno que volviéramos a tratarnos como si nos conociéramos-. Sacó el pan del fuego y le dio un sorbo a su café. Le sonrió a Harry; esta vez parecía auténtico.
   -¿Los únicos? -preguntó Harry-. ¿Dónde estarán los demás?
   -Bueno- dijo Ginny, dándole un mordisco a su tostada-, papá tiene trabajo en el Ministerio, mamá seguirá ayudando en las cocinas de Hogwarts, George irá a visitar a Angelina, y Ron y Hermione tienen una cita.
   Harry casi escupe el café.
   -¿Una cita? ¡Pero si se la pasan juntos de acá para allá!
   -Supongo que necesitan hacer algunas cosas más... ¿convencionales? No los juzgo. Hace dos meses que salen y ya viven juntos.
   Sonrieron. Ginny tenía razón. La relación entre Hermione y Ron había avanzado a pasos agigantados, y aunque se querían y se los veía felices, necesitaban tiempo y espacio para hacer las cosas a su manera.
   De pronto Harry se percató de la hora que era.
   -¿Qué haces despierta tan temprano?- preguntó con interés mientras se terminaba el café.
   -No eres el único que no puede dormir- respondió ella. Enjuagó las tazas, dio media vuelta y enfrentó a Harry. Sonrió y Harry creyó distinguir un dejo travieso en sus ojos-¿Quieres ver qué hago para remediarlo?

Lo que es correcto (y lo que es fácil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora