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|Viaje a Oxford|

De todas las personas que hay en este mundo, ¿Por qué tenía que ser justamente él?

¿Soy la única a la que le pasa que mientras más apurada estoy, más lento pasa el tiempo?

Eso me estaba ocurriendo en estos momentos mientras esperaba, sentada, abordar el avión.

Ayer me enteré la peor noticia que me podía imaginar, que es el hecho de pensar que Gastón Périda, el chico más importante en mi vida, estaba desaparecido. Decidí tomarme el primer vuelo a Inglaterra, pero ayer todos los aviones ya estaban saturados.

Noche de llanto incontrolado, ganas de suicidarme, pensamientos deprimentes y teorías sobre lo que pudo haber pasado. En eso básicamente se describió al momento que me recoste en mi cama. Y ahora estaba aquí, con una maleta simple, unas ojeras que ni siquiera un corrector puede disimular, y un sueño que me carcome hasta las venas, esperando abordar el mísero avión.

El tiempo pasaba demasiado lento para mi gusto; o tal vez era el hecho de que mi mente ya se encontraba en Oxford abrazando a mi queridísimo novio. Pero ese es un hecho que demorara demasiado en aparecer.

—Disculpe señorita—escuché una dulce voz y no tuve de otra que levantar la vista.

—¿Que pasa?—traté de sonar amable.

—Tenga—me entregó un pañuelito descartable y muy dudosa lo acepté—Es que con mi mami la vimos muy triste—me sonrió y se dio la vuelta para abrirse paso a su madre.

No pude evitar sonreír ante el acto de esa dulce niña, lo cual me hizo acordar a una frase que Gastón siempre me decía. "Los niños son angeles sin alas, que los trae el cielo para ser más buenos".

Gastón; sonreí al recordarlo; siempre con una sonrisa. Viendo el lado positivo de las cosas; se enojaba cada vez que alguien cometía una injusticia pero se calmaba al pensar de que el karma lo resolvería, y que al final para el bueno de la historia le ayudará a crecer en el pensamiento.
Lo extraño. Demasiado.

Al fin después de tanto esperar y como unos siete pañuelos que me compartió esa dulce princesita, abordé el avión. Ahora solo me restaba llegar lo más pronto a Inglaterra y averiguar qué diantres le ocurrió a Gastón. A mi Gastón.

Cerré los ojos un momento pero unas manos toqueteando mi rostro me hicieron abrirlos; para encontrarme con la bella princesa de los pañuelitos.

—Parece que seremos compañeras, ¿Quieres jugar?—me sonrió y no pude evitar imitarlo.

—Esta bien, juguemos.

—¿Cómo te llamas?—me preguntó tomando su pequeña mochila de Toy Story 3.

—Nina-sonreí—¿Y vos?

—Yo soy Izel—sacó un muñequito de su mochila. —Este es para vos—me sonrió.

Lo tomé enternecida y empezamos a jugar a que éramos vaqueras intergalácticas que salvan el mundo.
Me estaba divirtiendo demasiado a pesar de que Gastón vagaba por mi mente en cada momento. De seguro que a él también le encantaría estar jugando con nosotras.

Sin darme cuenta el tiempo ya había pasado y me tocaba bajarme del avión. Me despedí de la dulce Izel y de su madre quien me agradeció el que jugara con su hija, ya que ella debía trabajar apenas descendiera y era muy cansador este viaje.

Le sonreí y le aclaré que la verdadera agradecida era yo. Después de eso ellas tomaron su camino y yo me encargué de seguir el mío. Tomé el primer taxi que vi y le di la dirección indicada por la madre de Gastón; que según ella me explicó, es el hotel donde se está hospedando mientras ocurría la investigación del caso.

Bastó segundos nada más para que dejara todo en esa simple habitación y me tirara a descansar. Cerrar los ojos e imaginar que sucedería a partir de ahora. ¿Estará bien?¿Qué le pasó?¿Por qué?

Mi mente sinceramente no quería descansar, solo quería respuestas. Es que justamente ¿por qué yo, de tantas personas en el mundo, tenía la capacidad de pensar en millones de posibilidades negativas en un minuto?¿Por qué?. La única respuesta lógica que encuentro a eso es que, el universo me odia.

En eso se basó mi segunda noche de preocupación. Y ahora, mientras me cambiaba, no paraba de recordar a Gastón. Sus besos, sus caricias, sus palabras, a él, lo extrañaba sencillamente a él.
Salí de lo que sería mi cuarto de hotel por estos días y caminé hasta el ascensor. Presioné el botón que indicaba la planta baja y me dispuse a esperar a que bajara. Una vez en el hermoso vestíbulo, me senté en uno de los sillones a esperar a la señora Périda; luego de varios suspiros y ordenarle a uno de los que trabajaban allí si podía traerme un café bien cargado, la anterior nombrada ocupó toda mi visión con su cara angustiada.

Estoy segura de que yo me veía igual de mal que ella.

No dudé ni un segundo en levantarme y correr hacia ella. Al abrazarla ya no entendía quien consolaba a quien, pues ambas estábamos devastadas. Pedí un café para ella también y esperamos en silencio a que los trajeran. No sabíamos cómo empezar. Es que... ¿Como se empieza? ¿Como se habla? Nunca pase por esto antes.

—Bien., de seguro, quieres saber cómo desapareció ¿O me equivoco?—dijo y noté por su voz, que tuvo una noche idéntica a la mía, de llanto y solo llanto.

—Así es, no se equivoca—ni siquiera empezamos a hablar y mi voz ya estaba cortada.

—Te contare todo—murmura—y luego iremos a la comisaría, a ver si saben algo

Y ese me parecía uno de los mejores planes que había escuchado en mi vida.

—Eso es lo que se cree—terminó de relatar—y ya hay varios que lo estan dando por muertos, pero es todo muy reciente así que la búsqueda continua—susurra.

Me quedé callada. Tildada. En shock. Como quieran llamarle. No podía asimilarlo asi, no podía creerlo. No podía aceptar esto.

En estos momentos la persona más importante en mi vida puede estar muriendo quien sabe donde, en una playa o en el mismísimo mar.

No. Esto no podía estar pasando. Tiene que ser una pesadilla.

Una pesadilla de la cual quiero despertar en este instante.

¿Qué Será De Él? |✔|《Gastina》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora