Parte única

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1- Este oneshot tiene spoilers BASTANTE grandes del manga hasta el capítulo 70 aproximadamente. Tiene spoilers pequeños sobre el pasado de Iguro, también, lo que hemos estado viendo actualmente en el manga.

* * * *


—No me lo creo —siseó Iguro Obanai tras la repentina noticia del cuervo.

Kaburamaru se agitó alrededor de su cuello. La serpiente estaba más inquieta que de costumbre; no era para menos. Como si pudiera sentir lo que Iguro sentía en ese momento —¿qué sentía realmente?—, o como si fuera capaz de comprender lo que el cuervo graznaba sin cesar, ese conjunto de palabras que deseaba ser capaz de acallar:

«¡Rengoku Kyojurou ha muerto!» repetía el cuervo. «¡Fue asesinado por la luna superior número tres!».

Iguro optó por bufar al escuchar esas palabras.

Pues no, pensó. No me lo creo en absoluto.

Y no sabía si no se lo creía o es que no quería creerlo. La línea era demasiado delgada de trazar. Pero a medida que el cuervo repetía de manera incesante su funesto anuncio, el cuerpo de Iguro comenzaba a tensarse ante la inseguridad de que, tal vez, aquello no era un error como pensaba.

No es posible, continuó la necia voz de su interior. Rengoku no moriría.

Él no podía morir. Iguro Obanai sabía muy bien que no era correcto que existiera un mundo donde Rengoku Kyojurou estuviera muerto.

Simplemente porque no tenía sentido. Lo imaginaba carcajeando por los jardines de Oyakata-sama, con su llameante cabello y su singular capa ondeando por el viento, tan imponente e incandescente como solo él conseguía hacer.

Cuando Iguro imaginaba la grandeza que rodeaba a Rengoku y la brillante estela que dejaba a su paso, le era todavía más difícil creerse que el mundo había perdido un poco de esa luz.

En algún punto de la mañana, el cuervo dejó de graznar. Iguro no supo si se fue para advertir a alguien más de lo que acababa de ocurrir, o si simplemente se cansó de tratar de convencer a un testarudo como lo era él.

El sol golpeaba fuerte aquella mañana. Había salido otra vez —como si no supiera lo que acababa de ocurrir, o peor aún: como si le importara un rábano que Rengoku Kyojurou ya no transitara el camino de los vivos.

Aquel pensamiento hizo que el pecho de Iguro se oprimiera. No iba a llorar. Ni siquiera era capaz de recordar cómo se sentía una lágrima resbalando por su mejilla.

Pero su mente estaba en blanco, y su corazón no es como si supiera mucho qué hacer además de seguir bombeando sangre a través de todo su cuerpo.

Lo mejor que tengo [ObaMitsu] - KIMETSU NO YAIBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora