Assassin's Creed Drabbles

Sick [Jacob × Arno]

Estaba desconcertado, asqueado, y con un incómodo sentimiento de corazón roto, y todo aquello lo provocaba un sólo hombre. Arno Dorian.

Su relación con él era... complicada. La primera vez que lo vio, bastó para quedar prendado del encantador esposo del dueño del bar donde tocaba, y aquello estaba mal, lo sabía, pero no podía evitar que las pulsaciones de su corazón aumentaran sólo con un intercambio de miradas.

Y luego, se supo correspondido. Una de las noches en que Shay había tenido que salir a encargarse de otros negocios que tenía más allá del pequeño bar; Arno se acercó a él luego de la presentación con su banda. No era la primera vez que intercambiaban algunas palabras, pero sí la primera en que el joven francés le invitaba un par de tragos, sus ojos, chocolate, le miraban con intensidad, y su mano, por debajo de la mesa, se posó de forma inocente en su rodilla.

De alguna manera, había terminado en el hogar de Dorian, en la cama que este compartía con Shay, haciendo lo que Shay debía haber hecho. Tuvo a Arno, y aprovechó cada minuto en que tuvo el privilegio de reclamar ese cuerpo como suyo, en la cama, contra la pared, y una vez más, en la mitad de la noche, en la ducha.

Luego de un par de encuentros más, aprovechando la ausencia de Cormac, Arno decidió parar aquello, no por que no amara a Jacob, sino porque temía que Shay descubriera aquello, y desde luego, no podía arriesgarse a cambiar todo lo que Shay podía darle, no por un futuro incierto con un músico que a sus veintiséis seguía tocando en el mismo bar.

Jacob lo supo desde el inicio, aquello no debía ser, y ahora, sólo le quedaba ver a Arno, sentado en las piernas de Cormac, dejando que este pasara con lascivia sus manos por las suaves curvas del francés; haciéndole recordar que él mismo, había tenido la oportunidad de estar así con el castaño.

Esa noche, al terminar la última canción con su banda, tomó sus cosas, sin darse el tiempo de beber algunas copas junto a su amante y el dueño del bar; salió por la puerta trasera, y decidió, que quizá lo mejor era no mirar atrás.