Katsuki se estaba viendo fijamente en el espejo de su baño, contemplaba de manera paciente el reflejo borroso y torcido que le dedicaba tal objeto. Las marcas de sus manos y de sus huellas se fijaban siempre ya que el vapor empañaba el cristal, el tenía que deslizar su mano una y otra vez en éste para poder ver cómo y dónde deslizar la cuchilla por sus mejillas.El agua caliente del lavamanos corría llevándose la espuma de afeitar, y también una que otra gota de sangre de su rostro.
Sin moverse de lugar, toma una toalla de la puerta estirando su cansado brazo; frota la aterciopelada tela azul contra su rubia barbilla y contra su grueso cuello de tono carmín. Vuelve a ver el espejo, vuelve a quitar el vapor.
Del perchero de la puerta color caoba toma una chaqueta negra perteneciente al saco que yace plastificado para por protección. Estirando sus brazos, los coloca dentro de las mangas, la chaqueta se desliza hasta calzar por completo su parte superior. Con algo de dificultad ata la negra corbata para hacer un nudo. De manera molesta, le dedica una sonrisa arisca al borroso espejo, distinguiendo su figura atlética acostumbrada a lo holgado, ser embutido en el apretado traje color carbón, perfecto para tan desdichada ocasión.
Eleva su mirada, hace un nulo intento de suavizar su asesina mirada rubí pero no puede. En cambio el espejo, le muestra la fotografía de un Katsuki Bakugou desecho con la mente hecha pedazos, con las emociones confundidas y una mirada homicida... En un traje rentado y con vaselina en el cabello.
Al cerrar la llave del agua caliente y salir del baño se dirige a la puerta principal, deteniéndose en seco. Con las llaves en el bolsillo y con la mano en el picaporte se cuestiona sobre su posición:
«¿Enserio es necesario ir?»
Claro que lo es, si no fuese sería un horrible mounstro.
Con la cabeza hecha lío y con el orgullo a punto de morir, levanta la cabeza de manera altiva y se fija una mueca en el rostro. Sale del apartamento, inmutable.
Pidió un taxi.
Ya en el automóvil, se remueve incómodo en el asiento, ansioso.
—¿Hacía dónde? —demandó saber el conductor—.
—A la funeraria Kioku, por favor.
Quisiera pedir disculpas, por la ausencia de 'A la Merced de los Callejones'. Ésta nueva historia es una práctica, para no cagarla en la omegaverse.
Un saludo si eres nuev@.
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|Distimia| ‹katsudeku›
أدب الهواةMidoriya Izuku sufre de depresión crónica. En un mundo donde no existe los poderes ni los superhéroes las personas tienen que enfrentar sus propias amenazas. Las mentales. Midoriya no se ama, no se respeta. Se asesina poco a poco al ponerse en situa...