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Caminaba deprisa mirando de un lado a otro entre las bancas esperando encontrarlo. Cuando giré hacia la izquierda, ahí estaba él sentado debajo de un árbol con una cajita de comida oriental en la mano izquierda y unos palillos chinos en su manos derecha, con solo ver la caja recordé cuando mi mamá y yo nos escapábamos de mi papá y de Hyunjin para ir a comer comida china sin que ellos lo supiesen.
Sacudí mi cabeza para volver a lo que importaba. Caminé hasta estar a su lado derecho, él no se había percatado de mi presencia y con el nivel de ira que llevaba, lo único que se me ocurrió fue empujarlo con la suela de mi zapato. Sé que no estuvo bien, pero estaba molesta.
—¡Oye! ¿Qué te pasa? —dijo, haciendo su mejor esfuerzo para evitar derramar la comida. —El ramen está caliente, me pude haber quemado.
—¡¿Por qué demonios mi chica tiene novio?!
—Ah, eso, te dije que muchas cosas habían cambiado por el simple hecho de no haberse conocido —respondió riéndose.
—¿Crees que es chistoso? Tuve que verla con alguien más, dándose besitos, diciéndole cosas al oído y abrazados. ¡Todo el puto tiempo! — estaba bastante histérica. —¿Y tú te ríes? Me estoy muriendo por dentro por tú culpa. ¿Qué tiene eso de chistoso? —grité, agachándome para tomarlo del cuello de la camisa y levantarlo del suelo.
—Si alguien tiene la culpa de esto, eres tú —me dijo con suficiencia, sin una pizca de temor a pesar de mi rabia.
— ¿Yo? ¡Pedí un estúpido deseo porque tú me lo pediste! —levantando mi puño a punto de golpearlo. —¡Ahora tengo el corazón hecho pedazos pensando que ahora mismo debe estarse manoseando con el imbécil de...!
—Bienvenida a su mundo —dijo, interrumpiéndome con la misma tranquilidad, soberbia y burla con la que decía todo, pero con esa frase... me derrumbó por completo. Bajé mi brazo. —Eso siente ella en tu realidad cada vez que se entera de tus andanzas. De hecho, creo que es peor, porque ella confiaba en ti ciegamente, en esta realidad a duras penas se conocen.
Él tenía razón. ¿Cuántas veces no le había hecho eso a Soojin? ¿Cuántas veces no había tenido que enterarse de lo que yo hacía cuando no estaba con ella? ¿Cuánto no habrá sufrido por mi egocentrismo y falsedad? Lo peor era que ella y yo si éramos novias, en esta realidad no somos absolutamente nada, y aun así duele, duele muchísimo.
—¿Entonces tú lo hiciste? —pregunté finalmente.
—No, lo hiciste tú —me contestó, volviéndose a sentar, yo imité su movimiento.
—Eso es ridículo.
— ¿Lo es? Piénsalo un momento, Shuhua. ¿De dónde conoces a Hoetaek? Vamos, piénsalo.
Me senté a su lado intentando hurgar en mi cabeza pensando lo que él intentaba insinuar. ¿Yo? ¿Cómo había podido ser yo la que lo hubiera hecho? ¿De donde conocía a Hui? Pensé por algunos minutos largos hasta que recordé de donde la conocía, pero seguía sin atar los cabos que, al parecer, eran obvios según Jin.
