Capítulo 1

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El lacayo, Roy, cogió su mano para ayudarla a bajar del carruaje y ella mostró su guante blanco de seda y su sombrilla plegada

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El lacayo, Roy, cogió su mano para ayudarla a bajar del carruaje y ella mostró su guante blanco de seda y su sombrilla plegada. Colocó un pie en el escalón y bajó exhibiendo su hermoso vestido. Envuelta por terciopelo verde y encaje beige hizo danzar su melena rubia bajo el sol de Cornualles. 

—Lady Silvery, bienvenida de nuevo a Lanhydrock House —reverenció sir Henderson, el mayordomo. 

—¿Me habéis echado de menos?

—Sí, milady. Sobre todo los niños.

—¡Mamá! ¡Mamá! 

Un coro de "mamás" se alzó . Se echó a reír y se abalanzó sobre ellos para abrazarlos con fuerza. 

—¡Alice!

Se giró con una sonrisa y vio a su esposo que seguía siendo el hombre más guapo de Europa con su pelo negro y sus imponentes ojos grises. —¡Hugo! —El futuro Conde de Cornwall la abrazó  y ella le correspondió con un corto beso sobre los labios. 

—¡Puagh! ¡Qué asco! —se quejó Arthur al ver a sus padres haciendo algo tan indebidamente repulsivo como besarse en los labios. 

—¡Jovencito! Modera ese lenguaje.

—Sí, papá...

—¿Cómo os habéis portado en mi ausencia? —Cargó a Aldara, su hija, con el fin de ver mejor sus enormes y aniñados ojos turquesa. 

—Yo, muy bien, mamá —replicó como una auténtica princesita. 

—¿Y Arthur? 

—También muy bien, ¿verdad, tía Faith? 

La tía Faith que era la hermana de Hugo sonrió. —Por supuesto, pequeño diablillo. Aunque la cocinera se ha quejado de que alguien le ha robado la tarta de chocolate que hizo esta mañana para recibir a tu madre. 

—Se la comió el abuelo. 

—Me declaro culpable.

Los presentes giraron la cabeza hacia el Conde  que esbozó una sonrisa y abrazó a su nuera. —Bienvenida a casa querida, he ordenado preparar otra tarta para enmendar nuestra pequeña diablura, ¿verdad, Arthur?

—Sí, abuelo. ¿Mamá, me has traído algún regalo de Londres? 

—He traído regalos para todos, la señorita Tracy os los dará en el salón. 

La doncella salió del carruaje cargada con dos paquetes mientras los lacayos descargaban el equipaje y lo entraban en el castillo. 

—¡Bien! —chillaron de alegría los niños. Alice rio y soltó a Aldara para que pudiera seguir los pasos de su hermano mayor y de Tracy. 

—Creo que iré con ellos, la doncella no sobrevivirá a las avalanchas de mis sobrinos. —Se retiró Faith, empujando su silla de ruedas con ánimo. 

Por nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora