Cuando el Mar encontró un tesoro

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1992
Fue en una playa. Cuando las Moiras hicieron de las suyas ese día, sabiendo lo que provocaría aquel encuentro.

Él usaba unos pantalones cortos azul oscuro con estampado de palmeras y una camisa azul cielo. Una gorra, igualmente azul, con la frase "La gorra favorita de Neptuno". Estaba parado frente a la playa, admirando al arrogante sol que recién se asoma, preguntándose internamente si ir a surfear o quedarse en la orilla.

Mientras tanto, la joven castaña se dirigía al que en ese entonces era su trabajo, el restaurante con pinta de marisquería, en donde atendía mesas luciendo su uniforme azul marino, que más bien parecía disfraz de marinera. Ella hacía lo posible por mantenerse optimista. No había pasado ni un mes desde que su tío, después de tres años de enfermedad, había muerto y ella se quedó sola.

La presión era mucha. Sin familia, sin bachillerato, sin hogar, sin dinero. Cualquier otra persona ya se hubiera rendido, buscado maneras fáciles de ganar dinero, pero no ella. Ella era excepcional, a pesar de no haber terminado sus estudios.

Por azares del destino, esa mañana decidió pasar por la playa. A pesar de trabajar muy cerca de la costa, era raro que ella fuera allí. Se detuvo muy cerca de la orilla, otro paso más y el agua podría mojar sus pies. Los rayos del sol dibujaban líneas sobre el mar, e iluminaban el rostro de la joven, mientras la brisa movía su melena castaña.

No vió a nadie en la playa, supuso que sólo un loco saldría tan temprano en una mañana de noviembre a dar un chapuzón.

Y así fue. Sólo un loco.

El Dios del Mar la vió desde lejos, mientras ella cerraba los ojos, y cruzaba los brazos abrazándose a sí misma. El mar como siempre, no estaba estático; pequeñas olas distorsionaban el reflejo del sol, haciendo que la marea se acercara tentativamente a los pies de la chica, como invitándola a adentrarse.

Cuando la chica volvió a abrir los ojos, la marea estaba más cerca de sus pies. El Dios observó cómo ella miró el agua dudativa, y luego dejó su bolso azul en la arena y se quitó los zapatos, primero metió un pie dentro del agua, y cuando ambas extremidades estaban dentro, el mar se quedó quieto. Totalmente tranquilo, como si el simple hecho de que aquella joven estuviera pudiera hacer que todo estuviera bien. Y justo así se sintió el Dios del Mar, el igual se había quedado estático, ante la presencia de la jovencita.

El sol decidió entonces avanzar en su camino del amanecer, iluminó aún más a la castaña, sus rayos la abrazaban y envolvían, haciéndola ver más hermosa de lo que ya era. Sol y Mar la contemplaban.

El Dios del Mar vio entonces las intenciones del Sol. Y se sintió inexplicablemente celoso. El Dios del Mar sabía que no podía enamorarse de un mortal, sin embargo, la chica era divinamente hermosa que había llamado la atención de dos dioses. No importaba que no pudiera enamorarse, tampoco permitiría al Sol coquetearle.

Sintió ganas de acercarse a la joven.

La joven dio un paso más dentro del mar, y el Dios dio dos pasos más en la dirección de ella. Conforme ella se adentraba al mar, él se acercaba a ella.

Cuando él estaba a menos de cinco metros, se detuvieron.

Al sentir una presencia detrás de ella, la joven se giró.

Y no encontró nada.

•••

El Dios seguía en la playa, días más tarde después de haber visto por primera vez a la joven. No lo malinterpreten, el iba a la playa por simple gusto, no porque una parte de él esperaba encontrar a la joven otra vez, no, no. Por supuesto que no.

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⏰ Last updated: Feb 02, 2022 ⏰

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Deidades, Desastres y DesamoresWhere stories live. Discover now