Prologo - Fénix.

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Si alguien más estuviera viendo esta escena definitivamente apostaría que los tres hombres que rodeaban a un cuarto sujeto, con las armas en altos y sin ningún atisbo de duda iban a ganar esta pelea. Pero los que ellos no sabían era que el cuarto sujeto, escondía más que la pistola que le habían quitado al entrar. Y lo podrían haber sabido si se hubieran fijado mejor, en como esta persona no parecía asustada en lo más mínimo. Como ni siquiera había sacado las manos de su gabardina negra. Como sus ojos no se apartaron de la persona con la que había venido a hablar, incluso después del primer puñetazo.

-Creo que te han hecho una pregunta. - soltó el hombre después del puñetazo.

El cuarto sujeto solo le miro y dejo que la sangre deslizará por su mejilla sin ni siquiera pestañear.

-No voy a responder a ninguna pregunta hasta que sea el momento. - el sujeto hablo en voz baja, pero todos los escucharon perfectamente. Uno del hombre armados fue el primero en darse cuenta de que algo iba mal. No dijo nada, porque todo el mundo sabía cómo reaccionaba el jefe. Digamos que prefería que solucionara el problema a escuchar algo que se pareciera remotamente a una queja.

El segundo puñetazo fue más fuerte que el anterior pero no obtuvo una reacción diferente. Esta vez sonó como si algo se hubiese roto.

- ¿Pero qué mierdas te pasa tío? - el hombre que previamente había notado algo raro ahora se movió incómodo. Definitivamente había algo mal con el sujeto. Algo que le hacía querer darse la vuelta y correr. Y teniendo en cuenta que eran tres contra uno y además iban armados, la sensación de que estaban perdiéndose algo importante solo se hacía más incómoda.

-Si en los próximos dos segundos no empiezas a hablar, vamos a matarte y a tirarte al rio. Tengo cosas más importantes que hacer que interrogar a un don nadie que parece disfrutar del dolor. - el que parecía el jefe se levantó de la silla sin echarle una segunda mirada y se llevó un móvil a la oreja pareciendo poner punto final a la situación. Se giro hacia la ventana que tenía a su espalda y respiro el aire frio que entraba pensando seriamente prenderse un cigarro y fumárselo antes de llegar a casa y que su mujer le molestara por haberlo hecho.

Nunca llego a sacar el encendedor de la chaqueta. Antes de que se diera cuenta, de fondo se escucharon tres golpes secos contra el suelo y luego nada. Se dio la vuelta lo más rápido que pudo y se echó al suelo ante la vista. Sus tres guardaespaldas estaban tirados en el suelo con un agujero en la frente de la que salía un pequeño rio de sangre.

Se lanzo hacia el arma que tenía más cerca y apunto al sujeto.

- ¿Qué coño es esto? Diles a tus refuerzos que se pueden retirar o te mato aquí mismo. - el hombre ni siquiera se había movido o intentado coger un arma. Pensó en como odiaba a los raritos y en como este día había empezado como otro cualquiera.

-Suelta el arma y siéntate, Thomas, nadie más tiene que morir. En un principio nadie debía morir, pero como siempre, una bala explica las cosas muchos más rápido. - sintió como le temblaron las manos con las que cogía el arma con fuerza. No recordaba cuando fue la última vez que le temblaron las manos así. Una parte de su cabeza le gritaba que corriera lejos de sea quien sea era esa persona, pero eso era un disparate. No había llegado hasta donde estaba por huir de matones o lo que fuera que fuese ese tío.

-No voy a soltar una mierda tío, ponte de rodillas y....- no acabo la frase.

-Suelta el arma, Thomas, ahora. - sintió un dolor agudo en la nuca y el arma callo entre sus dedos. El hombre lo miraba con los ojos rojos y una expresión animal. - Dame toda la información que tengas sobre Illustre. Y ni se te ocurra llamar refuerzos, cualquiera que intente entrar en este edificio va acabar como ellos, y va a ser culpa tuya Thomas, así que te recomiendo que te comportes.

Láquesis IneffabilisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora