Mi abuela siempre me contaba muchos cuentos cuando era niña. Había sido una mujer sabia, por eso sus cuentos tenían que ser ciertos. Eso por lo menos pensaba en ese tiempo. Una vez, ella me contó de los seres que viven al otro lado del río. Casi nadie los ha visto pero en la noche se escuchaba como gritaban a través del río. Gritos fuertes y furiosos, que llamaban para que los que los escuchaban fueran a cruzar el río a visitarlos. Pero los que seguían sus llamadas no volvían jamás. Nadie sabía si se ganaban riquezas y la vida eterna o la muerte misma cuando uno seguía las llamadas. Mi abuela decía que hasta el río mismo se enfadaba con los seres por dañar la estructura de la vida con su existencia y sus gritos y llantos. Cuando los gritos se volvían muy fuertes, el río se encrespaba por la rabia que le daba, se abalanzaba y, con su oleaje feroz, trataba de proteger a los humanos de los seres salvajes. A veces se encrespaba tan velozmente y se levantaba tanto que se llevaba varios árboles. Se decía que si uno miraba cuidadosamente a veces podía ver a uno de los seres en un árbol, temblando por el miedo, pero todavía gritando, lo cual no tranquilizaba al río para nada.
Cuando los seres estaban tranquilos y quietos, cuando dormían, también el río se quedaba quieto. Entonces, fluía campechanamente abajo en la quebrada la que había cavado durante los años de la rabia. Algunos trataban de cruzarlo en esos momentos para llegar a ver a los seres, pero las rocas, al otro lado del río, estaban demasiado mojadas y lisas y el río nunca se quedaba quieto durante mucho tiempo. Muchas veces se dio cuenta rápidamente de que alguien estaba tratando de cruzarlo y ¡ay del que no había logrado volver a tiempo!
Así eran el río y los seres, decía mi abuela. Ruidosos, salvajes e imprevisibles. Y ella tenía que tener la razón, porque ella siempre había sido una mujer muy sabia.
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El otro lado del río
ContoMi abuela siempre me contaba muchos cuentos cuando era niña. Había sido una mujer sabia, por eso sus cuentos tenían que ser ciertos. Eso por lo menos pensaba en ese tiempo. Una vez, ella me contó de los seres que viven al otro lado del río.