—No... no es eso. Eres perfecto Tae Min, por donde quiera que te mire. Besame... besame —dijo rogando estas últimas palabras. Min Ho se volvió a preguntar lo mismo ¿qué era lo que lo estaba haciendo perder la cordura? El rubio se acercó a sus labios cumpliendo a su petición, sin dejar de mover sus caderas tomó al escritor del cabello para tomar firmeza y seguir con el ritmo.
—A mi culo le gusta tu polla Choi... —dijo vulgarmente para levantarse haciendo que el miembro salga completamente de él. Se separó un poco pero los ojos de Min Ho, que proporcionaban un cierto brillo especial, vieron la intención del chico. Tae Min estaba apoyado sobre sus manos y sus rodillas flexionadas en la cama dejando expuesto su trasero y toda aquella parte íntima. El pelinegro no dudó en lo que iba a hacer a continuación; se posicionó detrás del joven y entró en él.
—¿Conoce las historias? —preguntó el gerente Kim antes de entregarle la llave— ya sabe, lo que le nombré empezó desde aquel suicidio en 1918 un empresario de renombre se quitó la vida, sumando los cinco hombres y dos mujeres saltando por la única ventana de la habitación. Las tres mujeres muertas por sobredosis, uno ahorcado en el armario y lo más extraño... muertos por asfixia erótica, desangramiento de genitales, mutilación y demás.
—Usted me cuenta ésto para que sienta miedo ¿verdad? Créame que si yo estaría decidido a quitarme la vida no lo haría en un burdel. Por favor Kim ¿podemos proceder? —indicó Min Ho apurado.
—Vuelvo a pedirle que se retracte ante la decisión que ha tomado Sr. Choi.
—¡Pero señor! —expresó con una carcajada— usted parece conocer bastante bien aquella habitación. ¿Cuántas veces a entrado? ¿unas cien? ¿doscientas veces? Pues lo veo vivito y coleando no creo que le haya afectado mucho.
—Nunca he permanecido por mucho tiempo, pero está bien. Veo que no puedo ir en contra de su persistencia. Recuerde ésto: no se va a encontrar a ningún fantasma, o espíritu, como hablan las curiosas lenguas de por ahí. No, no espere eso Choi, al contrario; espere vivir el mismísimo mal allí dentro, algo que no puedo explicarle bien...
—Y qué delicioso mal —susurró Min Ho para apresurar sus movimientos; con su mano se atrevió a pegar una de las nalgas del rubio dejando una leve marca en aquella piel.
—Min Ho... ah... —gemía fuertemente Tae Min; haciéndole saber al otro el placer que le brindaba con cada estocada, con cada penetración—. Tócame... por favor.
El chico le indicó que su falo necesitaba atención también; comprendiendo Min Ho bajó su mano más hábil por la zona de su cadera rozando aquella zona y lo masturbó como le había pedido. El escritor levantó su vista, no había presencia de los lobos, ni de nada extraño o eso pensó en ese momento. Como había descrito al principio, la habitación contaba con dos pequeños cuartos, además del baño, la parte donde estaban ellos teniendo sexo arriba de la cama por supuesto y frente a ésta la recepción donde yacía un sillón, una mesilla, un pequeño bar, un teléfono, el mapa de evacuación y varias pinturas. Cuando el escritor había ingresado solo notó la anomalía en la inclinación de la puerta; pero ahora los cuadros frente a sus ojos también tenían una inclinación hacia la izquierda. ¿Quién los había movido, si cuando entró estaban bien colocados? Ese retrato que se estaba en línea recta a donde él se encontraba, parecía una pintura antigua que expresaba mediante el óleo sobre el lienzo una mujer de cabellos dorados y labios finos pintados de rojo, ojos pequeños y cejas bien marcadas. Al parecer estaba inspirado en los años veinte, ya que traía puesto un gran vestido de color verde esmeralda, un cáliz y un teléfono estilo francés . Y para no ser menos; la mujer parecía verlos, observarlos con detenimiento. Min Ho sintió aquella vigilancia, y no solo por ese cuadro barato y antiguo sino de los demás cuadros que rodeaban la recepción. Recordó el que tenía a sus espaldas, la pintura del barco. También estaba torcida hacia la izquierda.
—¡Mierda! —gritó con enfado, pero Tae Min no le dio mucha importancia. El rubio se movió buscando un contacto más profundo. Después de haber pegado una ojeada al cuadro del barco y el naufragio; volvió a mirar el de la mujer y éste había cambiado. La mujer ahora lucía un aspecto distinto; era su ex novia. Su cabello había cambiado a un color rojizo, las pestañas se habían alargado porque sus ojos habían disminuido en tamaño junto a su nariz que se había vuelto puntiaguda justo como lo tenía ella.
Min Ho se separó del rubio, no podía seguir follándolo frente a la entretenida mirada de aquella persona tan importante en su vida; o por lo menos en algún momento lo fue.
—¿Por qué te detuviste amor?
—No puedo seguir, me marcho de aquí
—Mírame a los ojos Min Ho —pidió— te he dicho al comienzo que puedo ser quien tú más lo desees ¿no es verdad?
Tae Min tomó con ambas manos la cara del escritor, impidiéndole de alguna forma su escape. Acercó sus labios para besarlo con suavidad, sin ninguna pizca de salvajismo. Min Ho entrecerró sus ojos dejándose llevar por aquella gustación. De repente el beso tomó un ritmo distinto; el pelinegro abrió un poco su boca para permitirle al otro que juguetee con su lengua. Sin embargo; Min Ho quería parar.
—¡Basta Tae Min!— Se separó y gritó.
—¿Quién es Tae Min? —pronunció una figura femenina. Min Ho abrió sus ojos con sorpresa; se rascó la cabeza confundido, su respiración estaba alterada todo a su alrededor parecía ser una locura. Su ex novia debería estar muerta, porque eso había ocurrido. Era muy joven cuando la conoció en su país natal, habían sido vecinos por mucho tiempo pero ella se marchó a América. No obstante él la persiguió viajando al otro continente, donde se encontraron y se enamoraron. Pero un día ella murió en un accidente automovilístico. Min Ho a partir de ese día dejó de creer, dejó de mirar al cielo y darle gracias a lo que estaba allí arriba por el día nuevo que le era regalado o por el valor de las cosas, materiales o no. El escritor a partir de aquella perdida, juró no importarle mucho el valor a la vida porque de alguna forma su vida se había ido con la de ella.
—No, tú estas... ¡tú no estás! —habló el pelinegro para levantarse y así irse de aquella maldita habitación; sin embargo fue impedido por unos brazos que lo sostenían. Ella lo estaba abrazando.
No pudo describir en qué momento se rindió tan fácilmente. Min Ho ahora estaba enterrándose en ella, haciéndole el amor como se lo hacía cuando estaban juntos; cuando ella vivía y él también. Pero ésto no era así; y la habitación se lo hizo saber. Mientras el escritor pasaba sus manos recorriendo el cuerpo de aquella bella mujer; algo se tornó pegajoso. Miró y sobre la piel había algo allí que resaltaba; algo horrible de ver: sangre.
—Min Ho ¿acaso me prefieres así? —preguntó la entidad. Pero el escritor no supo responder; observó sus manos llenas de sangre, al igual que la cama y el cuerpo frente suyo. ¿Por qué era víctima de todo eso? Se preguntó.
Se levantó con furia; sin importarle mucho su desnudez, se dirigió rápidamente a la puerta que daba al pasillo con intención de salir. Tomó la manilla para abrirla pero ésta estaba bloqueada, cómo si estuviera cerrada con llave; pero él no había puesto ningún seguro.
—¡Vamos maldito Kim, déjame salir de una puta vez! —maldijo en voz alta pensando que del otro lado de la puerta alguien lo escucharía y haría caso a su petición. Ya se había cansado del juego sucio y despistado del dueño del burdel y toda las escenas montadas dentro de aquella habitación del infierno. Min Ho golpeó la puerta con sus manos, para llamar la atención de alguien, alguien inexistente; porque nadie lo ayudaría.
Miró al costado de la puerta, sobre la pared el plano de evacuación. El resto de las habitaciones se habían esfumado; sobre aquel papel figuraba un cuadrado que decía "usted está aquí" y al rededor de éste el mismísimo vacío. Min Ho parecía aislado, encarcelado sin derecho a irse a ninguna parte. La habitación lo había tomado como rehén.
—Min Ho, ¿por qué no seguimos jugando? —preguntó Tae Min por detrás de él.
ESTÁS LEYENDO
Habitación 1408 - 2Min
FanfictionChoi Min Ho es un escritor que ha perdido toda gracia de inspiración. Abrumado por la incontinencia del tabaco visita un burdel para saciar sus deseos carnales y desmentir, como otras veces, un mito urbano de carácter paranormal. En el lugar tendrá...