¿A qué edad terminé encerrada en el Circo del Terror? Sigo sin recordar, lo único que recuerdo con exactitud es el nombre que me dieron: Pequeña Princesa. El mío, el verdadero, me lo borraron a golpes y latigazos. Aunque creo que no era realmente importante, tampoco creo tener un buen pasado. Cada vez que me miro al espejo pienso que, quizás, estoy mejor aquí que afuera. Las personas del exterior son muy crueles cuando vienen a visitarnos. Los niños se burlan y nos arrojan cosas, los adultos se ríen y no les dicen nada. Sinceramente, no sé qué lado es peor.
Entre nosotros nos apoyamos, nos ayudamos y nos damos ánimo para seguir adelante. Nosotros nos entendemos. Somos iguales, aunque diferentes. Cada cual está aquí por algo especial. Yo soy una niña (o una mujer, como sabes no recuerdo muchas cosas de mí, entre ellas mi edad), con la boca deforme, los ojos muy separados, el cabello blanco y el cuerpo con los huesos ubicados en zonas poco normales. Mi aspecto es desagradable, aunque a veces me encuentro linda cuando me reflejo en el agua del arroyo (esas contadas veces que nos permiten hacer una pequeña excursión). Mi piel era bonita (creo) pero los latigazos y los castigos abrieron heridas que jamás se fueron. Mi boca, además de su deformidad natural, tiene ya varios cortes que pasaron a ser parte completa de mí. Lo único bonito que tengo son los vestidos con volados y colores vivos que le dan razón a mi nombre.
También está Gevaudan, un chico que se parece a un lobo. Es salvaje, peludo y tiene un temperamento difícil. Siempre es quien comienza los problemas y al que más castigan. A pesar del tiempo que ha estado aquí con nosotros no se ha acostumbrado a compartir ni a socializar. Su jaula -todos vivimos en una diferente- es especialmente cerrada, con una pequeña rendija donde le dan su comida. Solamente sale de ahí con un collar con correa de hierro para evitar que dañe a alguien, incluso le ponen un bozal para evitar que muerda al Castigador (el líder supremo del circo).
Los gemelos I y D son unos pequeños con más edad que yo (al menos lo que ellos presumen). Tienen una altura similar a un niño normal pequeño, con piernas muy cortas y dedos regordetes. Entre los dos solo tienen un par de ojos, una malformación de nacimiento según contaron. Son simpáticos y bailan para hacer reír a quienes nos visitan, así evitan los golpes del Castigador.
Sirena es una compañera madura, cuya jaula es de cristal llena de agua sucia donde nada de un lado a otro. Su cola de pescado es inmensa y apenas puede moverse dentro de su pequeño espacio. No tiene una nariz como la de muchos de nosotros, los visitantes dicen que tiene nariz de pescado y escamas de salmón, con ojos terroríficos y dientes de tiburón. A nadie le resulta agradable y siempre le recuerdan que es un adefesio.
Pow Pow no es alguien muy hablador, nadie sabe la razón de su nombre ni el cómo terminó en el Circo del Terror. No suele mostrarse en público, ni siquiera a nosotros, lo único que vemos de él son sus garras largas y peligrosas asomarse al rayo de luz para tomar un trozo de carne cruda que le lanzaron.
Hay unas personas más como nosotros: Una Pierna, su nombre lo indica todo, una malformación que lo dejó sin una segunda pierna; Gorila, una mujer gorda con tanto pelo como un mono y una cola corta, una extensión de su columna, que la hace ver como ese animal que los visitantes reconocen; Loli, una niña a la que el Castigador le cortó los brazos y piernas, colgándola de un gancho del techo de su jaula donde la exhibe a los visitantes; Bup, un joven que no puede salir al sol o su piel no lo resiste, aunque el Castigador suele dejarlo bajo la luz solar para que sus heridas atraigan más visitantes; y por último, Elemento Perdido, nadie sabe nada de él, en su jaula por lo general no se ve nada, pero todos saben que está ahí. Hasta donde se sabe, el Castigador es el único que lo ha visto. A la gente le resulta interesante Elemento Perdido aunque jamás puedan verlo.
Los días para todos son iguales. Humillación, golpes, mala comida, más golpes, noches frías, amaneceres indeseados y una rutina horrorosa a la que uno nunca puede acostumbrarse. No se habla demasiado durante el día y lo que llegamos a hablar durante la noche no es muy motivador, pero hacemos el intento para seguir adelante. No podemos imaginar el Circo del Terror sin alguno de nosotros, las exhibiciones más extrañas de las ciudades que visitamos.
Un trozo de algo pegajoso (ya ni siquiera me molesto en saber qué es) choca contra mi jaula y se esparce por el suelo, salpicando mi vestido blanco y ocasionando cientos de carcajadas que resuenan con fuerza. I y D siguen bailando con una música horrible que mantiene entretenido a los niños y sus padres. Gevaudan gruñe dando manotazos al aire, intentando alcanzar el cercado que lo separa de la gente. Sirena mueve ligeramente su cola en su agua sucia. Pow Pow no ha mostrado sus manos en todo el día. Los demás siguen con el espectáculo.
–Pequeña Princesa–la voz del Castigador resuena entre las carcajadas, su máscara amable había sido puesta para el público–, sonríe. Tienes una sonrisa preciosa, hazlo.
Las opciones son limitadas. Si no sonrío, él me castiga. Si lo hago me salvo de unas decenas de latigazos. Pero no quiero sonreír, no quiero hacerlo. Sin embargo, las heridas son insoportables y sangrar no me hace gracia. Fuerzo una sonrisa y alzo la mano para saludarlos. La gente pone cara de asco y ríen, burlándose de mi sonrisa. El Castigador se aleja satisfecho.
La comida siendo lanzada, las burlas, las risas y la humillación continuaron por muchas horas más.
Esta historia será corta, solo tendrá ocho capitulos. espero que les guste!
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El circo
HorrorPequeña Princesa sabía que seguir viviendo en el circo sería alargar su infierno. Pero ¿la libertad no era peor? A veces era mejor demonio conocido que demonio por conocer.