1. Nuevo interno

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Lunes, 7:00 a.m

Louis permanecía con sus ojos azules fijos en algún punto pretendiendo escuchar lo que el director Briggs musitaba, sus palabras abandonaban su boca de manera concisa y casi imperturbable. Todos los estudiantes -si es que se les podía llamar así- se mantenían en un silencio aterrador, concentrados con firmeza intentando parecer interesados. Él ni siquiera lo estaba intentando demasiado, sólo quería pasar desapercibido y que su calma no se viera afectada.

—Para finalizar tenemos un nuevo interno, su nombre es Harold Styles y nos estará acompañando a partir de hoy.

Un chico alto, de cabellos castaños rebeldes y ropa algo desaliñada entró a la gran sala central y se ubicó al lado del señor Briggs, mantenía sus manos ocultas en su espalda agarradas entre sí, y si lo observabas con atención podías notar que tenía un gesto de impaciencia en su rostro. Louis lo miró mientras cambiaba de manera imperceptible su expresión y de inmediato devolvió su vista al punto fijo anterior.

—Como internos, les corresponde darle la mejor acogida a su nuevo compañero —añadió sin quitar su tono de superioridad—. Y está de más advertirles que debe ser sin excederse —enfatizó la última palabra y todos sabían a lo que se refería. Nada de amistad o establecer lazos personales—. Señor Styles, diríjase con sus demás compañeros y espere las indicaciones de la señora Portrent —dicho esto, el joven asintió y obedeció caminando hacia los demás jóvenes y en cuestión de tiempo todos recibieron la orden de comenzar a realizar sus actividades del día.

Harry caminaba detrás de la señora Portrent en completo silencio y esta se mantenía erguida y con la vista derecha, los ojos verdes del castaño no dejaban de analizar el demandante lugar, era sin duda enorme, las paredes de un color crema lucían fuertes y cargaban diferentes cuadros en ellas. Todo lucía elegante y refinado, demasiado perfecto. Segundos después la mujer dirigió a Harry al que al parecer sería su habitación, ingresaron a esta y se encontró con dos camas sencillas (pero lo suficientemente espaciosas para una sola persona) extendidas cada una en un extremo del cuarto. Supo entonces que tendría un compañero.

—En su cama —señaló hacia la derecha—. Están todas las cosas que necesita, uniformes, libros, útiles de aseo...

El joven asintió.

—Dúchese, póngase el uniforme y deje esa ropa que trae puesta a un lado, en un rato mandaré a alguien que la recoja. Su horario está junto a sus libros. Tiene media hora para estar listo —dicho esto abandonó el lugar y Harry se permitió expulsar todo el aire que tenía acumulado en los pulmones.

La habitación contaba con dos baños, por lo que supuso que el de la derecha sería el suyo, caminó con rapidez y en al menos quince minutos estuvo listo. El uniforme era todo el mismo color –crema, igual que las paredes–, consistía en un pantalón ancho, que permitía todos los movimientos, una camisa abotonada de cuello semi-alto que debía meterse por dentro el pantalón y una correa de al rededor de tres dedos de ancho de color negro. Los zapatos también eran negros, de cuero resistente y reluciente. Harry agradeció que no les obligaran a usar corbata todos los días. Las instrucciones indicaban explícitamente que la ropa debe permanecer impecable, al igual que el cabello, el cual debe estar siempre peinado de tal forma que la cara quede visible en su totalidad.

Soltó un pesaroso suspiro mientras se miraba al espejo que se encontraba en el interior del baño e intentaba peinar su rebelde cabello. Se repetía una y otra vez a sí mismo que allí es donde debe estar, Thornfield es por lejos su mejor opción, debe ser un hombre digno, responsable y muy trabajador si quiere ser un orgullo para su familia. A sus dieciocho años sus padres jamás le dejarían vía libre para que descarrile su futuro.

Donde los pájaros callan » l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora