El inicio del fin

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Hubo una vez una princesa y un soldado aventurados en el corazón del bosque, buscaban un lugar donde esconder su más grande y peligroso secreto. Un bebé.

Entre los troncos de los árboles apareció una mujer, su cabello era espeso y parecía más oscuro que la noche. Vestía anillos y collares que resaltaban sobre su exquisita piel oscura. En cuanto ella los miró conoció su secreto y supo lo que deseaban hacerle.

La princesa solo lloraba por la vergüenza y el miedo mientras que el soldado vio una oportuna.

—Tomala. Haz lo que quieras con esa criatura —soltó tan despiadado que la mujer la tomó solo para alejarla de esa aberrante alma.

En cuando el secreto estuvo en sus brazos sintió su delicado corazón latiendo, como si no supiera hacerlo pero esforzándose por aprender.

El soldado y la princesa desaparecieron sin decir nada más, sin despedirse, ni mirar atrás.

La bruja se sintió tan apenada por la bebé que sostenía, estaba pálida y respiraba con irregularidad. La cubrió con todas las prendas que tenía para hacer entrar en calor a la pequeña y que luchaba por cada respiración.

Le echó una mirada al bosque y rogó a los espíritus por ese recién nacido corazón. Ninguno de ellos contestó.

La bebé creció amada en un lugar donde no pertenecían, pero eso no impidió que los conciderara su familia. Desde que tuvo razón la pequeña de rizos rubios y ojos celestiales supo que era diferente, pero su familia nunca la hizo sentir como si eso estuviera mal. Ella los amó por aceptarla, por darle una oportuna cuando nadie lo había hecho. Los amó cuando bailaban alrededor de fuego aunque ella no podía seguirles el pado, los amó cuando cocinaban sus brebajes aunque a veces se ahogaba con el humo facilmente, los amó cuando eran ellos y la aceptaban sin condiciones.

Y los amó aún más cuando los perdió, porque pensaba que nadie más los amaba tanto como ella lo hacía. Para los demás el ataque dónde sus caminos se había separado se perdería en el olvido de la historia, pero ella jamás lo haría, ella los amaría por todos aquellos que no lo hacían.

Finalmente y cuando menos lo pensó, su inservible corazón quería ser tomado de nuevo. Era tonto, cómo alguien podría considerar quererla sabiendola dañada, porque ella lo sabía, por supuesto que lo sabía, siempre lo había sabido. Y cuando él la amó así sin importar que tan efímera fuera, ella lo dejó tomar su corazón y lo amó también.

Ambos feroces en distintas maneras, ambos distintos en todos los sentidos. Pero se sentía bien, demasiado bien y ella no tuvo miedo.

Una nueva familia tenía, jamás reemplazaría la anterior pero no permitiría que se le fuera arrebatada nuevamente sin pelear. Ella gruñó, gritó y peleó por cada uno de los indefensos, porque en su interior sabia lo que se sentía que nadie peleará por ti.

El dolor puede ser peligroso, pensaba constantemente. Había recibido toneladas de dolor, pero ella decidió convertirlo en algo hermoso. Ella curaba, sembraba, cantaba y bailaba hasta donde su estropeado corazón se lo permitía.

Los días pasaban y ella sabía que algo se acercaba, un futuro en donde ella no estaba incluída. Saberlo no hizo que sus dias cambiaran, ella siguió luchando por todo lo que amaba. Y amó. Amó tanto que cuando el final llegó, la muerte fue gentil y se la llevó en un suspiro.

El dolor que vino con su muerte fue innegable, sobre todo para el corazón de la bestia que la había amado aún sabiendola tan efímera.

Un corazón de oro.

Tan brillante como las estrellas que la vieron nacer.

Tan bella como el alma de los árboles con los que solía jugar.

Tan gentil como aquel quien da y no recibe, y aun así sigue dando.

Se dice que vive, en cada sonrisa que sobrevive de tanto dolor. En cada verso de canción. En el espíritu de todos aquellos que luchan por lo que aman.

Y sobre todo en esos corazones estropeados, que en lugar de seguir haciendo daño, cambian el mundo.

Por Ariadna Liz Walker Ruiz.

Corazón de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora