Adiós

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Los meses pasaron y al fin llegó la hora de mi salida típica junto al único dios que podía entrar y salir del inframundo aparte de mi esposo, Macaria y yo misma; Hermes, el dios mensajero y de las travesuras, también conocido como el máximo representante de los ladrones y mentirosos. Es el único ser divino con el permiso de Zeus y Hades, el único en el que depositaron su confianza para ser el que me trajera de vuelta a este lugar en pena lo antes posible, donde van las pobres almas a buscar su descanso eterno a cambio de una moneda para Caronte, ese barquero nunca hace nada por buena fe o misericordia. En las ocasiones en las que las almas no tienen la forma de pago ya que en el mundo terrenal no les pusieron una moneda de plata en la boca, Caronte les deja a su suerte. Atormentados hasta que le nace el sentimiento de pena y decide transportarlas por bondad, para este acto podrían pasar milenios perfectamente. No suelo sentir pena por ellos, pero al estar aquí en el periodo de duración correspondiente estoy obligada a cuidar a estas almas como mis propios hijos, pese a que eso sea lo que más tortuoso de todo el proceso de ser la "fozada" Reina de los muertos y señora del inframundo.

Hice un poco de tiempo dando un leve paseo por los campos elíseos, donde pasan las almas verdaderamente puras y dignas de estar ahí presentes. El paisaje despejado y con brisa serena que hay dentro de este como en forma de simulación tranquiliza mi alma inmortal del mismo modo que lo hace estar en los campos terrenales primaverales junto a madre. Su felicidad beneficia a todos los mundos ; Divino y mortal. Y es la única que me hace tener más esperanza y no dejarme llevar por la ira y rencor hacia todo el Olimpo, realmente no podía esperar más a ser envuelta por su amor y sus brazos, olvidarme de todas mis penas y solo sentir la belleza del entorno creado por ella, tal y como siempre debió haber sido.

Un fuerte sonido de aceleración me hizo pausar mi oleada de pensamientos internos que tenía casualmente y sabía bien de quien se trataba, Hermes acababa de llegar y al verle deje atrás los campos elíseos y me desplace hacia el, pero algo había cambiado por primera vez en milenios. No parecía verse tan animado y bromista como siempre, en su rostro se veía la rabia, impotencia y muchas ganas de soltar toda su tristeza.

- Hermes, te ves distinto a como sueles ser siempre ¿Qué es lo que te atormenta? Los dioses del Olimpo nunca mostráis el dolor o la pena en vuestras vidas.- Añadí siendo sarcástica pero con cierto tono de rencor. Pensando que solo estaba gastando otra de sus bromas dignas de un mortal de cinco años de edad.

- Desearía que esto fuera broma, ya que ni se como empezar a decirte la verdad... Pero no mereces más mentiras de nuestro padre. Tal día como hoy, sabes que tu madre, la diosa de las cosechas y la pura naturaleza, vuelve a sonreír y a poner todo su amor en todos los paisajes para tu agrado y el bienestar del mundo. Pero después de tantos milenios, hoy a sido el único año en el que no ha proseguido con su labor y no podemos localizar la fuente de su poder. Ante esto, todos los olímpicos estamos en su búsqueda y realmente alarmados, si Deméter sigue sin estar localizable Zeus ha dado órdenes de romper el trato y que residas permanentemente en el inframundo junto a Hades y encontrar otro dios capaz de cumplir su labor con las plantas, el mundo no debe seguir así y sin Deméter, Zeus ve que ya no tienes ningún motivo para abandonar a tu familia dentro de estos lares.

Con una pena enorme en todo mi cuerpo mostré una expresión de decepción y irascibilidad. Mi madre no podía haber desaparecido y me negaba a hacer todo este hecho, además del egoísmo trato de mi padre y falso amor por el bienestar de los mortales. Ya que si así hubiera sido no habría condenado al titan Prometeo por ayudar a estos. No iba a aceptar la desaparición de Deméter, no podía vivir sin una madre y sin la única persona a la que realmente le importe, los dioses siempre han querido manejar mi destino pero esta fue sin duda su última orden. Sin dudar ningún momento, use mis poderes con las plantas y el que a su vez tenía del control de los seres no-muertos en el inframundo para combatir a Hermes, el intentó defenderse con toda la astucia que siempre ha poseído, pero en un descuido de su parte pude amordazar sus piernas y arrebatarle sus famosas sandalias, las cuales le daban su gran velocidad y las guarde a mi disposición. Intento liberarse de mis esclavos y mi resistente fauna, a duras penas pudo decir unas palabras llenas de desesperación y desconcierto antes de que mis plantas le dejarán completamente apresado.

- ¡ Perséfone no debes hacer esto! El Olimpo sabes que me salvará, no tienes ninguna posibili...-. No pudo acabar sus palabras antes de que las plantas pudieran tapar su boca y apresarlo completamente.

Supuse que quiso advertirme de mí destino y de toda la ira de los dioses que iba a recaer sobre mí, pero realmente no quería escucharlo ya que conozco esa buena historia perfectamente por parte de diversas almas condenadas como la de Ixión, el ex-monarca que quiso ser superior a los dioses y ser capaz de yacer junto a la misma Hera.

Envié el cuerpo apresado de Hermes por las zarzas al rincón más profundo de los campos elíseos, sin posibilidad alguna de liberarse hasta que esa fuera mi voluntad y me dispuse a marchar al mundo terrenal, esta vez sola y dispuesta a marcar mi voluntad frente a la del Olimpo.

Perséfone, pensamientos no expresadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora