capítulo 3

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— mierda — insultó Ariel mientras guardaba su teléfono. Estaba en el borde de la acera viendo los coches pasar, acababa de hablar con Ray para que vengan en ayuda. La calle por la que caminaron no tenía suficiente iluminación y Bautista cayó en una diferencia de nivel entre las baldosas del suelo. No pensaron que sería mucho, pero no pudo seguir caminando normalmente a partir de ahí, tal vez una fea torcedura de pie.
— aaay mierda, m... Maldita sea

— ven aquí, ayúdame — llamó Vera, esta tenía un brazo del lastimado pasando sus hombros — vamos a cargarlo hasta la primera tienda que veamos — ordenó, las quejas constantes de Bautista se escuchaban como un murmullo.

Ariel bufó molesto, esto era realmente una situación que no le gustaba ni se sentía cómodo. Estaban ellos dos solos con un lisiado en el medio, eran las ocho de la noche y ya se habían alejado un poco de la zona céntrica, dónde pocas personas circulaban. Eso solo generaba ansiedad y una molestia creciente en él. Solo lo hacían pensar que eran un blanco fácil para cualquiera.

— bien, espera que te ayudo — aceptó, fue con ella y pasó el otro brazo del herido por sus hombros. Contaron hasta tres y lo levantaron de un golpe. Comenzaron a caminar de forma lenta, Bautista no era la persona más flaca y liviana del mundo, así que no podían ir a más velocidad. De todas formas, buscaron con la mirada alguna farmacia o tienda cerca de ellos.

— gracias — dijo luego de caminar un metro, realmente avergonzado por toda la ayuda recibida, los dos que tenía al lado suyo lo miraron de reojo.

— de nada — respondió seria Vera, Ariel solo gruñó diciendo lo mismo. Caminaban como tortuga revisando su alrededor todo el tiempo, buscando. No veían nada de ayuda, había casas con las ventanas cerradas y alguna que otra tienda de ropa, también cerradas. Al no haber ni siquiera un comercio abierto, cruzaron a la calle de enfrente yendo hacia un pequeño parque. Tenía puntos muertos dónde la iluminación no llegaba, así que se centraron en quedarse bajo la luz amarillenta de los oxidados postes. Vera y Ariel sentaron a Bautista con cuidado en una de las bancas de madera, y ellos hicieron lo mismo a su costado. De izquierda a derecha, venía Ariel, Bautista y Vera.

Los dos extremos aprovecharon para recuperar el aliento, siendo sinceros estaban un poco cansados de tener que llevarlo casi a rastras.

— ¿Dijo... Algo, Ray? — preguntó entrecortada la única mujer. Ariel sacó el celular del bolsillo de su campera y revisó la conversación.

— sí, ya salieron..., Voy a mandarle nuestra ubicación exacta por si acaso

— bien... ¿Y, Moreti? ¿Cómo está tu pie? — preguntó llamándolo por su apellido, bajando la vista a su pierna izquierda. Él con manos dudosas levantó un poco la tela del pantalón, viendo su tobillo, insultó en cuanto vió su estado.

— está morado... — gimoteó volviendo a acomodarse. Estiró su cabeza hacia atrás exhalando una corriente de vapor, se estaba volviendo cada vez más frío.

Los tres se quedaron ahí a esperar, hablando para matar el tiempo. Ninguno parecía notar la furtiva mirada que los acechaba desde la sombra, relamiéndose como cazador al avistar su indefensa presa. Estaban absortos mirando al frente esperando la aparición de sus compañeros. Bueno, todos menos Ariel, que ya venía con los pelos de punta. Había girado por inercia su cabeza hacia atrás, encontrándose con la fea sorpresa de aquella sombra expectante debajo de un gran árbol, a unos siete metros de distancia. Parecía estar allí parado desde hace un buen rato, incluso antes de que ellos llegaran, pero eso no quitó el hecho de que él se volvió con los nervios a flor de piel para agacharse en dirección a sus amigos y susurrar alterado.

— hay una mierda mirándonos atrás nuestro — declaró, y golpeó a Bautista en la rodilla antes de que pudiera girarse para ver — ¡Estúpido! ¡No lo mires, se va a dar cuenta!

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2021 ⏰

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