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—Mira lo que papá te consiguió —dije mientras le enseñaba un chupón naranja a Ariadne. Ella se lo llevo a la boca apresuradamente.

—He, parece que le gusta mucho —comento Elena.

—Bueno, mi bebé tiene sus deseos —comente jugando con su naricita. Ella la arrugo como un gatito. Serena le hiso señas a Elena para que se alejara un momento. "Supongo que es sobre esa princesa" después de todo, era culpa suya por haber tratado así a su pequeña. Aunque Kaitel había sido un poco –mucho- idiota al decirle bicho a Ariadne. ¡Incluso Lord Ferdel se había dado cuenta de ello!

—Y decir que el solo puede hacer llorar a Ariadne —susurre. Ariadne intentaba darse la vuelta, terminando muy cansada al final.

—Lady Dayanne... el moretón en el pecho de la princesa —comento Elena mientras se acercaba.

Acaríciese la cabeza de Ariadne. —Lo vi mientras Selena y yo la bañábamos. Hemos aplicado cremas para que desaparezca...

—Lo hizo esa princesa, ¿esté bien no decirlo? —pregunto Elena a Serena.

—Sí, mejor lo dejamos ahí.

—Pero si lo ocultamos...

—Mientras Kaitel no pregunte no creo que tenga que saber —interrumpí—. No quiero que mi bebé sea señalada como la causa de una guerra.

 No quiero que mi bebé sea señalada como la causa de una guerra

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"Uwa... ¿Qué pasa aquí?" Mire alrededor, dándome cuenta que era de noche. Supongo que mamá debe estar dormida ahora. "Si fuera un bebé de verdad, de seguro estaría llorando ahora mismo". Me pareció ver dos sombras por la ventana, estas se acercaban a mí. Rápidamente me hice la dormida.

—Está dormida.

¡Era la voz de papá! Inconscientemente suspire, y el pareció darse cuenta. Ya que murmuro. Me pregunto qué está haciendo aquí. "¡¿Sera que quiere espiar a mamá mientras duerme?!"

—Eres muy cuidadoso —dijo una voz extraña. —Pensé que no cambiarías, incluso si tenías un hijo. —La voz era como un dulce susurro, suave y atractiva. —No te vez como alguien que ha matado a todos sus hijos.

—Yo... iba a matarlas, cuando las vi... o así lo había planeado —dijo papá.

—No es extraño que la gente te llame loco.

—He... no es nada nuevo. Un niño de mi sangre... que desagradable.

—Mírate, incluso dejando a la madre viva.

Abrí los ojos, el solo me miro algo sorprendido.

—Son repugnantes por el solo hecho de ser mis hijos. ¿Qué querían esas mujeres al dar a luz al hijo de un loco asesino? Lo que conseguirían sería un trono manchado de sangre y deshonra.

—He... seguramente eso es lo que buscaban exactamente. Pero me pregunto, ¿qué buscara ella?

Papá se quedó callado, y se acercó para besar mi frente. —Menos mal que no fue un niño, porque la habría matado. Ya que, no es necesario un heredero para este trono.

— ¿Qué quieres decir? ¿Qué tu hija no puede heredar el trono?

—Si puede, pero, será vendida como mis hermanas antes de que eso suceda.

—Lo he dicho muchas veces, en serio, no eres humano.

—Hmf, soy humano, pero un humano que está echado a perder.

—Y ¿por qué no las mataste?

—Cuando la cogí por el cuello... sentí que este pequeño cuerpo también tenía pulsaciones. Se sintió increíble y por eso me detuve, además, su madre sujeto mi muñeca con fuerza, queriéndome obligar a soltarla, sin apartar la mirada un segundo.

— ¿No es eso sentido común?

— ¿Lo es?

—Oye, pero matar a una mujer, es un poco exagerado.

— ¿Quién?

—Esa mujer que hizo llorar a tu hija.

—Matarla sólo por hacer llorar a tu hija, ¿qué eres? ¿Un padre sobreprotector? —la voz estaba llena de burla.

—No la mate por hacerla llorar.

—Entonces, ¿por qué?

Toco algo que es mío. Solo vino a mí porque quería evitar la ruina de su país y rogar misericordia. Pero se atrevió a tocar mis cosas, sin conocer su lugar. Por eso la castigué a muerte.

—Eso quiere decir... que tu hija...

— ¡Esta niña es mía! El que se atreva a tocar algo mío debería atenerse a las consecuencias ¿no crees?

— ¡Esta niña es mía! El que se atreva a tocar algo mío debería atenerse a las consecuencias ¿no crees?

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— ¿Terminaste? —pregunto Kaitel. Los tres estábamos en su despacho, acababa de terminar de darle de comer a Ariadne, y Kaitel ya estaba de impaciente por cargarla.

—Tómala con cuidado —comente. Viendo como como Ariadne parecía cómoda con su presencia, aunque había momentos en los que parecía actuar solo para alegrar a Kaitel.

—Eres fea —dijo él. —Y no te pediré que llores más, ya que te ves más fea cuando llores.

—Kaitel, ¿podrías dejar de decirle eso? Aunque no lo parezca ellos entienden la mayoría de las cosas —Kaitel ignoro mi comentario para comenzar con su trabajo, sin dejar de sostener a Ariadne.

No pude evitar recordar a mi padre. A pesar de todo, el siempre intento procurarme, pasando la mayoría del tiempo conmigo y mi madre. Diciendo que era lo mejor que tenía, y que amaba pasar las tardes con ella y sus hermanos. "Realmente lamento no haberme despedido de ti esa vez"

— ¡Kaitel! —rápidamente me acerque a ellos. Ariadne yacía de espaldas en el sillón después de unos pocos segundos de pie. —Aún es muy pequeña para poder estar de pie... idiota —. Lo último lo dije en un susurro, y sin que me diera cuenta, Ariadne había tomado un mechón de Kaitel para morderlo con fuerza. Incluso llego a arrancarlo, y Kaitel, solo se echó a reír. Yo no dude en imitarlo, la situación era tan inverosímil que solo podía reír; tome a Ariadne en brazos, levantándola a la altura de mi rostro, para besar las lágrimas que salían de sus ojitos. Con cuidado retire el cabello de su boca y mano. —Bebe, no debes comer el cabellos de los demás, está sucio, corazón, su-cio.

Ariadne agito sus bracitos con fuerza mientras la llevaba devuelta a nuestra habitación. No paro de hacer caritas de molestia hasta que la deje en su cuna. Suspire mientras acariciaba su cabello. —Mi amor, creo que papá solo nos tiene a nosotras, o al menos, a ti. La gente lo llama tirano, es menospreciado por otros reinos e imperios, lo llaman "el asesino loco" —mi voz se quebró un poco—. Aunque eso es algo que solo le concierne a Kaitel, quiero que crezcas en un buen ambiente, y que él conozca la alegría de vivir. No solo el menosprecio y sed de sangre a la que está acostumbrado, quiero creer que algún día le llegaran los buenos sentimientos que le tenemos, porque independientemente de todo, es tu padre y el hombre que me hizo madre, y eso es algo que vale mucho para mí. Estoy segura de que lo vamos a lograr el tiempo que nos lo permita.

Primogénita ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora