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Mi primer recuerdo es algo que no se desvanece. Es una voz suave y dulce, llena de amor y cariño, que promete no dejar que nada me pase. Y ahí es cuando abro los ojos y veo a la dueña de esa voz, mi madre, la cual no debería seguir viva según la historia, pero que de algún modo está aquí conmigo. Ella es hermosa, y me molesta no parecerme más a ella que al loco de mi padre.

Serena y Elena no paran de afirmar que no le temo a mi padre porque mi instinto reconoce nuestro parentesco. Pero no es así, sé que no debo de molestarlo, para asegurar que nada nos pase a mí madre y a mí.

—Yo pienso que ella realmente entiende lo que pasa a su alrededor —comenta mamá.

—Es una pena que haya heredado nada de usted, sin duda sería una belleza aún más grande cuando crezca.

"Es cierto, mami, ¡me quiero parecer más a ti que a ese loco!"

—No duerme. ¿Por qué no duerme?

"Ese loco otra vez"

—No todos los bebes son dormilones, algunos son más activos, Kaitel —responde mamá. Ella no teme hablar con él al igual que Serena.

—Te tomas muchas libertades, Dayanne.

—Bueno, lo que pase pasara, ¿no lo crees, corazón? —. Mamá siempre me mira con amor, a pesar que Kaitel no para de quejarse por mi parecido con él. Ella lo mira molesta, y luego da besos en mi rostro por donde él haya pasado sus dedos, como si quisiera borrar su huella de mí.

— ¿Por qué lo haces? —pregunta mirando fijamente a mamá— ¿Por qué siempre la besas después de que la toco?

Mamá no se amedrenta por su mirada, y sus ojos violetas parecen relucir. —Por amor, porque le recuerdo la bella que la hacen sus rasgos.

— ¿No te desagradan?

— ¿Por qué deberían? —ella me mese suavemente—. Es una parte de mí, así como una parte de ti. No creo que ella alguna vez me desagrade, solo que me gustaría que tuviera algo de mí. Parece que es una copia en su mayoría de ti.

"Mamá, eres tan buena". Kaitel solo nos mira como fuéramos algo extraño. Detrás de él aparece un soldado, y Kaitel solo lo mira antes de que empiece a hablar.

—Los prisioneros de Izarta están aquí.

—Que se encargue Ferdel. Espera... envíalos al calabozo, me encargaré de ellos, yo mismo.

—Y... ¿Qué hacemos con su rey?

Kaitel se acercó a mí para acariciar mi frente. —Escoge un día y mátalo —me miro a los ojos—. Seguro que lamentas por tener un padre como yo. Y eso me recuerda... que tú intentas salvarla desesperadamente —. Mamá beso mi mejilla.

— ¿No es lo que toda madre haría, cuidar a su hijos hasta el final?

—Que rápido se duerme la princesa —comento Serena mientras miraba a Ariadne en su cuna—

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—Que rápido se duerme la princesa —comento Serena mientras miraba a Ariadne en su cuna—. Bueno, eso es porque su majestad viene mucho a verla y por eso duerme.

— ¡Es tan linda cuando duerme así! —chillo Elena.

—Silencio, Elena. Ariadne está durmiendo, Kaitel no la ha dejado descansar en paz —pedí.

— ¿Eso piensas? —pregunto Kaitel a mis espaldas.

—Kaitel —murmure impidiendo que se acercara más a la cuna—. Ella está cansada, deberías dejarla dormir —explique mientras les hacía señas a Serena y Elena para que salieran de la habitación.

El miro a Ariadne por encima de mí. —Me parece... ¿O está tratando de evitarme?

Una risita se me escapo, ganándome una mirada seria de Kaitel. En eso, sonó el estómago de Ariadne; rápidamente nos acercamos a ella, que tenía los ojos abiertos. Él tome en mis brazos mientras caminaba a una de las sillas, estaba por desatar los nudos de mi blusa cuando sentí la pesada mirada de Kaitel.

—Kaitel, ¿te vas a quedar mirando...? —el asintió para sentarse junto a mí. Decidí no darle importancia y seguí con lo que estaba haciendo. Ariadne se prendió con fuerza de mi pezón, succionando con una fuerza que me saco un gemido de dolor. Kaitel se acercó como si quisiera quitarme a Ariadne de los brazos. —Tranquilo, solo tiene mucha hambre y por eso succiona con fuerza. —mire a mi bebe— Amor, aun tienes mi otro pecho, tu comida no se va a ir a ningún lado. —Ella pareció entenderlo, ya que empezó a succionar más despacio.

— ¿Es así siempre? —pregunto Kaitel.

—Bueno, a veces tiene mucha hambre y tiene que esperar un rato hasta que sea su hora para que pueda dormir sin despertar en la noche —explique mientras cambiaba de pecho.

Un soldado entro de repente. Kaitel se paró enfrente de mí, bloqueándome de la vista del otro. El retrocedió con la cabeza baja. — ¡Majestad! Lord Ferdel, lo solicita urgentemente.

—... Bien.

Y dicho eso salió de la habitación. Cuando me encontraba sola exhale un suspiro de alivio. —Tu padre es un hombre tan raro —comente con diversión. Ariadne siguió en lo suyo, aunque jure ver una sonrisa en su boquita.

Primogénita ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora