1. Buscando refugio.

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Lo que acaba de ver me había impactado de tal forma que había frenado en seco para ver el espectáculo que aquel chico estaba ofreciendo. Se elevo en el aire, arqueando su espalda y con la boca entreabierta, una luz le atravesó desde la punta del pie hasta el final de su cabeza, la luz acabó por envolverle por completo. Sabía que tenía que huir pero el espectáculo me tenía absolutamente cautivada, mis pies no respondían a mi orden. Necesitaba saber que  pasaría después. La luz se fue desvaneciendo, dejando a la vista un dragón de al menos cinco metros, era un espectáculo increíblemente terrorífico y hermoso a su vez. Las escamas del dragón eran de un color rojo tan vivo y brillante que me ayudaban a deducir que el chico era  el líder de esta invasión, sus alas se abrían creando unas sombras en el jardín y dejándome a la vista unas manchas doradas en los bordes, los ojos eran dos bolas negras. Giró su gran cabeza hacia mí y supe que debía empezar a correr.

-¡VAMOS ABIE!- Gael estaba gritándome mientras tiraba de mí.

Mis pies al fin respondieron, comenzando a correr con mis amigas. Recé para que no nos estuviera siguiendo, ya que si era así, estábamos perdidos, quería volver mi vista atrás pero me daba miedo ver lo que podía ser mi final y aun peor, el final de mis amigos. Corrimos como alma que lleva el diablo durante dos calles más, hasta que alcanzamos el coche de Gael, era un lamborghini, siempre me gustó, era rápido, elegante y me había salvado de muchos malos ratos. Cuando las puertas se abrieron, Emma y yo caímos dentro agotadas, pero Gael dio vida al motor en cuanto tocó su asiento siempre ha reaccionado bien en las situaciones de peligro, lo admiraba por ello.

-Bien, iremos a mi casa, cogeremos ropa para las dos y provisiones- Explicó mientras conducía.

-Está bien.

Ambos miramos hacia atrás esperando alguna queja de Emma, pero esta se había desmayado y estaba desparramada en los asientos, su vestido se  había subido un poco, dejando menos trabajo si cabía a la imaginación, así que se lo bajé.

Miré a Gael –Dijiste que iríamos por provisiones, provisiones ¿para qué?

-Iremos a los bosques, nos esconderemos en alguna cueva, hasta que todo esto pase.

-Gael, no iremos a ninguna cueva, esperaremos en nuestras casas a que las autoridades actúen.

-Escúchame bien Abie- Noté en su voz que estaba perdiendo los nervios- Las autoridades no servirán para nada contra esos monstruos y no estoy dispuesto a perderos a ninguna de las dos. Además, ni siquiera en tu casa estas a salvo y lo sabes- Con eso último me hizo más daño del que imaginé.

Hicimos el camino a su casa en completo silencio, cuanto más nos alejábamos de la fiesta, menos ruido y peligro había. No entendía nada, pero no le di importancia. Sentí como el coche iba deteniéndose y me percaté entonces de que estábamos aparcando en frente de su casa.

-Deberías aparcar dentro, porque no podemos cargar con Emma.

Sin decir una palabra abrió su casa pulsando un botón de la llave e introdujo el coche. Cuando bajamos del coche, me miró arrepentido. Sabía que iba a empezar a disculparse por lo que había dicho, pero también sabía que no teníamos tiempo, así que aparte la mirada para que entendiera que no era el momento.

-       Cogeré la comida y las cosas más pesadas, busca por las habitaciones, coge todo lo que creas necesario… No sabemos cuánto tiempo estaremos fuera.

Asentí y comencé mi búsqueda por el piso de arriba. Me sabía esta casa de hito a hito, eras incontables las veces que me había escondido aquí para huir de mis problemas o las veces que había venido a consolar a Gael, porque sus padres no eran ni de lejos los mejores padres del mundo, odiaban a sus hijos, no se preocupaban por ellos. Recorrí con prisa el pasillo que siempre solía recorrer despacio, parándome en cada cuadro que colgaba de las paredes. Primero me dirigí al cuarto donde guardaban las maletas de acampadas, eran enormes y me servirían para guardar todas las cosas que necesitase. Mis pequeños brazos a duras penas me dejaban cargar con todas las mochilas, pero el pánico que sentía me ayudaba a andarme con prisas. Primero entré en la habitación de los señores Browns, ni siquiera se me ocurrió que podrían estar dentro durmiendo pacíficamente, porque obviamente no estaban, normalmente se marchaban a altas horas de la noche, dejando a sus hijos solos y no se dignaban a aparecer hasta que no pasaban días o incluso semanas. No me molesté en pensar sobre ello más tiempo del necesario, arrasé con los armarios, metí todas las ropas, zapatos, ropa interior, compresas, cepillos de dientes y mil cosas más en una de las mochilas, cuando la cerré parecía que iba a explotar, arrastrando con mis pocas fuerzas esa mochila por el pasillo, hasta llegar a la habitación de Gael, que estaba a pocos pasos de la de sus padres, pero tardé lo que pareció una eternidad en llegar.

Una vez en la habitación de Gael, mil recuerdos me invadieron, pero no podía permitir eso ahora. Sacudí mi cabeza para deshacerme de esos pensamientos, conocía cada rincón de esta habitación, primero vacié los armarios, después aparté la cama a un lado, dejando caer todo mi peso en ella, debajo de esta había una trampilla que llevaba a otra habitación, donde había mantas, chocolatinas y todo tipo de juegos. En esta habitación solía esconderme con el pequeño Adam durante horas. Volví a arriba, puse la cama en su sitio, estaba a punto de salir cuando recordé lo que mi amigo guardaba en su mesita de noche. Corrí hacia ella, lo cogí y los guardé.

Salí de esa habitación, arrepintiéndome de haberlo cogido, pero igualmente llevándolos conmigo. Me colgué la maleta, estaba empezando a creer que no podría con todas. Entré en la habitación del pequeño Adam, encendí la luz para empezar a empacar cosas de él también, aunque dudaba que nos pudieran servir alguno de los tres. Mientras guardabas sus mantas y ropa, oí un ruido desde la cama y me tensé.

-¿Gael?

-Adam, soy Abie, ¿Qué haces aquí? – Me giré hacia él extrañada de encontrarlo aquí.

Se frotó los ojos, con cansancio antes de contestarme

-Mama y papa se fueron, me dejaron solos, pero yo fui valiente y no llamé a Gael. Lo he estado esperando ¿Sabes dónde está?

-Sí, escúchame, necesito que te levantes y te pongas tus zapatitos- Me miró asustado, sin entender nada- Te llevaré con Gael- Me sonrío y comenzó a vestirse.

Yo terminé de empacar sus cosas, antes de salir de esa habitación miré una vez más a dentro, a Adam se le olvidó coger a su oso de peluche y sabía que no dormiría bien si no lo tenía, así que lo cogí.

-Necesito que corras rápido a la cochera y entres en el coche con Adam- Me miró serio, como si le estuviera hablando de la misión más importante de su vida. Amaba a este pequeño- Pronto llegaremos Gael y yo ¿De acuerdo?- Antes de que me diera cuenta, ya estaba corriendo dirección a la cochera. Sonreí y seguí con mi camino.

Antes de ir a la cochera, pasé por la cocina, tenía la certeza de que a Gael se le habría olvidado coger la comida. Cuando empecé a abrir todas las estanterías, afirmé mi duda, todos estaban llenos de comida. Introduje toda la comida y cubertería que pude en la mochila y me marché directa a la cochera, intentando no caerme mientras arrastraba todas las mochilas, choqué contra Gael.

-Déjame, te ayudaré.

Nos montamos una vez más en el coche, un profundo suspiro vino de la boca de mi amigo. Me percaté de que no había sido consciente de la situación hasta ese momento.

-¡GAEL POR FIN LLEGASTE!

-¿Adam?- Mi amigo lo miró extrañado- ¿Qué haces aquí?

-Mama y papa…- Bostezó- Se marcharon en la noche.

-Está bien pequeño, duerme.

-No tengo mi peluche.

Le pasé su peluche y me besó en la mejilla a cambio. Una vez salimos de la casa, un estruendo se escuchó cerca.

-¿Vamos?

-Vamos- Respondí.

Dark Dragons.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora