«Amor es... es lo que siento ahora mismo. Es lo que siento cuando estoy con usted, es como veo el mundo y disfruto de la vida cuando le tengo a mi lado. Yo le amo, maestro.»
Desde aquel día esas palabras hacían un eterno eco en su mente. No era propio de Saitama estar dándole vueltas a un asunto, ni mucho menos durante tanto tiempo.
A excepción del horrible peluche que ganó para el cíborg en la máquina de peluches, todo lo relacionado con su cita había sido sepultado para siempre. Genos no volvió a tocar el tema de su declaración de amor y comenzó a comportarse como habitualmente lo hacía, siempre enérgico, serio y diligente, pero al mismo tiempo distante, incluso llegó a hacer creer a su maestro que la cita que habían tenido no había sido más que un sueño muy extraño; pero la realidad volvía a golpear al calvo cuando veía al muñeco amorfo que corroboraba los hechos de aquella tarde.
De repente, la convivencia con el cíborg se había tornado irremediablemente incómoda.
-Maestro -le llamó con seriedad el más joven, mirándole con una expresión poco usual en él, Saitama habría jurado que estaba enfadado -, tengo un asunto urgente que atender, prometo volver antes de la cena. -Y tras dar ese aviso, dio media vuelta, como si de un soldado se tratase y se marchó sin tan siquiera darle a su maestro una oportunidad de despedirse.
-Hasta luego... -El mayor se había quedado con las palabras en la boca. Genos se había ido, ahora en el apartamento solo estaban Saitama y su confusión.
Continuó procrastinando como lo hacía normalmente, desparramado sobre los fríos tablones del suelo, recostado sobre el futón doblado, con su cómic en mano y la puerta del balcón abierta, disfrutando de la fresca brisa que de vez en cuando se colaba al apartamento. Estuvo unos minutos así, más no se concentraba en la lectura, la mirada arisca de su discípulo y su forma tan repentina de despedirse no salían de su cabeza. ¿Acaso Genos estaba enfadado?
Soltó un bufido, «Otro problema más», pensó. Ahora la actitud distante que el chico había tenido con él empezaba a cobrar sentido. Genos estaba enfadado, o al menos así fue como lo entendió Saitama.
«Bien, supongo que tendré que esperar a que se le pase...» Se dijo mentalmente tras dejar su cómic de lado y dedicarse varios segundos a contemplar el blanco techo. Estaba aburrido, y la convivencia con Genos no era la mejor en ese momento, salir a dar un paseo no le parecía tan mala idea. Tal vez podría visitar a King o charlar con Mumen Rider, definitivamente eso le levantaría los ánimos.
Con ese pensamiento en mente, se levantó -ya no tan perezoso-, y se dispuso a irse, pero un fugaz pensamiento lo hizo detenerse en seco:
«Con lo tensas que están las cosas... si desaparezco de repente él pensará que estoy intentando evitarlo.»
Obviamente no deseba que Genos se sintiese más tenso de lo que ya demostraba, por lo que buscó trozo de papel y un bolígrafo. De esta forma fue como el héroe de rango B pudo marcharse tranquilamente de casa una vez dejó una nota sobre el ordenador portátil del cíborg.
Estaba haciendo un excelente clima ese día, el cielo azul brillante se veía totalmente despejado y los rayos del sol incidían fuertemente sobre la cabeza del hombre más fuerte del mundo. Saitama recorrió en silencio el centro de la ciudad hasta que el calor abrazador del mediodía veraniego lo obligó a sentarse en una de las bancas de un parque, bajo la reconfortante sobra de un árbol.
Cerró sus ojos durante un par de segundos y se dejó envolver por la refrescante brisa que con dulzura sacudía las ramas del árbol bajo el cual se sentaba. Era una sensación como esa la que había estado deseando hallar desde que cierto adolescente se encaprichó con su persona, la sensación de paz, de tranquilidad, de quietud.
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Naranja
FanfictionEl héroe más fuerte del mundo había salido victorioso de numerosos combates con monstruos, aliens, y todo tipo de seres abominables. Sin embargo, nunca había sentido aquella opresión en el pecho que venía acompañada de los nervios y el sudor frío ha...