Prólogo

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El viento acaricio su piel al igual que los rayos del sol lo hacían, observo el atardecer desde lo alto de la muralla de la meseta principal, viendo lo que alguna vez fue el castillo de Hyrule. No muy lejos de ella escucho una explosión y a varios bokoblins gruñir enojados, mientras otros lanzaban aquellos gritos que se oían cuando estaban por fallecer, una pequeña risa escapo de sus labios cuando observo al joven rubio detrás de ellos con una antorcha en la mano.

El rey les había mandado a limpiar aquella área, pues la ceremonia de investidura de los escogidos a campeones serian en un mes, y deberían de mantener aquella zona controlada.

Tenso una flecha en su arco, y atravesó la cabeza de 3 bokoblins que se encontraban detrás del callado muchacho que estaba incendiando el resto del campamento, llamando su atención.

-Gracias...

Murmuro el chico mientras que se acercaba junto con los demás soldados que habían ido, ella abrió su bolsa y les dio unas pequeñas pelotas de tela.

-Ya saben que hacer con ellas, apúrense antes de que anochezca, tenemos que regresar hoy mismo al palacio. Andando!

Ordeno mientras se ponía una mascarilla y comenzaba a lanzar las bolsitas de tela a los largo de la muralla, el resto de su equipo se disperso rápidamente por el campo siguiendo sus mismo pasos.

Una vez que la sustancia de las bolsas se esparció, tomaron cada uno los 3 cuerpos de sus compañeros, y partieron en dirección al palacio.



-Me alegra ver que estas bien, cuando el mensajero llego no pude parar de llorar, creí que algo te había pasado.

Exclamo la princesa tomando de las manos a la mujer de cabellos celestes, la cual la abrazo con una gran pena. El resto de su tropa, al ver la escena, se observaron entre si, y se dispersaron en el palacio. Siendo que solo aquel chico rubio se quedo observando por unos minutos, antes de también desaparecer por los pasillos, pues tenia que hablar con su capitán.

La princesa se tenso, separándose por un momento de la peliazul, negando suavemente con la cabeza.

-Lo siento princesa, intentamos lo que pudimos para protegerle pero...

La princesa solo agacho la cabeza con una triste sonrisa.

-Tenemos que decírselo al rey.

Recuperaron la compostura rápidamente, y se dirigieron a la oficina del rey, tendrían que avisarle que el prometido de la princesa había fallecido en acción.

Ese día, todo el reino lloraría por el fallecimiento del capitán de la guardia real, el fallecido prometido de la princesa Zelda.




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