Un romance cualquiera

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Me despierto en medio de la noche, me siento en la cama, busco tu imagen en la oscuridad y el silencio, tu voz en las partículas del aire que, lo sabes, soy capaz de detectar. Un don especial. Busco cualquier señal que acorte la distancia que nos separa.

Te oigo gemir al otro lado de la pared, No sé si es mi cabeza que reinventa tu voz o si realmente gruñes. Intento no hacer ruido con las sábanas. Me quedo quieta,  Afino el oído y confirmo que efectivamente es tu voz la que escucho y no es mi imaginación, sin embargo no estas solo. Reconstruyo la escena en mi mente, La segunda voz que te responde no es tan aguda como la mía. Es muchísimo más sensual, no hay duda, más expresiva también, de seguro debe de tratarse de una mujer que exuberante belleza y curvas bien pronunciadas, una mujer como las que a ti te gustan.

Esta voz mía, a veces un tanto forzada y que roza lo Drama Queen. No, no estaba fabulando. Todo está saliendo como lo previsto, sin embargo, y lo pienso solo durante un instante, es algo patético  presenciar tu carnalidad con otra mujer, Quizá lo pienso  porque es la primera vez. Estoy entre dos estados cuando los escucho. La risa nerviosa y los sollozos. De repente, me detesto, quiero renunciar a mis gestos, mi espalda desnuda, mi voz estridente, quiero hacerme invisible y traspasar la pared que nos separa. Para ver. No queda nada de esos momentos de dulzura, de principio de paz ni de ligereza cuando hablamos tranquilamente sobre aquello. Es un pensamiento furtivo.

Es mi móvil vibrando lo que me despertó. Descolgué. No había nadie al otro lado. Bueno, no había nadie hablando del otro lado, en su lugar solo podía escuchas sus dos voces que parecían respirar al compás. Oí como las cremalleras bajaban, percibí los ruidos de la ropa arrugada que cae, de las sábanas que se enrollan como fantasmas que bendicen esta unión de dos cuerpos desconocidos. Inmaculados de tanta perversión. Y yo, la testigo, juraría que lo estás pasando muy bien.

No quiero ir demasiado rápido en mi juicio. No quiero contarme esta historia de cualquier manera, incluso si mis manos tiemblan. Las imágenes, la poesía del instante, las dejo para más adelante. Quizá, más tarde, cuando el calor del sol y la ira de los pájaros se manifiesten. Quizá cuando vuelva la ligereza.

La estás comiendo, literalmente,  No, La estás devorando, como nunca lo habías hecho antes, ni siquiera conmigo. ¿Será que la transgresión te da permiso para ensanchar tus límites? ¿Por qué no lo has hecho conmigo? Ya noto la rotura de los cuerpos, de la trama de nuestras vidas, juntos. Sus piernas largas enrolladas alrededor de tu espalda. Tu mano fuerte que le levanta el culo para que su feminidad esté más a la altura de tu miembro. O quizá de tu boca. Empiezo a hacer apuestas en mi cabeza. Su Vagina. Su boca. No sé por qué hago conjeturas así, no se si sentir celos, envidia, rabia, pena o simplemente el deseo de estar ay junto a ustedes, pero estos sentimientos de alguna forma extraña provocan una excitación inexplicable en toda mi piel, el masoquismo latente mío ya se está disparando.

No puedo evitarlo, cada gemido es un fotograma, cada pensamiento mío, una hendidura. Siempre has sido especialista en curar heridas, re llenándolas de la mejor manera que sabías hacer, Empujando, así como ahora lo haces, empujando el cabezal de la cama que hace temblar el deseo que siento por acompañarlos. Aplasto mi cuerpo desnudo contra la pared fría para ser receptora al menos de algunas de tus embestidas aun que sea de alguna forma indirecta, una vibración, aun que sea solo una. Tirito cuando resuenan contra la pared y contra mi epidermis. Me hubiese gustado que me follaras entre sus piernas, mientras ella manoseara mis pechos. Hubiese querido ver tu mirada encendida, pero te negaste rotundamente, mientras tanto, el eco de sus voces resuena en mi móvil,  Apenas hablan, seguro que la tienes agarrada del cuello y le enseñas a mamártela en zigzag, como yo te lo hago, eso siempre te ha vuelto loco. De vez en cuando, le levantas la cabeza y le escupes en la mano, para darte algo de tregua y no acabar en su boca, y que te masturbe, también  en zigzag, Oigo el escupitajo. Siempre escupes con vehemencia, y siento sus olores, algo dulzón, Como la sangre, que arde dentro de mis venas por la excitación que me provoca escucharlos y que ahora, Traspasan el papel pintado de la habitación.

Sus ruidos se hacen más impertinentes y mi mano baja, insolente, hacía mi feminidad. Es un gesto que no domino, es el deseo que me manipula y que no puedo frenar. Te puedo sentir, te puedo lamer, los puedo degustar. Pensándolo bien, me gusta la idea de este paréntesis sexual comunitario, este reencuentro con lo desconocido, esta invitación «colectiva» a participar aunque sea solo de oídas. Dibujo sus cuerpos con trazos imaginarios, y sus bocas, abiertas por el placer, intuyendo cómo gozará ella, Y cómo gozaré yo, intentando acoplar mis gemidos a los suyos. Sororidad, me repito, Sororidad.

Un aullido, el tuyo, invade todo el hotel, y de repente, oigo sus pasos contra el suelo, un grifo se abre. Las duchas postcoitales, pienso, ella te murmura algo que no puedo entender por el móvil. Creo que se retira, ella ya no es más que una pobre figurante en la película que tú y yo nos hemos montado, el guion se le ha escapado, y yo, espectadora muda, no he podido llegar hasta el final.

Nunca has sido tan rápido en el amor, al menos no conmigo, La puerta de la habitación se abre y se vuelve a cerrar de un portazo, La oigo correr en el pasillo alfombrado, y el timbre del ascensor que llega al piso.

Pero la que huye soy yo porque se me hace insoportable saber que los poros de tu piel respiran gracias a otra.

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