Capítulo 2: Nuestra primera aventura

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Continuación. La imagen no es mía.



Transcurrieron varios días y semanas. Desde que Asakusa entró a mi vida, mi percepción del tiempo cambió, volaba cuando estaba con ella. Ya no estaba sola, desde aquél día siempre se sentaba a mi lado y comíamos juntas en la azotea, me encantaba verla observando a los demás compañeros de la escuela, los edificios y paisajes del pueblo para después dibujarlos en su cuaderno. Lo único que me desesperaba era que no se terminara su comida por andar de distraída, odio que se desperdicien los alimentos.

Aquello se había convertido en una rutina para mí, pero no me molestaba en lo más mínimo, el tiempo con ella era fantástico, pero me gustaría que invitar a Asakusa a que hiciéramos algo más productivo en lugar de solo dibujar u observar cosas.

Terminaba un día de clases normal, nos fuimos juntas a casa, como ya era habitual.

— Y bien, ¿Has pensado en entrar a alguno de los clubes de la escuela? –Le pregunté.

— Ninguno termina de llamar mi atención –Me respondió.

— En teoría, es obligatorio inscribirte en uno, pero afecta mucho que no vayas, yo tiene mucho que no asisto al mío, lo considero una pérdida de tiempo.

Poco después, estábamos por llegar a su casa. Hasta la fecha, no me ha invitado a pasar, pero respeto las razones que pudiera tener, yo tampoco querría recibir a nadie en la mía.

— Oye, Kanamori, ¿Tienes prisa por llegar a casa?

— Eh... -Me quedé pensando por unos segundos, aquello era nuevo, teníamos poca tarea, pero nada complicado- Realmente no, ¿Por qué?

— No tengo ganas de llegar a mi casa aún, ¿Te parece si salimos a pasear? –Me preguntó.

— ¿Pasear? ¿A dónde podemos ir en este pueblo? No hay nada interesante–Respondí.

— Tal vez necesitas verlo con mi perspectiva –Me respondió.

— Eh... de acuerdo, vamos –Le respondí, sin estar segura de a qué se refería.

Nuevamente, tomó mi mano y me hizo ir detrás de ella. En estas semanas que tengo de conocerla me había hecho correr más que en todas las clases de educación física de mi vida. Hubiera preferido que dejara esa enorme mochila militar que está casi de la mitad de su tamaño en su casa, pero cuando el espíritu aventurero se le subía a la cabeza era imposible detenerla.

Luego de recorrer varias cuadras, Asakusa soltó mi mano y comenzó a explorar una explanada donde abundaban los locales abandonados, recordaba haber estado aquí cuando era niña cuando era una zona comercial bastante próspera, pero ahora estaba prácticamente en ruinas.

No sé qué era lo que atraía de este lugar a Asakusa, pero luego de varios minutos parecía que había terminado de explorar y dirigió su mirada hacia mí, yo evitaba hacer contacto directo con ella, porque a pesar de que estaba acostumbrada a que otros me miraran con rareza, ella lo hacía de una forma inocente y tierna que me hacía cohibirme.

De pronto, sentí sus manos en clavarse en mis costillas y trepó sus piernas rodeando mi cintura.

— ¿Qué demonios haces? –Le pregunté.

No hubo ninguna respuesta verbal por parte de ella, pensé en tirarla al suelo, pero no quería lastimarla. Comenzó a escalarme como si fuera una montaña hasta que nuestros rostros quedaron frente a frente, en ese momento se me aceleró el corazón y ocurrió justo lo que estaba tratando de evitar, me sonrojé, luego ella tomó mis gafas y las acomodó en mi frente. Bajó sus manos a mis hombros para apoyarse y brincó para bajarse de mí, cayendo ella con las piernas firmes al piso y dejándome libre.

Keep our hands together (Eizouken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora