Akaashi había jurado por un momento que, pese a que Bokuto se había reído de su propia declaración al afirmar que había madurado - un poco - durante aquellos años, estaba diciendo la verdad. Luego de varios minutos en la carretera - y varios momentos tensos en los que el mayor había acelerado más de la cuenta y Akaashi había sentido la necesidad de aferrarse fuertemente al apoyabrazos, sólo por si acaso - y de una pequeña trifulca con el estacionamiento subterráneo del edificio donde vivía ahora Bokuto, habían podido finalmente arribar al dichoso departamento.
Tenía que admitirlo, no sólo era espacioso y bien distribuido, sino que era habitable. Bokuto había exagerado cuando se había atajado minutos atrás en que acababa de mudarse y que estaba desordenado; ni bien las luces se habían encendido en el lugar, Akaashi escudriñó la cocina y el living, los dos habitáculos que más cerca tenía a su alcance. Por lo pronto, lo único fuera de lugar que había notado había sido el televisor encendido, un grifo apenas abierto con una gotera insistente y molesta, y algunas camisetas colgadas en los asientos y una que otra sobre la mesa.
Habría podido reconocer más detalles, como la pintura que estaba colgada en el living o el diseño del mosaico en la cocina, de haber tenido las gafas colocadas.
Akaashi no dependía de los lentes completamente para movilizarse; a decir verdad, su déficit visual radicaba en la distancia cercana - hecho que se agudizó cuando comenzó su trabajo de auditor - pero se había acostumbrado a utilizar los lentes de manera permanente ya pasada cierta hora de la tarde, más por cansancio que por verdadera necesidad.
Y sabía que era tarde. Sus ojos ya no podían distinguir detalles finos sin una ayuda. Sin mucha ayuda.
— Akaashi, no ves nada.
La voz de Bokuto se filtró más allá del living. Akaashi se deslizó por la puerta que comunicaba hacia otra habitación, observando la escena que se desarrollaba frente a él: se encontraban en una especie de antesala que comunicaba con el baño y lo que probablemente era la habitación de Bokuto, a juzgar por el caos que había adentro. Éste se hallaba con un pie dentro y otro fuera de su cuarto, la camiseta ya en el suelo y las gafas de Akaashi en el puente de su nariz. Akaashi no pudo evitar sonreír al ver como Bokuto batallaba en distinguir algo que al otro se le escapaba, frunciendo el ceño y entrecerrando los ojos.
No podía molestarse con él. Después de todo, seguía siendo un niño. Un poco grande.
— Bokuto-san, permíteme.— Akaashi se acercó a él mientras le retiraba las gafas del rostro, el roce de sus dedos sobre la piel ajena causándole una electricidad fugaz y efímera. Apretando la mandíbula mientras se colocaba las gafas, se sintió más seguro una vez pudo ver el espacio físico con nitidez.
— Lo siento, no me di cuenta que te estaba costando ver.
— Estoy bien.
— Ah, Akaashi...
Akaashi jadeó imperceptiblemente mientras entrecerraba los ojos sin poder creer lo que estaba presenciando. Bokuto acababa de pronunciar su nombre en forma casual y fingiendo que acomodaba algo dentro de su habitación, pero no podía engañar al ex armador: conocía perfectamente el tono de voz que había empleado, lo había oído infinidad de veces antes y no podía siquiera concebir que aquello sonara exactamente igual que tantos años atrás, como si el tiempo se hubiese detenido.
Estaba en presencia de la debilidad número 2 de Bokuto: su propia inseguridad personal.
Detrás de aquella personalidad avasallante e intensa y dejando de lado los estados emocionales inestables y ciclotímicos que Bokuto había sufrido en la adolescencia - y que en un principio Akaashi se había tomado en serio hasta que se había percatado que eran parte natural y peligrosa del carácter del capitán del equipo - aquel hombre era, en sí, bastante inseguro de sí mismo en el ámbito personal. Independientemente del vóley, Bokuto siempre se había movilizado en otros aspectos de su vida con cierto resquemor que Akaashi había notado en muchas ocasiones y que había tenido a buen tino intentar dar aunque fuera una solución transitoria para que no comenzara a perjudicar otras facetas de su vida.
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El huracán [BokuAka]
RomanceKeiji Akaashi está nervioso. No, se siente ansioso. Sabe el motivo, pero no quiere reconocerlo abiertamente porque aún, pese al paso de los años, le cuesta expresarse. Bokuto Koutarou, por otro lado, es tan ingenuo como siempre pero, al mismo tiempo...