La Invitación

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21 de octubre del 2035.

Ciudad de Nueva York.

— ¡André! — gritó la voz de la chica — ¡YA VIENE!

— No...— balbuceó André, aún dormido — Déjala, ella no ha hecho nada.

— ¡NO, NO LO HA..!

— ¡AAAAAAAAAAAAAAAH!

André despertó lleno de sudor. Tardó en darse cuenta de que estaba gritando a todo pulmón dentro de la habitación de pocos muebles en la que el eco estaba muy presente. Su corazón latía de manera desesperada. Su boca aún estaba abierta y sus manos sujetaban con mucha fuerza las sábanas de la cama, dejando arrugas. Finalmente se recompuso, cerró la boca, pasó sus manos por su cara y cerró los ojos un momento antes de levantarse de la cama.

Era una mañana helada en la iluminada y circulada ciudad de Nueva York. Estuvo lloviendo durante toda la noche y parte de la madrugada. Las calles estaban llenas de charcos. Las pequeñas y tiernas gotas de agua recorrían la ventanilla de los autos que yacían estacionados y de aquellos que recorrían la calle. El aliento gélido salía de las personas que, aún con el anhelo de volver a casa y seguir durmiendo, iban camino a sus empleos.

En una habitación de un hotel La Quinta Inn se hallaba André Austen, sentado ahora en un sillón junto a la ventana luego de haberse dado una ducha. Observaba los paraguas que iban y venían, ya que seguía presente una ligera llovizna. Sabía de las bajas temperaturas que había en esta época del año, un mes después del inicio del otoño, así que se preparó para la ocasión y llevó consigo sus mejores trajes y abrigos, pero olvidó andar con un paraguas.

André era un famoso escritor, se destacaba por sus obras de misterio y suspenso. En unos cuantos minutos un auto llegaría por él para llevarlo a una rueda de prensa por la salida de su último libro, el cual daría fin a la saga que poco a poco lo llevó al éxito. Tenía en mente que cuando todo esto terminara, se iría a visitar a sus padres, que hacía varios años que no los veía. Recordó los deliciosos pasteles que preparaba su madre y el café que disfrutaba por las mañanas antes de partir a la escuela. Pensó que no le vendría mal uno de esos ahora.

Sus padres eran una pareja de obreros cuando eran más jóvenes, al menos así les llamaba el abuelo materno de André. Ambos trabajaban mucho y no ganaban lo suficiente, él era un ingeniero informático y ella una recepcionista. Debido a su sueldo sólo podían pagar el alquiler de su departamento y llevar insumos básicos al hogar, pero nada de lujos.

Cuando Clara y Joaquín, padres de André, se enteraron de su venida al mundo, fueron tomados por sorpresa, aunque la alegría y la emoción pudieron reemplazar cualquier punto negativo. Clara fue más rápida y astuta, empezó a optar por la idea de pedir un aumento, junto a ello, tenía habilidad para la repostería y se puso manos a la obra con un pequeño negocio desde casa. Su jefe accedió al aumento, gracias a su buen desempeño y dedicación. Ella también se aprovechó de que era un glotón y todas las semanas le esperaba un rico pastel de tres leches en su escritorio.

Con el dinero pudo comprar varios ingredientes para sus pasteles y demás productos, con velocidad los clientes llegaron y las ventas aumentaban cada semana, esto por las opiniones que se compartían entre los vecinos y que luego se expandían por toda la ciudad.

Joaquín, por su parte, junto con alegrarse por el éxito de su esposa, también decidió apoyarla y formó parte de su equipo como repartidor, por lo tanto, las ventas se dispararon a diferentes sectores. Un mes después recibió una llamada de un viejo amigo de la universidad, Tomás Ramos, era una invitación para participar en un proyecto que prometió llenarle los bolsillos. Su amigo era amante de las fiestas y la tecnología. Él notaba la atención que los más jóvenes ponían en las fiestas y en especial el dinero que los organizadores obtenían por ellas. Tomás estudió con Joaquín, sin embargo, después de realizar 2 años de carrera, tuvo que salir por motivos familiares, su madre había enfermado gravemente y ella era la única con quien él contaba. Debido a esto se propuso a buscar un trabajo que le ayudara a pagar los medicamentos y tratamientos que necesitaba, no se demoró mucho antes de toparse con la oferta laboral como auxiliar de aseo en un club de festejos.

Nuestra sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora