Capitulo 6

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Kara apenas había probado el vino, pero la cabeza le daba vueltas.
El orgasmo increíble que había tenido hacía unos instantes parecía ya olvidado, bajo el deseo apremiante de volver a poseerla de nuevo. Se sentía otra mujer. No era falsa modestia, por su parte, decir que era muy buena sexualmente con las mujeres. Nunca había tenido queja de ninguna. Por el contrario, todo habían sido encendidos elogios en los últimos años. Pero con Lena había sido algo especial. Por el momento, ella estaba relajada. Estaba llegando a la conclusión de que la única forma que tenía de llegar a ella era a través del sexo. Era solo entonces cuando olvidaba la enemistad y el rencor que alimentaba en su corazón desde hacía años.
Amnesia postorgásmica. El secreto estaba en mantenerla desnuda y debajo. O arriba, ¿por qué no?
Mientras se quitaba los pantalones, los zapatos y los calcetines, sintió cómo su erección crecía por momentos. Ella abrió los ojos como platos al verla.
-Ven aquí -dijo kara, tendiéndole la mano con una sonrisa.
Ella se puso de pie. Desnuda, hermosa y tentadora. En el fondo, kara sabía que ella tenía razón sobre su posible relación. Estaría condenada al fracaso desde el principio. Ellas no vivían aisladas en una burbuja. Sus familias habían sido muy amigas durante décadas y, les gustase o no, interferirían en sus vidas.
Pero no podía dejar de pensar en ello. Estaba cansada de citas con mujeres insulsas. Lena era inteligente y hermosa. Y era maravillosa dentro y fuera de la cama. Pero no quería tener hijos. Y, lamentablemente, eso, para kara, era una condición indispensable. Necesitaba una esposa que fuese comprensiva, romántica y la adorase. No una arpía con la que tuviese que estar escondiendo los cuchillos de la cocina, por si acaso.
Lena se agachó y tomó su miembro con la mano, apretándolo suavemente.

-Pensé que eras una mujer mayor, pero veo que estaba equivocada.
A Kara se le puso la piel de gallina. Su ilusión por los bebés pasó a ocupar un lugar secundario. Cerró los ojos y apretó los puños, mientras sentía su mano frotando su miembro con movimientos cadenciosos y luego jugando con la bolsa escrotal como si tratara de probar el peso de sus testículos.
-Se me ocurre una idea -dijo kara
-Déjame un segundo.

Era la idea que había tenido esa mañana al verla sentada de espaldas a kara, al borde de la cama, y ver con delectación cómo sus delgados hombros y su estrecha cintura se remataban con aquel trasero espléndido en forma de corazón.
-Me estoy enfriando -dijo ella, frunciendo el ceño cuando kara apartó el miembro de su mano.
-No será por mucho tiempo, cariño -replicó kara, tomando una de las mantas y colocándola cuidadosamente en un brazo del sofá
-.La última vez, todo fue demasiado de prisa. Ahora quiero que las cosas vayan más despacio.
-Yo no hago cosas raras ni perversas -dijo ella con los ojos muy abiertos, asustada.

-¿Cómo sabes lo que pretendo hacer? -dijo él, tratando de reprimir la risa.
Lena se mordió el labio inferior. Pero sus pezones de frambuesa se pusieron duros y erectos. Kara los acarició con los pulgares y ella cerró los ojos como si no pudiera soportar verla.
-Simplemente, lo sé -respondió ella, cimbreando el cuerpo de forma insinuante y poniéndole los brazos en el cuello
-. ¿Por qué me diste tanto vino? No puedo pensar con claridad.
-¡Ah, no, no, no! -replicó kara, soltándose de su brazo y manteniéndola a una cierta distancia
-.No voy a dejar que hagas al alcohol responsable de tus actos. Vamos a hacer esto con los ojos bien abiertos. Dime que me deseas, Lena.

Ella se pasó la lengua por los labios. Kara estaba absolutamente convencida de que ella no era consciente del erotismo y sensualidad que emanaba de su cuerpo.
-O dime que no me deseas -apostilló él
-.Lo que no quiero es que me acuses luego de haberme aprovechado de ti. Si no quieres, podemos dejar las cosas como si nada de esto hubiera pasado.
-Sí, te deseo -susurró ella-. Aunque sé que no debería.

Kara hizo un gesto de contrariedad. No quería que ninguna mujer se sintiese culpable por hacer el amor con ella, y mucho menos ella.
-Bueno, al menos, eres sincera.
-No era mi intención herir tus sentimientos. Pero, ¿por qué quieres hacer el amor conmigo?
-Deseo hacer el amor contigo. ¿Qué hay de malo en ello?
-No lo sé. He visto a las mujeres con las que sales. Ninguna de ellas se parece a mí en nada.
-Aún no me puedo creer que dos personas adultas puedan estar desnudas de pie, teniendo una discusión como esta. Me enciendes la sangre, Lena. Me sacas de quicio.
-¿Estás enfadada?
-No, estoy frustrada, que es diferente. Te lo pregunto por última vez. ¿Me deseas?
Se hizo un largo silencio. Al final, ella asintió con la cabeza.
-¿Es eso un sí?
-Sí. Y no temas, Kara. Nunca te acusaré de nada. Eres una buena tipa. No me cabe duda.
Su alabanza, lejos de halagarle, pareció irritarla.
-No soy mejor ni peor que cualquier otra mujer. Pero haré todo lo posible para no herirte de nuevo como hace años.
-Eso me parece bien -replicó ella, esbozando una leve sonrisa.
Kara aceptó la mano que ella le tendía y la estrechó entre sus brazos.
-Estás helada -exclamó ella, frotándole la espalda
-. Vamos a ponernos un minuto junto al fuego.
La puso de cara a la chimenea y kara se colocó detrás de ella, envolviéndola con los brazos por debajo de sus pechos. Lena notó su creciente erección en la hendidura del trasero. Kara sintió deseos de llegar más allá, pero trató de controlarse y hundió la cara en su pelo. Ella echó entonces la cabeza atrás, sobre su hombro, y enlazó una mano con la suya.

-Estás jugando sucio -exclamó ella, con voz somnolienta, bajo el efecto relajante del fuego
-. Me siento atrapada en este ambiente tan romántico. Tal vez eso no sea tan malo, después de todo.
-Me alegro de que pienses así. ¿Vas entrando ya en calor?
Ella se volvió bruscamente, como si la pregunta le hubiera sorprendido.
-Según tú, soy muy caliente -respondió, colocándole las manos en los hombros y poniéndose de puntillas para darle un beso
-.Veamos ahora lo perversa que puedes llegar a ser.

Lena esbozó una sonrisa provocadora que habría hecho temblar al cualquier persona más pintada y le rozó el miembro con la mano. Una sonrisa que habría bastado para dar por bien empleado el fin de semana.
Las heridas del pasado parecían haberse curado. Sin decir una palabra, la inclinó sobre la manta. La altura del brazo del sofá era perfecta y, tal como había sospechado, su trasero respingón era un espectáculo digno de verse en esa posición.
-¿Qué quieres que haga con las manos? -preguntó ella con la voz casi ahogada.
Kara le apartó la melena por detrás del hombro derecho para poder verle la cara.
-Yo me encargaré de eso -respondió, poniéndole los brazos por detrás de la espalda y sujetándola con una mano las muñecas, mientras le abría las piernas con la otra y frotaba el miembro entre sus muslos de forma suave pero excitante.
Lena soltó un leve gemido. Tenía los ojos cerrados y la cara vuelta hacia el fuego. Kara le separó los pliegues carnosos del sexo y sintió su humedad resbaladiza, indicando que estaba preparada.
Kara acercó la punta del miembro a la concavidad del sexo de Lena, rozándolo sucesivas veces como si fuera a introducirlo pero sin llegar a hacerlo. Ella, con la cara sofocada, se retorció de deseo. Luego decidió probar a ver si ella estaba dispuesta a seguirle el juego.
-Voy a soltarte las manos -dijo kara con la voz apagada
-. Quiero que estires los brazos por encima de la cabeza, juntes las manos, y las dejes en el sofá. ¿Me has entendido?

Ella asintió con la cabeza e hizo lo que le decía. Kara sintió un fuego abrasándole el cuerpo por dentro al verla extendida delante de ella.
Respiró profundamente. Con las dos manos ahora libres, le acarició las nalgas. Su trasero en forma de corazón era pálido como la luna y en armonía perfecta con el resto de su hermoso cuerpo. Tenía un pequeño lunar fascinante en la cadera derecha. Se inclinó para besarlo. Luego, se volvió a colocar detrás de ella, dispuesta a penetrarla.
-Eras muy atractiva de adolescente -susurró kara, temerosa de resucitar el pasado
-. Pero ahora me dejas sin respiración. Te deseo y voy a tenerte. Una y otra vez hasta que me pidas que pare.

Lentamente, se introdujo dentro de ella, dolorosamente estimulada por el ángulo de penetración y la posición de kara, que hacían parecer la entrada más estrecha y dificultosa pero más excitante.
-Dime algo -exclamó kara, suplicante
-. Dime lo que deseas.
-Deseo todo lo que puedas darme, Kara. Lo deseo todo de ti.
Con las manos en sus glúteos, fue profundizando más y más la penetración, marcando un ritmo lento al principio y después más rápido.
-Me gustaría que pudieras verte en este momento. Estás increíble.
Ella arqueó la espalda y se irguió un poco sobre los codos con la frente apoyada en las manos.
-Más, más. No te pares.
Kara le pasó un dedo por debajo y le acarició el punto más erógeno, al tiempo que aceleraba sus acometidas y escuchaba a lena gemir de placer.
-¿Te viene ya, cariño?
Lena respondió con una palabra ininteligible, pero que kara pareció comprender perfectamente, y llegó al clímax en unos segundos.
Luego, casi sin aliento y entre enérgicas convulsiones, kara, se dejó ir, ya descontrolada, y, agarrándole las caderas con desesperación, se vació en el cálido refugio de su increíble amante.

Horas después, Kara, se dio la vuelta y miró al reloj y luego a Lena, que estaba acurrucada contra su pecho. Habían hecho el amor durante horas en el cuarto de estar. Finalmente, habían subido a la planta de arriba y habían caído exhaustas en la cama.

Rica y MisteriosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora