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El invierno helado aún conservaba el protagonismo en el ambiente, y realmente no era el mejor clima para que ella y él emprendieran el viaje planeado para escapar de la guerra que los amenazaba con la muerte a tan solo un par de pasos. Les gustara o no, debían aguardar hasta que las estaciones cambiaran.

No se iban a arriesgar otra vez, por mucho que lo quisieran.

Por lo que habían decidido quedarse en la vieja cabaña en lo que el invierno terminaba su ruta. En su lugar, todo aquel tiempo se dedicaron a buscar formas para mantenerse con vida durante su estadía en la cabaña.

Así fue como descubrieron en una de sus exploraciones que a un par de metros de dónde se encontraban había un pequeño pueblo sin nombre marcado en los mapas. Esto llevó a volverse en el lugar que visitaban los dos para conseguir provisiones.

Trataban de que sus visitas al pueblo fueran cortas y poco frecuentes. Siempre iban tomados de la mano con el miedo latente de Lorelei de que en cualquier momento un nazi tratara de llevársela a pesar de que nunca lo admitió frente a Roth. Y tampoco eran sociables ante la desconfianza de cualquiera. Sin embargo, el pueblo era tranquilo y sus personas amigables,  pero eso no cambio la determinación de ella y él por mantener su distancia.

Fue así como comenzó a correr un rumor entre las calles, puertas, tiendas y ventanas sobre el joven pelinegro y la niña castaña que venían de vez en cuando por provisiones básicas, cuando tenían todo y dudarlo un segundo partían hacía el bosque a perderse entre el paisaje blanco invernal, no tardaron en intuir que su vivienda era la destartalada cabaña de madera abandonada.

Los padres prohibieron a sus hijos acercarse y las mujeres mayores rezaban pidiendo que los dos inquilinos misteriosos del bosque tuvieran un corazón bueno y amable.

Siendo así, a pesar de los rumores que se esparcían por el viento helado, una curiosa mujer joven había decidido seguir al joven de enorme sombrero y a la pequeña infante de corona de flores hasta el lugar donde residían en medio del bosque para descubrir, de una vez por todas, cuales eran las verdaderas intenciones de aquel par de desconocidos.

Trató en mantenerse oculta entre el paisaje invernal y observar cual espía, pero aún así le fue imposible en cuanto la pequeña castaña le ha visto y con una dulce sonrisa exclamó dentro de la cabaña.

- ¡Roth, como dijiste, tenemos visitas!

Un breve intercambio de palabras fue suficiente para convencerla que aquellos dos personajes no buscaban hacer ningún tipo de mal a nadie, tan solo eran precavidos.

Las visitas de la joven mujer se hicieron tan frecuentes que se volvió parte de la rutina de ambas partes y el pueblo y sus habitantes al hacerse conocedores de aquellos detalles se deshicieron de los rumores dejando tranquilos a Roth y Lorelei.

Pero para nuestros protagonistas las cosas no se podían mantener en paz y tranquilidad por tanto tiempo, tan solo el cruel destino esperaba el momento oportuno hasta que ellos hubieran confiado y abierto su corazón a la joven mujer que se había convertido en su mejor amiga.

Aquel día, la joven iba a hacer una visita en la cabaña que habitaban él y ella, como tenían de costumbre todas las tardes. En cambio, pasaron una, dos y tres horas sin que diera señales de querer aparecer, por lo que ella y él salieron a buscarla preocupados.

Bajaron parte de la montaña antes de llegar al pueblo, y ahí vino lo peor.

Justo delante de sus ojos se presentó una escena espeluznante que los iba a perseguir por el resto de sus días. Un charco de sangre roja carmín cubría la nieve y la expresión de la joven mujer era todo un poema de sufrimiento de ojos vacíos y sin brillo; y lágrimas secas que habían rodado por su pálidas mejillas.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2020 ⏰

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