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Un par de días después de haberse cruzado sus caminos para volverse uno solo, él y ella habían decidido escapar fuera del continente, al menos quedar lejos de los confines que los alemanes nazi controlaban. Ella sabía de él todo lo necesario conforme los días pasaban, Roth era un escritor polaco que escapaba desde hace varios meses, poseía de un amplio conocimiento en casi todas las ciencias y además era un excelente cocinero, por lo que ella aprendió todo lo que necesitaba para encargarse de la comida.

Él había estado muy pendiente, del mismo modo, de los movimientos de ella y ahora sabía que la pequeña infante poseía de una gran curiosidad, aprendía rápido en cuanto a cocina se refiere, podía coser y era una cazadora novata. Y gracias a lo último, es que de vez en cuando tenían la fortuna de poder comer conejo para la cena.

Sin embargo, los problemas no tardaron en arrimar en cuanto un día cuando el sol comenzaba a ocultarse por el horizonte y la pequeña castaña no había regresado a la cabaña desde hace casi medio día. Así que, el joven pelinegro se aventuró en busca de ella con la preocupación latente de que algo terrible e irremediable le hubiera sucedido.

La llamaba sin llegar a gritar con el miedo a que fueran los nazi los responsables de la desaparición de la niña judía de 9 años.

Con mayor preocupación y esta constantemente en aumento al no recibir respuesta o señales, él comenzó a correr gritando "¡Lorelei!" entre los árboles invernales. Entonces, como si sus plegarias hubieran sido escuchadas por alguien, a lo lejos logró distinguir la delgada figura de ella tendida sobre la nieve con una fina capa blanca sobre ella.

Roth corrió todavía mas rápido sin dudarlo ni un segundo aunque sus movimientos eran torpes ante la misma nieve que no formaba mucho más que un engaño al momento de apoyarse. Con mucha dificultad llegó al lado de ella. Ardía en fiebre y a duras penas divagaba su consciencia en esta realidad. Él la tomó y cargó en brazos de regreso a la cabaña maldiciendo por lo bajo.

- Aunque le insistí que hoy no era necesario que saliera - Suspiró él sentado junto a ella a la espera de que despertara - Se ha estado sintiendo mal después de tanto tiempo que pasó bajo la nieve y tan terca como para dejarse atender.

Contempló como Lorelei dormía plácidamente por unos segundos mientras tomaba nota mental de las cosas que iba aprendiendo de ella y su personalidad.

Una terca y orgullosa infante, pero resultaba irónico lo torpe que resultaba ser en ciertas ocasiones. Y siendo unos completos extraños, ella siempre se preocupaba por el joven escritor en todo momento.

- Prometo protegerte, Lorelei - Habló él en un murmullo - No fui capaz de protegerlos a ellos pero por ti, daré mi propia vida si es necesario.

Y así fue como él selló su promesa hacía ella, quién seguía en un profundo sueño. Un par de extraños reunidos en una cabaña, que ahora se habían jurado hasta la vida misma.

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