Capítulo 8

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Al día siguiente me desperté y no tenia ganas de hacer nada, no miré el teléfono como acostumbraba hacer, simplemente me limité a girar sobre mi costado para mirar hacia la ventana.

El sol brillaba en el cielo, los pájaros cantaban y hacia un día estupendo. Me recordaba a las mañanas de primavera en Murcia, (que teníamos pocos días así), pasábamos de fríos helados que te calaban los huesos hasta calores sofocantes que no podías salir a la calle por que si no te derretías. Cuando hacían días buenos los disfrutábamos como nunca.

Mientras estaba con mis pensamientos unos golpes se oyeron en mi puerta, podría hacer como que no estaba para que así se fuera y me dejaran tranquila, necesitaba digerir todo lo que me estaba pasado, lo del tema de la novela no me hacia falta por que sinceramente ya estaba mas que digerido, me sentía en un sueño que se me había cumplido, pero lo que mas me preocupaba era todo lo que había pasado con Can. Eso si que era lo que me estaba volando la cabeza.

Abrieron la puerta de mi habitación y giré la cabeza por encima de mi hombro.

—No quiero ver a nadie... —dije a la persona que se encontraba en el umbral de la puerta. No pude saber quién era claramente porque estaba mirándola de reojo.

Aquella persona no dijo nada, solo escuché cerrarse la puerta y acto seguido me giré para cerciorarme que la persona ya se había ido. Pero no, ahí seguía de pie a unos pasos de mi Cama.

Al verlo resoplé porque lo que quería era esquivarlo, pero era tan persistente que no podía hacer nada.

Me destapé para levantarme de la cama y ponerme enfrente de él. Su cuerpo y el mío estaba separado por unos centímetros.

—¿Qué hace aquí? No he dicho que no quiero ver a nadie —le señalé con la barbilla la puerta. Este me siguió con la mirada y volvió a mirarme para luego sonreír de lado.

—¿Estas sordo o qué? Vete —volví a decir.

Can no quería moverse de donde se encontraba era como si se hubiera pegado al suelo. Separó sus piernas a la altura de los hombros y se cruzó de brazos por encima de su pecho.

Recargué mi peso en una pierna y le eché una mala mirada, sabía que era inútil luchar con él por que no se iba a mover de su sitio.

—Bueno, haz lo que quieras, pero esta que está aquí se va a la cama. —Me dirigí hacia mi cama y me tumbé, para después darle la espalda y taparme hasta la cabeza.

De vez en cuando sacaba la cabeza como si fuera un animal agazapado por su presa y seguía de la misma postura.

>> ¿No se cansa de estar así? >>

—No seas una niña pequeña y levántate. —Dijo a su forma.

—¡¡ No quiero!! —le grité enfadándome aún más.

Se rio de mi con sorna y achique los ojos.

Pero no sabía que se había metido con una persona demasiado cabezona como yo lo era. Y si decía que no era que no y punto.

—Si no te levantas tendré que hacerlo yo...

Me giré abrupta y lo miré.

—No hace falta que lo hagas, como tampoco hace falta que te quedes aquí como si fueras un guardia de seguridad o un guardaespaldas, así que vete de aquí ¡Ahora! —lo dije con una expresión seria.

Este me miró a mi para después mirar la cama y sentarse a mi lado.

—Si nos pillan nos volverán a sacar en todos los periódicos, entrevistas y toda la publicidad, cosa que no me gustaría que volviera a pasar —me sobé las sienes, esta situación ya me estaba provocando dolor de cabeza. —Así que creo que lo mejor será que cada uno siga su camino. Y que no volvamos a vernos más, cosa que pasará tu te iras a Turquía y yo me quedaré aquí en España y no volveremos a vernos. —Respondí sentándome en la cama al estilo indio apartado de él.

Un encuentro inolvidable (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora