Dos: Cat, siempre Cat.

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Recordé la sensación de cuando estuve dentro del vestido. Sí me había gustado, ¿por qué me había avergonzado tanto? ¿Por qué me había enojado? Supuse que en alguna parte de mí, de esa Cat revoltosa, había una pequeña princesa queriendo hacer de las suyas. Queriéndome convertir en algo muy diferente a la gatita Cat. Queriendo verme usar el vestido más veces, y no sólo ese, tal vez muchos más. El problema era la gatita terca y aferrada a aquellos pantalones guangos y camisetas. Me hacían sentir libre, me hacían sentir como a mí me gustaba y podía jugar lo que yo quisiese. Siempre estuve segura de quién era. Yo era Cat, la inquieta, curiosa y revoltosa Cat. A la que no le importaba usar tenis mugrosos, porque de por sí se ensuciarían jugando. A la que no le molestaba esconder los crecientes pechos bajo camisetas y corpiños. Pero cuando me había probado el vestido, fue un shock, porque una vez fuera de él, yo quería regresar. Me sentí linda y tierna. No monstruosa, no como un hongo portobello. Creí por leves instantes que algo dentro de mí había cambiando, aunque al despertar, me di cuenta que no.

En las dos semanas que habían pasado desde el vergonzoso incidente del vestido, nadie había mencionado nada, y vaya que lo agradecía. Carrie ya no mencionaba absolutamente nada de mi imagen, ni siquiera me preguntaba, como diariamente lo hacía, cómo se veía tal día. Era agobiante, sin embargo, ya ni eso hacía. Se comenzaba a tornar distante y yo no quería eso. Quería a mi hermana Carrie de regreso y lo lograría.

Al final, decidí por no cortarme mi extremadamente largo cabello -aunque estuviera por arriba de los hombros-. Claro que odiaba la idea de parecerme a Rapunzel, sólo que quería empezar a hacerme a la idea de que era niña, y pronto, empezaría a ser una mujercita, me gustase aceptarlo o no. Sería aburrido, tener que pensar en ropa y tener que ir a comprarla. Lo sabía, pero mamá me había dicho que todo era parte de crecer. Me prometió que me dejaría seguir jugando todos los días, e incluso, subir árboles. Mi papá me había comentado que aún siendo niña podía hacerlo. Yo no le creía, porque Carrie no lo hacía, mamá no lo hacía.

Yo sería una niña diferente.

Sobre mi cama de aliens y enredada en cobijas, me pregunté cómo había llegado ahí. ¿No me había dormido en el jardín viendo las estrellas? ¡Eso quedaba muy lejos de mi cama! Comenzaba a creer que, una de tres, o yo era sonámbula, o podía volar, o me teletransportaba. ¡Tal vez las tres!
Brinqué directo a mi sencillo armario y tomé un pantalón, una camiseta y mis tenis. Debía ser precavida, era viernes y no quería bañarme. Los gatos no nos bañábamos, o al menos no diario. Me asomé por el marco de mi recámara, no había monos en la costa...¿o era moros? Ñah...¡Qué sean gatos! Di un paso fuera y nada, nadie aparecía. Mi plan era muy simple: llegaría sigilosamente a la cocina, tomaría leche -súper fría- de coco con canela en un tazón y de ahí, me iría corriendo hacia el auto de papá para evitar cualquier posible contacto con el agua.

Papá seguramente tiene poderes psíquicos, pensé mientras cruzaba mis brazos. Sentía el agua correr por mi cabeza y a papá haciendo espuma en mi cabello de Cleopatra -ya no era un hongo portobello-, decía que un gatito siempre tenía que oler bonito, que era parte de ser tiernos. También se reía cuando no me dejaba bañar, y es que no era justo. Ya iba directa a la cocina...¡no había gatos en la costa! Debí haber calculado mal o alguien fue de soplón. Entonces...al parecer...¡tenía un infiltrado en mi mente! Seguramente había sido Carrie, queriendo que sea una niña femenina y bañada diariamente.

Resultó que, a mis escasos cinco pasos de gato sigiloso, papá me levantó en sus hombros comentando que la bañera me esperaba, que le daba gusto que me levantara temprano y me aseguraba que la leche seguiría fría aún después del baño. Ajá, sí. Por más que gruñí con los dientes de fuera, terminé ronroneando cuando papi había comenzado con las cosquillas. Sin embargo, seguía enojada. Todavía trataba de averiguar cómo funcionaba eso de dos sentimientos momentáneos. No caería ante sus encantos tan fácil. Nadie me bañaba a la fuerza y ganaba mi cariño en un mismo día. Claro que no, señor.

¡Oh, Cat!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora