CAPÍTULO 1

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2031, Septiembre 23.

Afueras de lo que solía ser Corea.

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El año dos mil veinte, fue el año de una era que acabó de destrucción.

El año en el que la gente se olvidó de la empatía y el amor se enfrió por completo, las personas comenzaban una guerra de malos contra buenos, los niños cargaban armas como si de muñecos de trapo se tratará, las niñas eran cruelmente violadas y asesinadas, niños secuestrados y otros perdidos por completo en la drogas.

El desempleo alcanzó su punto máximo.

Padres sin una buena oportunidad de sacar a sus hijos adelante, hombres que no se tentaban el corazón para hacer el mal.

El dos mil veinte comenzó con rumores sobre una posible tercera guerra mundial, lo cual no ocurrió,  al menos no de la manera que la gente esperaba, porque días más tarde la noticia de un virus que reprimía de la libertad a la población de Wuhan, China, llegó a oído de todos.

Fue cuestión de días para que un solo infectado se convirtieran en miles y miles de enfermos que agonizaban a cada hora, a cada minuto, por que nunca hubo una cura.

Entonces el Señor King, comenzó a construir centros con cuartos en lo que en aquel entonces eran ciudades y hoy día eran solo ruinas, comenzaron a juntar a gente que aún no era infectada, padres desesperados llevaban ahí a sus hijos, de los cuales eran separados si alguno daba positivo para coronavirus.

Si estabas sano podías vivir como una persona normal dentro de un centro, al cumplir dieciocho años, los jóvenes eran llevados a la otro centro no tan lejos de donde habían sido criados, pero este era únicamente para los jovenes, donde hacían cosas diferentes a cuando eran niños y comenzaban a independizarse de sus padres, cuando estos jovenes cumplían veintiocho eran llevados a otro lugar del cual se desconocía todo, la única manera de descubrirlo era siendo llevado ahí.

No había otras personas más grandes de aquella edad, salvo los encargados de vigilarnos, de preparar nuestra comida, de atendernos y demás.

—Kira.— Escuché mi nombre ser mencionado por Dalilah. — Es hora de entrenar.

Dalilah era la encargada de entrenarnos físicamente, al lado de Max, éramos un grupo de ocho chicos que entrenaban con ellos, los demás estaban a cargo de otros pares de entrenadores.

Caminamos en grupo hasta las enormes salas con colchonetas y material para entrenar. Alex nos explicaba la manera en que entraríamos hoy, pero entonces los gritos de una chica llamaron nuestra atención.

—¡Te he dicho que no me toques!

Dos hombres encargados de la vigilancia traían consigo a una chica de piel blanca, cabello oscuro  y de algún metro sesenta. Vestía completamente de negro, un short de mezclilla y una hombliguera.

El otro hombre traía a un chico, también de piel blanca y cabello oscuro, pero él era más alto.

—¿Que es todo esto?— Les preguntó Max.

—Estos chicos han sido transferidos aquí desde lo que era México, han estado rompiendo las reglas. King ordenó traerlos ante ustedes, para que los entrenen.

Frunci el ceño, su centro de origen estaba muy lejos del de nosotros, ¿por qué traerlos aquí?

—El grupo esta completo.

—Lo sabemos Dalilah, haremos una excepción esta vez, órdenes de King.

De acuerdo, los dos hombres soltaron a los chicos y ellos les dieron una mirada fulminante, que luego se convirtió en diversión cuando ambos miraron al grupo.

Sobrevivientes 2020.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora