De pelea y reconciliaciones

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Dios, qué horrible día... estaba agotado, eran más de las nueve de la noche, y yo aún no había llegado a casa, desde las seis de la mañana que salí de ella, y llevaba dos semanas así. Soy profesor universitario, ¿mi cátedra? Tecnología, mecatrónica y redes.

La universidad era un caos. Siempre suele serlo en primavera, en cuanto llega Mayo. Se supone que mi aula es un sitio silencioso y donde me encanta estar, pero en las dos últimas semanas, se ha convertido en un infierno. No sé qué diablos pasa, pero todo el mundo está alterado. Que los estudiantes se pongan nerviosos, es normal, pero es algo que suele suceder más avanzado el curso, no ahora... sea como sea, estoy a punto de estallar, tengo que lidiar con todo yo solo, con profesores histéricos y con alumnos que no quieren aprender, exámenes, trabajos prácticos y proyectos, y yo estoy en medio. El saco de arena de unos y otros. Y estoy harto.

Por fin aparco mi pequeño deportivo negro y subo a mi departamento. El espejo del descansillo me ofrece una imagen muy pobre de mí mismo... Me veo terrible, como si tuviera diez años encima de más. De lo único que tengo ganas, es de un buen tazón de caldo espeso bien caliente hecho por mi linda esposa y de mi cama, pero cuando abro la puerta, unos chillidos horribles laceran mis oídos.

Mi pequeño Lucas ha empezado a echar los dientes, y todo el tiempo está babeando, lloroso y molestó. Lo cual se hace obvio apenas pongo un pie dentro de mi departamento. El niño llora ruidosamente.

Me froto las sienes con los ojos cerrados, pero el llanto se me mete en los oídos... según el médico, Lucas es  mimado, lo que debería hacer Elsa es dejarlo en la cuna, apagar la luz, y que llore hasta que se canse, que cuando vea que no se le hace caso, dejará de llorar, pero ella siendo tan sentimental como es, se siente incapaz de hacerlo... no la culpo, yo tampoco puedo hacer algo tan cruel como eso. Pero algo se podrá hacer para que tengamos un poco de paz, nosotros y ella, porque en verdad es horrible ver a mi copó de nieve llorando todo el tiempo por culpa de sus primeros dientecitos.

−Hola... he hecho ensalada, si quieres. – Elsa sale del cuarto con Lucas en brazos, quien está revolviéndose, y chillando con más ganas. Su embarazo le pesa. Sólo a nosotros se nos ocurre embarcarnos en un segundo niño, teniendo un niño tan pequeño, y para colmo demandante. Pasó y pasó. Pero esta noche, no estoy de humor para admitir mi culpa en nada.

−¿No puedes hacer... algo, lo que sea, para que se calle, por amor de Dios? – Elsa me mira con reconvención.

−Llevo todo el día intentando hacer algo para que se calme ¿sabes?

−Pues no parece que tengas mucho éxito. – estoy cansado, harto, agotado y dolorido, y mi enojo habla por mi boca.

−Quizá no, pero desde luego, ya hago más que otros que no dejan de quejarse, después de pasarse el día entero por ahí. – Elsa tampoco está de buen humor, y yo no tengo ánimos para comprender a nadie.

−¿El día entero por ahí? – me indigno, levantándome del sofá − ¿Qué te figuras, Elsa, que vengo de vacaciones? ¡Vengo de trabajar como una mula, no sé si lo sabes! ¡Qué más quisiera yo que quedarme todo el día en casa haciendo nada!

−¿Y tú, te figuras que no hago nada? ¿Que me echo en la cama todo el tiempo? ¡Llevo todo el santo día oyendo llorar a Lucas, tengo jaqueca, los tobillos hinchados, un aspecto horrible y hace dos semanas que no hablo con nadie, lo único que hago es tratar de calmar a tu hijo, quien no se contenta con nada!

−¿Y yo, qué? ¿Te haces una idea de lo que tengo que aguantar a lo largo del día? Los alumnos son una sarta de insoportables, tengo al Decano pegado a mi nuca, mi trabajo pendiendo de un hilo, y cuando quiero llegar a mi casa y tener un segundo de paz, me encuentro con esto.

De pelea y reconciliaciones (Adaptación jelsa) One-shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora