Era una tarde de diciembre. Marcos sentado en su butaca favorita leía a su escritor favorito Julio Verne.
Era un chico marginado y no tenía amigos, sus únicos amigos eran los libros.
Marcos era alto como su padre pero rubio como su madre. Leía las maravillosas aventuras de los cuentos pero, realmente el sabía que no era su mundo.
El siguiente día era el último de clase. El estaba entusiasmado, iba a dejar de ver a sus envidiosos compañeros al menos por una temporada, pero no sabía lo que le esperaba al siguiente día.