CAPÍTULO 3. LA MAR

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Siempre había tenido un lugar al que acudir cuando más agobiada o más incomprendida me sentía. Un lugar donde el silencio podía ser mi mejor amigo y nadie cuestionaba mis decisiones. Un lugar apartado dónde reflexionar sobre el rumbo que tomaba cada determinado tiempo mi vida. Un lugar en el que podía ser más Elsa que nunca, y casi de forma surrealista era la casa de mis padres. En mi habitación podía pasarme largas horas sentada en el frío suelo mirando por el balcón. Desde allí podía contemplar la mar en su plenitud, con sus días pausados y sus furias otoñales. Libre y solitaria, la amante de los pescadores y la asesina de ilusiones. Era una especie de refugio ese rincón de mi dormitorio adolescente.

Esta vez no había acudido huyendo de mi propia vida sino porque mi hermana me había llamado llorando, necesitada de mí presencia allí. Una nueva ruptura en la vida sentimental de Martina se avecinaba. Martina tenía tres años menos que yo y era todo lo contrario a mí, desprendía dulzura allí por donde pasaba, tenía el carisma suficiente para encandilar, era sociable y de un corazón tan sincero como ella podía serlo. Buscaba siempre las palabras adecuadas para no ofender o herir sentimientos. Su único defecto es que vivía enamorada del amor y creía que todo el mundo podía querer con la misma intensidad y sinceridad que ella. Veintitrés años y no había aprendido aún de las decepciones.

Su última pareja había hecho como muchos otros, cansarse, encontrar otra carita bonita, y marcharse sin importar los daños y los años. Así que allí estaba yo, de nuevo en mi pequeña ciudad con trabajo pendiente y con su película favorita bajo el brazo.

-Elsa podrías haber avisado de que ibas a venir, hubiésemos preparado tu habitación-dijo mi madre tras los saludos pertinentes y los abrazos cálidos.

-Son solo dos días, no os preocupéis. ¿Cómo está Martina?

-Parece una viuda, va arrastrando la pena por los rincones y no sé cuántas veces ha visto ya 'El diario de esa tal Nora'. Yo no aguanto ni un minuto más así con esta niña, haz algo Elsa, sácala de fiesta o métela a monja, pero ya está bien con tanta pena.

Mi padre nunca había llevado bien expresar las emociones y se sentía desbordado cuando veía caer una sola lágrima. Él lo arreglaba con una cerveza en mano y muchas risas, era su vía de escape y la que de forma indirecta me había inculcado a mí. Había sacado la tenacidad para hacerlos frente gracias a la fuerte personalidad de mi madre, pero la despreocupación para arreglarlo teniendo en manos aquello que nos podía hacer feliz de mi padre. Martina en cambio no sabía cómo cargar con la pena, no había sido traída al mundo con coraza, ella sentía y no tenía un por qué.

-Diario de Noah papá, y no exageres tanto, las rupturas suelen ser un continuo drama hasta que se olvidan. Necesita tiempo.

-La verdad es que agradezco que hayas venido, tu padre no exagera, creo que esta vez sí estaba enamorada.

Mi madre creía en el amor, posiblemente fuese la artífice, quién puso nombre a ese sentimiento y quien se adueñó de toda la felicidad. Martina se llevaba enamorando, según ella, en todas las rupturas vividas. Ésta, te juraba, sí que era la de verdad y la definitiva, la que cambiaría el rumbo de mi hermana, la que le marcaría y le haría diferente. El leer constantemente novelas románticas posiblemente ayudase a su idealización continua.

-Ya se lo he dicho a tu madre, esa niña lo que tendría que hacer es dejarse de ver tantos pájaros en la televisión y afrontar la vida. No todas las relaciones salen bien y es joven-lo gracioso de ver a mi padre enfadado era su forma de gesticular, su forma de contraer el entrecejo y sus manos inquietas, sin saberlas donde dejar.

-Arturo no seas hipócrita, ni que tú a su edad no hubieses vivido una desilusión o desamor, es lógico que esté así, y tú no ayudas con tu incapacidad de apoyo.

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