Alrededor de las doce del mediodía, el sol comenzó a molestar sobre los ojos de Paula quien progresivamente empezó a abrirlos con pereza. Al despertar por completo, pudo ver que no era la única despierta, sino que Martina estaba sentada en la cama, apoyada en el respaldar, mirándola con una leve sonrisa en su rostro. La pelirroja, sintiéndose un poco intimidada, atinó a reír tapándose con la almohada.
- No me mires así que estoy horrible seguro, con los ojos todos hinchados y la pintura corrida- dijo Paula casi gritando ya que la almohada sobre su cara le impedía escuchar.
Martina rio.
- Qué decís, si estás hermosa...
Paula se destapó con vergüenza, sacándose la almohada de la cara, en sus labios dibujó una pequeña sonrisa.
- Vos también...- soltó sin decir nada más.
La rubia, de forma dudosa, inclinó su cuerpo hacia ella y atinó a darle un beso corto en los labios, seguido de eso, se acostó apoyando su cabeza sobre el pecho de la pelirroja quien permanecía inmóvil frente a los nervios que esa situación le generaba.
Sin embargo, era raro lo tan cotidiano que eso se sentía, como si hubiesen estado juntas desde hacía mucho tiempo, o en otra vida. A partir de aquel primer beso, la relación entre ellas había cambiado, era difícil de explicar, pero se sentía todo muy familiar y de cierta manera, confortable.
Luego de haber permanecido en una especie de trance, abrazadas durante alrededor de una hora, el timbre sonó. Martina, con dudas se dirigió a la puerta y la abrió con fuerza, sin preguntar de quién se trataba, de repente se chocó con Lena, quien ingresó rápidamente a su hogar, seguido de un "necesito hablar con vos" fuerte y seguro. La rubia quedó estupefacta a causa de la energía que aquella morocha de ojos claros transmitía, podía notarla triste y a la vez enojada.
Al dirigirse hacia el living, Lena pudo observar que Martina no estaba sola, desde la puerta de su habitación podía ver a Paula quien se encontraba aún acostada.
- Ah... bueno... menos mal que aceptaste lo que te pasaba- dijo Lena de modo desafiante mientras no dejaba de mirar a Paula, la cual se levantó bruscamente y comenzó a cambiarse velozmente, como si el mundo se estuviese terminando.
Martina, permaneció callada, viendo a la pelirroja aproximarse hacia donde se encontraban.
- Perdón...- dijo Paula mirándola a Lena, y luego centrando su mirada en Martina- yo... me voy, l-las dejo solas- tartamudeó nerviosa.
- Bueno, después te llamo- dijo Martina sin mirarla.
Y así fue como Paula salió de la casa, dejando a las dos mujeres solas, con un silencio atroz que invadía por completo aquella escena.
- Vení, sentate conmigo- dijo Martina mientras prosiguió a dirigirse al sillón de su living.
Los ojos de Lena estaban vidriosos, al borde de inundarse en lágrimas, pero se notaba como hacía fuerza para evitar que estas se derramaran por sus mejillas. Martina la miraba, sentía culpa ya que tenía muy claro que el motivo por el que Lena estaba tan mal, era ella.
- No puedo más- dijo Lena, con su voz que de a poco comenzó a quebrarse y aquellas lágrimas que permanecían contenidas empezaron a caer ferozmente por todo su rostro.
- No, no, no...- Martina se acercó a ella y la abrazó, la morocha se desplomó en sus brazos sin dejar de llorar- perdón- se limitó a decir, mientras lentamente le acariciaba la espalda.