Aquel encuentro que puso en pausa los sentimientos de ambas mujeres había sucedido ya hacía dos semanas atrás. Desde entonces, ninguna se había vuelto a comunicar con la otra, como que de repente, su presencia dejó de existir en la vida de cada una y una pared de acero inmenso bloqueaba aquello que ambas sentían. Desde aquel momento, lo único que abundaba en la vida de las dos era una soledad inmensurable que invadía todo su cuerpo, su mente y su alma. Sin embargo, tanto Paula como Martina intentaban ocupar su tiempo haciendo cosas sin sentido aparente para tratar de tapar aquel vacío que dejó eso que no tenía identidad alguna.
Luego de haber estado en un descanso prolongado de un mes, todas las chicas decidieron que ya era momento de abrir nuevamente el local. Todas, en realidad, todas menos Paula y Martina, creían que ya estaban preparadas para emprender aquella aventura otra vez con distintas energías, ese espacio que se dieron les había hecho, dentro de todo, bien.
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La alarma sonó a las 6:30 am, ese ruido incesante comenzó a taladrarle la cabeza a Paula quien no podía reaccionar, sentía el cuerpo pesado, sus párpados aún no abrían y su mano adormecida intentaba encontrar el celular con dificultad. Una vez que logró apagar aquel sonido que irrumpió su sueño alterándola, la pelirroja se quedó acostada por unos minutos boca arriba mirando el techo de forma meditativa, hasta que una sensación apareció como un fuego artificial enorme, su corazón rápidamente se aceleró y un calor en su garganta hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Si, hoy la volvía a ver por primera vez desde aquel día, no sabía cómo iba a afrontar aquello que la inquietaba tanto, cómo iba a hacer para mirarle a los ojos sin morir de amor, sin poder abrazarla y decirle lo mucho que la quería. No se lo podía permitir, le dolía no ser como desearía ser, le dolía el hecho de no poder tomarse las cosas con tranquilidad y dejar que fluyan, no estaba preparada y eso la hundía, cien metros bajo tierra.
Sin querer, Paula se había enterado por medio de Lujan, que Martina seguía estando con Felipe. Era obvio que no iba a poder quedarse sola, ya sabía que era típico de ella llenar aquellos vacíos con la compañía de otras personas, no la juzgaba, estaba claro que era su forma de ser y también tenía en claro lo que sentía por ella, pero a pesar de eso, le dolía, le dolía el hecho de pensar que quizás todo lo que pasó entre ellas no tenía la misma importancia para Martina, se sentía todo el tiempo que no era suficiente, que por eso su "amiga" buscaba a otras personas que intentaran completarla, porque ella le había dejado en claro, implícitamente, que no era capaz de hacerlo, no de la forma que hubiese querido Martina.
Se levantó al fin, le costó horrores afrontar aquella realidad que tanto le pesaba, no quería ir a la florería, el hecho de sólo pensar en lo que podía pasar le hacía doler la panza de los nervios. De repente le llegó un mensaje a su celular, un mensaje que decía, "¿Hola buen día, hoy nos vemos?" de un tal Lucas. Paula tardó un tiempo en reaccionar, en ese instante se acordó que hacía dos días atrás había hecho match con un chico en Tinder y se habían pasado los números, ella realmente se estaba esforzando para buscar más opciones e intentar distraerse, pero le era imposible, sin embargo, puso toda su voluntad y respondió aquel mensaje: "Hola! obvio, más tarde te paso la dirección para que me pases a buscar".
Suspiró, agarró sus llaves y su mochila, y salió de su casa.
Lo primero que hizo al salir a la calle, fue ver si el auto de Martina estaba estacionado en la calle, pero por lo visto, aún no había llegado. Paula respiró hondo y se relajó un poco. Al cruzar la calle, se encontró con Inés y Caro que recién llegaban de la casa de Luján, la cafetería estaba funcionando de nuevo con normalidad, Gaby se encontraba en la barra con su malhumor constante y ya había gente desayunando en el lugar, el gimnasio también estaba lleno de gente, todo volvía a ser como antes y eso hizo que Paula se pusiera de buen humor, a pesar de que no le gustaba trabajar en la florería, ya se sentía como en casa, se sentía cómoda, y eso lo compensaba bastante.